Bielorrusia, con sus 10'000,000 de habitantes, sigue olvidada del mundo, por más que tenga a su cabeza un dictador populista y aún relativamente popular: el último sondeo le da poco más de 50% de popularidad, Clinton le sigue con 38% y muy lejos, al final, Yeltsin y Milosevic, con 3%, eso 40 días después de los bombardeos de la OTAN. ¿Cómo harán los bielorrusos para conciliar su simpatía para el nacional-estalinista Lukashenko, su presidente, y para el hombre que representa todo lo que abomina el mismo: Estados Unidos, Occidente, el mercado, la democracia?
Para aumentar nuestra perplejidad, los partidos de oposición, cuyos dirigentes se encuentran muchas veces en exilio, han logrado organizar algo inédito, unas elecciones presidenciales clandestinas. No les faltó mérito porque la policía política de Lukashenko no es de broma. Así, uno de los dos candidatos que habían juntado más de 100,000 firmas de apoyo para aquel ejercicio democrático, Mijaíl Chiguir, ex primer ministro de 1994 a 1996, se encuentra en la cárcel; Amnesty International lo declaró ``preso de conciencia'', señalando que duró dos meses sin poder ver a un abogado. La Liga Internacional de los derechos del hombre se preocupa también por la misteriosa desaparición de Yuri Zakarenko, el 7 de mayo. Ex secretario de Gobernación, trabajaba con Chiguir en la organización de la oposición. Su esposa piensa que ``ya no se encuentra en vida''... Entre los recién desaparecidos hay que contar a Tamara Vinnikova, ex presidenta del Banco Nacional, encarcelada durante más de un año y luego asignada a residencia. En cuanto al otro candidato, Simón Pazniak, dirigente del Frente Nacional Bielorruso, hace tiempo que huyó al extranjero para salvar la vida.
Hay que recordar que el presidente Lukashenko disolvió a fines de 1996 el Congreso y todas las instituciones, modificó la constitución de manera autoritaria y prolongó su mandato hasta el 2001. Según la constitución por él cancelada, su presidencia terminaría el 20 de julio de 1999.
En ese contexto se sitúa la extraña jornada electoral del domingo 16 de mayo que dio la victoria al preso Chiguir. La policía y las fuerzas de seguridad han hecho lo imposible pero no han podido impedir la celebración de la votación en 2 mil 200 casillas itinerantes que circularon por todo el país durante 10 días. Listas electorales, boletines, urnas han viajado y 14 mil personas han jugado a las escondidas con los policías.
Según declaraciones de las 15 organizaciones y principales partidos que -hecho excepcional- se unieron para realizar esa hazaña, ``53% del electorado, unos 4'000,000 de personas'' habrían participado a la consulta. Según la prensa rusa, esa cifra está muy inflada, pero de todos modos, el éxito de la oposición es indudable y, por primera vez, Lukashenko se encuentra a la defensiva. El personal diplomático extranjero habla de una ``movilización sin precedente de la población urbana'' y se asombra de que cerca de 1'000,000 de ciudadanos haya tomado el riesgo de participar.
El riesgo era muy real ya que los ``órganos de seguridad'' (se sigue usando el término soviético) han intervenido miles de veces, entrando a los departamentos y arrestando mucha gente. Ahora los partidos se encuentran amenazados de disolución, pero ``todo el país sabe que el Sr. Lukashenko será un presidente ilegítimo después del 20 de julio''.