Hoy, cuando finalmente podemos asomarnos al nuevo milenio, descubrimos que la característica sobresaliente es la comunicación digital. Según Nicholas Negroponte, el gurú de la digitalización, estamos a punto de utilizar la fibra óptica para transmitir un millón de millones de bits, o caracteres digitales por segundo. Este avance tecnológico permitirá que una fibra del tamaño de un cabello humano transmita a la Patagonia, en menos de un segundo, todos los ejemplares de La Jornada publicados hasta hoy. Y por si el Internet (la maraña de redes que forman la telaraña informática) fuese poco, Craig McCaw, un visionario de las comunicaciones, ha iniciado la construcción de un ``Internet Celestial'' llamado Teledesic (o sursuncorda, que para el caso es igual): una constelación de 840 satélites que pronto darán la vuelta a la tierra a una altura de 435 millas, transmitiendo ríos de información digital a velocidades vertiginosas. Así, las compañías telefónicas podrán extender los tentáculos de sus redes de comunicación para ofrecer a los usuarios la capacidad de transmitir archivos electrónicos, voz, video e imágenes a la misma velocidad que la fibra óptica.
Ahora mismo, mientras lee este artículo, ocurren hechos que hace unos cuantos años hubiesen sido parte de la ciencia ficción: el fotógrafo de una cadena noticiosa pudiese estar conectando una cámara digital a su teléfono celular para transmitir al noticiario directamente, desde el sitio mismo de la noticia, las escenas desgarradoras del último bombardeo ``equivocado'' de la OTAN. ¿Y las computadoras personales? Si no ha comprado una ni se tome la molestia; son prácticamente instrumentos de la edad de piedra: máquinas de escribir glorificadas. Para el fin de 1999, dos millones de personas llevarán en el bolsillo los milagrosos organizadores digitales: computadoras que caben en la palma de la mano, con capacidad para convertir la escritura manuscrita en texto impreso y reconocer la voz del amo; también permitirán a los usuarios registrar los teléfonos y direcciones de sus 12 mil mejores amigos y las citas de los próximos cinco años. Además, como diría el legendario Jack Palance, believe it or not, las maquinillas infernales pueden guardar una lista de 3 mil asuntos pendientes, hoja de cálculo, memoranda, calculadora, 400 mensajes electrónicos enviados o recibidos en forma inalámbrica por el Internet, fotos digitales a color, archivos musicales, cortometrajes y las noticias de las principales agencias internacionales. Bienvenidos al mundo surrealista de The matrix.
En medio de esta vorágine provocada por la información digital, que ha venido a coronar triunfalmente la borrachera de la globalización, es válido reconocer que vivimos en el advenimiento de un mundo sin fronteras. Pero, ¿estamos preparados para ser proyectados de golpe al mundo de la instantaneidad? Más aún, ¿subsistirá el concepto tradicional de los Estados nacionales? Kenichi Ohmae, entre otros profetas del siglo XXI, percibe a los gobiernos bajo las asechanzas de las cuatro fuerzas que continúan impulsando la marcha implacable hacia la globalización. Para él, las corporaciones, el capital, las comunicaciones y los consumidores, cual modernos jinetes del Apocalipsis, se han confabulado para usurpar el poder que pertenecía a los Estados nacionales.
Lo cierto es que las fuerzas globalizadoras, armadas con la tecnología digital, están derrumbando los mitos nacionales y permitiendo que corra sobre el planeta un aire democratizador cuyo único objetivo ha sido, desafortunadamente, poner el mercado al alcance de todos los consumidores. (Tal vez por eso las revistas internacionales insisten en publicar las fotografías de los nuevos millonarios rusos cruzando la Plaza Roja a bordo de sus Mercedes Benz. Lenin debe estar revolcándose en la tumba.) Peor aún, algunos temerarios sostienen que el efecto democratizador ha sido en gran medida producto de la globalización de los mercados, y que podría explicarse como un ejercicio más de la libertad de elección: ¡la venta de candidatos políticos envueltos en papel de celofán! ¿Quién dice que no se puede? Este concepto de libertad mercantilista es promovido por una poderosa casa de bolsa estadunidense, para la cual ``los objetivos de la libertad individual y los de las oportunidades económicas van de la mano'': compro, luego existo.