Orlando Delgado
Asignaturas pendientes
Tres hechos ilustran la situación por la que atraviesan los bancos: el Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB) inicia sus operaciones determinando cuotas ordinarias de los bancos y estableciendo el programa de reducción de la protección a los ahorradores individuales; Cabal hace explícito el monto de sus aportaciones a las campañas de Colosio, Zedillo y Madrazo, las que muy probablemente se hicieron con recursos de los ahorradores de Banco Unión; los bancos se quejan de las cuotas al IPAB, señalando que son altas, sobre una base demasiado amplia (los pasivos y no los depósitos), que tendrán que repercutirse a los usuarios (ahorradores, deudores y todo aquel que utilice los servicios bancarios).
Las cuotas ordinarias que se fijaron para proteger el ahorro no fueron establecidas por el IPAB; en realidad, se atendió al mínimo señalado en la Ley de Protección al Ahorro del 20 de enero de 1999, precisamente la ley que redactaron Hacienda y el Partido Acción Nacional (PAN), con la que se ``resolvió'' la cuestión del Fobaproa, y que los banqueros aceptaron y reconocieron como adecuada. El IPAB, al acordar la cuota mínima permitida, fue cauto; en realidad, lo esperable hubieran sido cuotas mayores y, sobre todo, diferenciadas. La situación de los bancos es todavía frágil: algunas instituciones enfrentan altos niveles de cartera vencida, lo que les obliga a constituir reservas crediticias que impactan sus resultados; se requieren, además aportaciones de capital significativas para apuntalarlas.
Pero lo central en la situación es la enorme heterogeneidad en la solvencia y solidez de las instituciones. Todos sabemos la situación de quiebra de Bancrecer, pero tiene que hacerse explícita la situación real de Serfin e Inverlat, para solo señalar los grandes bancos. El IPAB, al establecer cuotas ordinarias iguales, evade enfrentar con el realismo y la crudeza requerida los diferentes niveles de riesgo existentes en el mercado.
La misma cautela se observa en el programa para desproteger el ahorro individual. Del mismo modo, el IPAB toma todo el plazo que le concede la ley, evitando la generación de una cultura del riesgo entre los ahorradores, manteniendo la idea de que las quiebras individuales no podrán presentarse. Esta cautela del IPAB confirma que la crisis bancaria no ha sido resuelta; los bancos siguen contrayendo el crédito, elemento fundamental para que la economía recupere su capacidad de generación de empleos y mejora en los niveles de vida de los mexicanos.
Sin embargo, la reacción de los banqueros ha sido contraria a la tibieza del IPAB. Han mostrado su desacuerdo con las cuotas ordinarias, advirtiendo que impactarán el costo del crédito y de los servicios bancarios; en lugar de aprovechar para declarar su disposición a realizar un esfuerzo de eficiencia y aceptar que el impacto se concentrará en su margen de utilidad, lo que hacen es informarnos que al comparar internacionalmente las cuotas, éstas resultan muy elevadas.
Esto ya lo sabían desde la promulgación de la ley. ¿Por qué los banqueros en tan sólo cuatro meses cambiaron de opinión? Por una razón muy simple: para ellos hubo un cambio significativo en la opinión pública, de modo que el IPAB debe ver hacia delante y no pagar las consecuencias de su antecesor. Así como en su percepción de la situación política el Fobaproa ya no existe, pueden corregirse los acuerdos de enero, para permitir el sano desempeño del sistema bancario.
Las revelaciones de Cabal, para la Asociación Mexicana de Bancos (AMB), no cuestionan a los bancos, sólo tienen que ver con el asunto del financiamiento de las campañas políticas; el problema le corresponde al Instituto Federa Electoral (IFE). Sin embargo, para amplios sectores de la opinión pública, quedan muchos elementos pendientes que imposibilitan que el saneamiento bancario haya quedado resuelto: las auditorías que está realizando Mackey no han llegado a término, las operaciones irregulares no han sido reveladas y las actividades negligentes de las autoridades tampoco se han reconocido.
La extraordinaria insensibilidad de los banqueros sólo es explicable porque con el nacimiento del IPAB creen que se enterró el escándalo del Fobaproa; están seguros de que el acuerdo del PAN con Hacienda, ratificado al destrabar al formación de la junta de gobierno, permite operar en una correlación de fuerzas favorable al proyecto neoliberal. Olvidan que hay asignaturas que tienen que resolverse, ya que de otro modo la reforma necesaria del sistema financiero seguirá esperando que la confianza en la honorabilidad bancaria se recupere. Cabal y sus aportes millonarios siguen siendo una muestra de un funcionamiento de las instituciones de crédito, muy lejano de las ``sanas prácticas bancarias'', pero muy cercano al PRI.