La Jornada viernes 11 de junio de 1999

LOS SALDOS DE KOSOVO

SOL Finalmente, luego de 78 días de bombardeos y devastación de amplias zonas de Kosovo, Serbia y Montenegro, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y el gobierno y el ejército yugoslavos alcanzaron el pasado miércoles un acuerdo para poner fin a la ofensiva bélica aliada en esa región de los Balcanes. En el acuerdo, que ambas partes quieren hacer pasar como una victoria, se establece que las tropas yugoslavas deberán salir de Kosovo de manera prácticamente inmediata -en un máximo de 11 días-, a fin de que una fuerza militar de la OTAN sea desplegada en la provincia para permitir a un millón de refugiados albanokosovares el retorno seguro a sus lugares de origen. Además, la alianza se comprometió a suspender sus bombardeos una vez que el retiro de Kosovo de los contingentes militares y policiales yugoslavos se haga efectivo.

Por su parte, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ratificó ayer -con la abstención de China- una resolución que propone, entre otras cosas, el despliegue en Kosovo de una fuerza militar internacional que sustituya a las tropas de la OTAN, el desarme de las milicias del ELK, el establecimiento de una autoridad civil provisional bajo la supervisión de la ONU y la colaboración de gobiernos y organismos tanto en lo tocante a la reconstrucción económica de la provincia como en el cumplimiento de los dictámenes del Tribunal Penal Internacional.

Ciertamente, cabe congratularse por el fin de la guerra desatada por la OTAN en los Balcanes, una agresión que además de vulnerar la legalidad internacional y desdeñar a la ONU, agravar la situación de violencia y odio étnico en Kosovo y tensar peligrosamente las relaciones internacionales, causó la muerte de miles de civiles inocentes -tanto serbios como albanokosovares-, exhibió el cinismo y la prepotencia de las potencias occidentales -sobre todo de Estados Unidos- y provocó la destrucción de gran parte de la infraestructura yugoslava. Sin embargo, aún falta mucho para que en Yugoslavia pueda alcanzarse una paz duradera y, desafortunadamente, mucho más para lograr la reconciliación entre los grupos étnicos en conflicto. Inclusive, pese a los acuerdos suscritos, las garantías de que no se reiniciarán los enfrentamientos, ya sea por parte de la OTAN, del ejército yugoslavo o de las milicias del Ejército de Liberación de Kosovo, son frágiles y los resquemores y las desconfianzas entre los bandos permanecen vigentes.

Por otro lado, ha de tenerse en cuenta que ni la claudicación de Milosevic ni el cese de los ataques aliados ni, inclusive, el retorno de los refugiados a sus hogares bastarán para asegurar la paz, la reconstrucción económica y el establecimiento de una autonomía democrática en Kosovo, como tampoco lo serán para restañar las hondas heridas -la posibilidad de que la minoría serbia sea objeto de represalias es un riesgo inquietante- que este conflicto ha dejado entre los habitantes de Yugoslavia. Así, resulta evidente que sin la erogación de cuantiosos recursos por parte de los países miembros de la OTAN para la reconstrucción de la infraestructura y las fuentes de empleo arrasadas, tanto Yugoslavia en general como Kosovo en lo particular se convertirán en una caldera que podría estallar en cualquier momento.

De igual manera, mientras los responsables de cometer crímenes contra la humanidad, cualquiera que sea su nacionalidad o bando, no sean juzgados y castigados conforme a la ley, y la OTAN no asuma su responsabilidad en la muerte y el sufrimiento de miles de inocentes, muy poco es lo que podrá avanzarse en la reconciliación social en Yugoslavia y en el establecimiento de un esquema pacífico y civilizado para resolver los conflictos a escala mundial.

A fin de cuentas, la guerra en Kosovo ha dejado una severa y perturbadora lección: pese al honroso y crucial esfuerzo desplegado en el mundo por incontables personas y organizaciones para que el diálogo, la legalidad internacional y el respeto a los derechos humanos sean la norma en las relaciones entre países y sociedades, la violencia y la barbarie volvieron a imponerse sobre la razón. La guerra en Kosovo terminó, si es que realmente ha finalizado, en una derrota para todos.