n Juan Soriano, niño de mil años, título del nuevo libro de la periodista


El es un espíritu de los bosques que flota por encima del común de los mortales: Poniatowska

Angélica Abelleyra n Octavio Paz lo llamó ''niño de mil años" y Elena Poniatowska retomó aquella definición puntual y cariñosa del poeta para dibujar con palabras a Juan Soriano y ofrecernos una deliciosa biografía, una especie de autorretrato a partir de un diálogo ininterrumpido durante 45 años que dio origen a Juan Soriano, niño de mil años (Plaza & Janés) o un libro que la noche del jueves fue considerado ''el mejor" de todos los que la periodista ha hecho de entrevistas, porque es ''el más fresco, descarado y genuino", donde el personaje se presenta de cuerpo entero, con sus miedos, sus fragilidades y su sabiduría.

Instalados en el Museo Soumaya, en la sala colmada de esculturas de Augusto Rodin, la entrevistadora y el pintor se reunieron con los escritores Alberto Ruy Sánchez y Juan Villoro en una especie de tertulia en la que discurrieron ideas, anécdotas y guiños, pero sobre todo amistad.

Los presentadores coincidieron en muchos puntos, pero sobre todo en dos: la importancia de que Poniatowska le otorgara un lugar relevante en la biografía a Marek Keller, compañero del pintor desde hace muchos años, y que además de regalarnos la voz fiel del artista jalisciense, la periodista entregue en el libro ''un retrato del siglo cultural mexicano" a partir de las vivencias del creador que ''odia la grandilocuencia y pregona una cultura de la sinceridad y el desenfado".

Mujer cubierta de voces

Alberto Ruy Sánchez inició la velada. Habló de Elena Poniatowska como la autora que lo deslumbró desde sus primeras obras, ya que ''además de saber escribir, sabía escuchar". Entonces, confesó públicamente un sueño erótico con la narradora de Hasta no verte Jesús mío: ''Fue un sueño extraño pues la imaginé vestida únicamente con hilos de cintas de grabadora que cubrían todo su cuerpo. Nunca pude desvestirla por completo y fue inaccesible para mí. Luego que recuerdo eso veo el significado: ella es esa mujer cubierta de voces".

Más adelante, el autor de En los labios del agua indicó que si bien en el libro en torno de Soriano ''no hay un dato que no conozca, lo increíble es que me sorprende y me divierte porque Elena tiene la gracia de permitir que salga la voz interior de Juan y, más allá de la anécdota, permanezca esa persona hecha de un millón de facetas que, con su poco pudor, muestra sus debilidades que le dan fuerza".

Recordó entonces que si Paz definió a Orozco en el ámbito de ''lo trágico", a Siqueiros en ''el melodrama" y a Rivera en ''la comedia", él se lanzó una vez a preguntarle a Soriano en qué género se ubicaría: ''en la zarzuela", le respondió Juan a Ruy Sánchez y por eso destacó el ''espíritu festivo, cachondo y vital" del escultor.

Juan Villoro, en segundo turno, hizo hincapié en la tarea de Poniatowska de haber ''reinventado la oralidad" en todos sus libros anteriores, pero resaltó el que nos ocupa por su carácter ''fresco, genuino, descarado y personal" donde es notable lo mismo el tino del conversador como la eficacia del oído de quien sabe escuchar. Como su colega, Villoro reconoció en Soriano ''ese mundo de la zarzuela" que el tapatío asumió desde niño, cuando su nana se travestía de hombre en funciones privadas de teatro, y él se dejó encantar por el universo fantástico de los títeres, esos seres descoyuntados que no pretenden ser otra cosa.

Interrumpido por una alarma de seguridad que alteró momentáneamente el ritmo de la tertulia, el narrador opinó sobre ''el disparador epigramático" que es Soriano, así como el gran conversador que maneja a la perfección los aforismos.

Quitar la solemnidad a las tragedias

Villoro subrayó el riesgo que el pintor asume ''a ser feliz" y ejercer con sentido pleno el erotismo, a contrapelo de lo que sucede en la realidad.

''Su felicidad es una de las más sabias disidencias de la vida cultural mexicana", cerró el cuentista, para dar paso a la voz de la entrevistadora. Poniatowska, entonces, leyó primero una partecita de la primera página del volumen y después dijo:

''Hay libros que salen y otros no. Este libro le gustó a Juan y su gusto fue mi gusto y mi risa. Imposible escucharlo sin sonreír. Juan le quita solemnidad a las peores tragedias. En nuestro país solemne, prosopopéyico, cabroncito, donde todos suelen tomarse en serio, él es espíritu de los bosques que flota por encima del común de los mortales.

''El ha sufrido, pero nos ha dado alegría. Hoy es mi santito de palo, el santo al que me encomiendo. Santito, Juan, no me dejes, tu vista no apartes, rehilete, hazme caso, santo de mi devoción, hazme compartir tu percepción... Amén".

Al final, el santito Juan prefirió no hacer ningún comentario y, en cambio, optó por continuar sonriendo con todo lo dicho por sus amigos.