Casi todos los días, haya o no causas razonables que lo justifiquen, los principales noticieros del monopolio televisivo de dos cabezas lanzan ataques francos o insidiosos, ajenos a la objetividad y el profesionalismo, contra el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas electo democráticamente en 1997 con una votación abrumadora.
Con diferencias de matiz y tono realizan esa malintencionada y partidarista labor los noticieros de Javier Alatorre, de TV Azteca, y de Abraham Zabludovsy y Guillermo Ortega, de Televisa, por mencionar a los principales. Tal acoso se inició desde las primeras semanas del gobierno democrático y su propósito evidente es crearle al gobierno del DF la imagen de incompetente para resolver los grandes problemas que agobian a esta gigantesca zona conurbada: la inseguridad, la corrupción extendida, contaminación, transporte y otros. En su campaña sistemática, insidiosamente sugieren que tales problemas pueden ser resueltos fácilmente, y si eso no ocurre es porque el gobierno es incompetente; ocultan que si el PRI en el poder no pudo superarlos sino, al contrario, agravarlos en su larga permanencia en el gobierno del DF, un gobierno democrático, acotado por las leyes, no puede ponerles fin, no digamos en unos meses, sino siquiera en tres o seis años. Pero es lo que menos importa a sus adversarios, entre ellos los noticieros mencionados; para ellos lo principal es el golpeteo permanente, minar políticamente a Cárdenas, cerrarle el camino, desprestigiar al primer gobierno democrático y de izquierda en la capital del país.
El lunes 7 y durante cuarenta y ocho horas, esa campaña televisiva contra el gobierno del DF llegó provisionalmente a su nivel más alto, con motivo de la ajecución mafiosa de Francisco (Paco) Stanley. Las dos empresas mostraron su capacidad para la manipulación de un grueso sector de la opinión pública y de grandes masas populares, además de su absoluta carencia de escrúpulos y responsabilidad social, sobre todo de Televisión Azteca. Descargaron todo su odio político e ideológico contra el gobierno de Cárdenas, y con su conducta evidenciaron ser un grave peligro para la vida democrática del país. Son medios de comunicación poderosos, sin control democrático, que permiten que media docena de locutores malintencionados lancen al aire, impunemente, cualquier cantidad de afirmaciones infundadas contra un gobierno y construir un clima de linchamiento, como ocurrió desde el mediodía del lunes 7 hasta el miércoles, aunque Televisa ya el martes cambió el tono y abrió espacio a las opiniones del gobierno del DF; mostró más profesionalismo.
La aturdidora campaña de manipulación tuvo también como objetivo desviar la atención de la gente sobre por qué fue victimado Paco Stanley. Esto es importante, pues ese asesinato no fue producto de la delincuencia común, sino una ejecución como las tantas que realiza el crímen organizado. ¿Tenía Paco Stanley relaciones de cualquier especie con el narcotráfico? ¿Se cruzó en su camino sin pensarlo, sin proponérselo? ¿Por qué fue ejecutado? Son preguntas que deben contestar las autoridades, tanto las del DF como las federales.
Aquí lo que importa subrayar, sin embargo, es el preocupante papel de la televisión; su politización contundente en este caso, su capacidad manipuladora, su falta de profesionalismo al informar (con contadas excepciones), su militancia en contra del PRD, la ausencia de pluralismo -la salida de Ricardo Rocha de Televisa no anuncia nada bueno- y el hecho de que, tal como se conduce actualmente, no contribuye en modo alguno a la solución democrática y civilizada de los problemas nacionales. Es evidente la necesidad de cambios sustanciales en esta materia. El Congreso de la Unión tiene la palabra.
Pero si es explicable que el bipolio televisivo actúe como ocurrió a principios de la semana -por posiciones políticas, ideología e intereses económicos-, no tiene explicación y menos justificación la ausencia de una estrategia informativa del gobierno del DF. No hubo respuesta alguna a la ofensiva de la televisión. Es comprensible, por eso, la irritación de mandos medios y altos del gobierno de Cárdenas por la ineficacia de Pablo Marentes, el jefe del área de comunicación del gobierno capitalino, de la que informó Jaime Avilés hace un par de días en estas páginas. Pero también es injustificable la parálisis del PRD en el DF, su falta de iniciativa para responder. Se pasmó por muchas horas ante la ofensiva de los Alatorre, los Zabludovsky, los Castillo Peraza. No debe perder de vista que lo que viene puede ser peor.