n Cuatro muestras en el antiguo palacio de los condes de Santiago de Calimaya
En el Centro y los barrios, entre ilusión y cotidianidad
Angel Vargas n En el transcurso de casi una centuria, ''la picota de la avaricia y la ignorancia, de la abulia y la estulticia" ųcomo señala Guillermo Tovar de Teresa en su ensayo La ciudad de los palacios, crónica de un patrimonio perdidoų derribó gran parte de una metrópoli que fue escogida por las deidades prehispánicas para ser el ombligo de una nación.
En el umbral del próximo milenio, de la magnitud de aquella ciudad de México del siglo pasado y principios de éste, cuya extensión abarcaba principalmente lo que hoy se conoce como el Centro Histórico, más que una memoria nos queda una ilusión.
Ante tal realidad, el Museo de la Ciudad de México se dio a la tarea de montar una exposición en la que es posible descubrir algunos de los fragmentos perdidos de esa urbe: calles, edificaciones y formas de vida de los citadinos decimonónicos.
Un Centro extraviado es la muestra que incluye 242 fotografías, en su mayor parte estereoscópicas, que fechadas entre 1852 y 1908 se constituyen entre los testimonios fotográficos más antiguos de la capital de la República. Dicha colección fue donada al recinto por el propio Tovar de Teresa, luego de que dio pie a su ensayo.
Y eso no es todo, de forma simultánea a la ya mencionada y estrechamente vinculadas con ella fueron inauguradas tres exposiciones más, que con el título Algunos barrios encontrados se acercan con una ''mirada diferente" a un trío de populares y característicos asentamientos metropolitanos: el ''barrio bravo" de Tepito, la colonia Buenos Aires y el pueblo de Míxquic.
Con las cuatro exposiciones, que se exhiben desde el pasado 25 de abril y culminarán el 11 de julio en el antiguo palacio de los condes de Santiago de Calimaya, sede del Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30, Centro Histórico), éste cumple con uno de sus intereses primordiales: enlazar el pasado con el presente para dar cuenta pormenorizada de la urbe más grande del mundo.
Experiencia tridimensional
Un Centro extraviado puede ser definida como ''experiencia decimonónica en tercera dimensión", dice Anabelle Vargas, investigadora adscrita al espacio museístico.
En un recorrido por la muestra pudo constatarse que la también historiadora había sido muy precisa en sus palabras, ya que además de las fotografías de época que la integran, pueden apreciarse seis grandes fotomurales y 12 posters en tercera dimensión, así como 43 estereoscopias (fotografía doble de una misma imagen que vista con la ayuda de una especie de binoculares adquiere volumen).
Unos lentes para percibir el efecto en tercera dimensión son el boleto de entrada a este ''paseo inusual" por la antigua ciudad de México y sus alrededores, entiéndase el actual Centro Histórico. La reproducción gigante de un plano de 1864 marca la ruta que habrá de seguirse.
Gran parte de las fotografías y estereoscopias exhibidas cuentan con sendas imágenes al margen que sirven de referentes actuales, además de un breve texto explicativo. Asimismo, en una sala se proyecta una serie de películas con las primeras tomas de la ciudad y, en otra, diapositivas de la Alameda Central.
Para darle mayor sabor de época, la exposición fue enriquecida con un guión sonoro elaborado por el compositor José Antonio Guzmán que ''nos lleva desde los salones de las viejas casonas hasta las calles, plazas y teatros de toda índole".
Hasta aquí el periplo que podría ser calificado como nostálgica ilusión. Ahora corresponde subir los peldaños del tiempo y, paralelamente, los del museo. En el segundo piso del inmueble se albergan las tres exposiciones Algunos barrios encontrados, que individualmente se intitulan Tepito: el objeto invendible, La culpa por la fama: Buenos Aires y Doctores Sur y Míxquic: subsuelo vivo.
La idea general de cada una es dar la palabra a los barrios, es decir, más que representarlos o recrearlos, permitir que sus habitantes compartan y creen su vida diaria, grupal y colectiva dentro de las paredes del recinto, explica la investigadora.
Agrega que éste es uno de los proyectos que mayor interés despertaron en el director de la institución, Conrado Tostado, quien se propone hacer de las calles de la urbe una sala más del museo.
Tepito, historia de una reputación
Curadora de Tepito: el objeto invendible, Anabelle Vargas indica que la idea fue acercarse a esos tradicionales barrios mediante prácticas y acciones poco conocidas y no con el lugar común que los caracteriza.
Explica: a Tepito no llegamos por el tianguis, sino por la parte sentimental de sus habitantes; a la Buenos Aires y la Doctores no por la venta de autopartes ni la violencia y actos delictivos de los que informan los medios, sino por un desfile de carros alegóricos que anualmente se celebra ahí en honor a la Virgen de San Juan de los Lagos; y a Míxquic no por elDía de Muertos, sino por la veneración que le rinden a las piezas prehispánicas.
Cada una de las muestras resulta agradable y aleccionadora experiencia sobre diversas situaciones y costumbres de esos lugares del Valle de México. El diseño museográfico, por medio de instalaciones, hace que lo anterior sea posible.
Luego de dar un vistazo a La culpa por la fama..., curada por el investigador Ricardo García Páez, y a Míxquic..., de cuya curaduría e investigación se encargó Celia Cepeda, Anabelle señala algunos detalles sobre su exposición.
Al igual que las otras dos, la dedicada al ''barrio bravo" de Tepito ųcuyo nombre según algunos creen se deriva de los vocablos náhuatl tequipehuca (donde comenzó nuestra esclavitud) o tepiton (pequeño)ų proyecta a manera de cédula de sala un video en el que se hace un recuento general sobre la historia del lugar.
De esta forma, el público se puede informar que este barrio, ''aunque oficialmente no existe", sobrepasa el medio milenio de antigüedad y que en él se consumó la Conquista, pues allí cayó preso Cuauhtémoc. Asimismo, que a principios de siglo se estableció ahí una extensa zona de tolerancia en casas de asignación: prostíbulos oficialmente clasificados de cuarta categoría. ''Desde entonces, a Tepito lo marcó la reputación de barrio peligroso, donde se traficaban drogas y objetos robados".
El aumento de la población hizo necesario construir las famosas vecindades, símbolo de la cultura del lugar, como se explica en el folleto de la muestra: ''En sus patios se fraguó una manera de vivir, de hablar, de bailar, de comerciar y se hicieron muchos de los mejores boxeadores del país y del mundo".
No podía pasarse por alto el sello característico del sitio: el comercio, el cual comenzó en los primeros años de este siglo con la venta sobre todo de ropa y objetos de segunda mano, y que alcanzó su esplendor a partir de los años setenta con la entrada de la celebérrima ''fayuca".
Pero, como se dijo, la idea de la exposición no consiste en detallar las características por todos conocidas, sino permitir que la vida del barrio se apropie del museo. Para conseguirlo, la historiadora tuvo que recorrer durante varios días las calles tepiteñas y solicitar a los vecinos un objeto entrañable cuyo valor sentimental les impidiera deshacerse de éste.
Al mismo tiempo que prestaban las piezas, a las personas se les pidió que escribieran un breve texto para describir su significado. Con ello, es posible apreciar decenas de historias personales que en conjunto detallan la de la colectividad.
Desde una playera con la leyenda de un grupo cumbiambero hasta un reconocimiento militar signado por el presidente Benito Juárez conviven en este ''mar de historias", indica la investigadora.
En la sala se exponen decenas de fotografías familiares, herramientas de oficios actuales y ya desaparecidos, botines de boxeadores, vestidos de novia, instrumentos musicales, zapatos, medallas, balones de futbol, el primer padrón de comerciantes de Tepito, diplomas, casetes de música, máscaras de luchadores... En fin, todo aquello que represente un tesoro para el orgulloso tepiteño, como aquel que escribió: ''Haber nacido en Tepito es un regalo de Dios, porque aquí nadie se muere de hambre".
Para terminar, Anabelle define su exposición: ''Finalmente, es un tianguis de un barrio de comerciantes, pero en el que se presentan piezas que ellos jamás venderían".
Con el fin de enriquecer este trío de muestras, se integró un programa de acciones paralelas, desde visitas guiadas, charlas y conferencias hasta talleres, representaciones teatrales, performances y espectáculos musicales, en los que intervienen habitantes de aquellos barrios y especialistas, y que están abiertos al público.
(Para informarse sobre estas actividades, se puede acudir o llamar al Museo de la Ciudad de México al 5542 06 71, 5542 00 83 y 5542 04 87. Las exposiciones están abiertas de martes a domingo de las 10:00 a las 18:00 horas.)