n Bastarían $ 500 mil para restaurar su estudio en el Museo de la Ciudad de México
Clausell, obra pictórica que encierra un delirio
Angélica Abelleyra n Medio millón de pesos se requieren para dar nueva vida a un universo callado y mágico, hecho de pintura que encierra un delirio: el estudio de Joaquín Clausell.
Se trata de la intervención impostergable en los muros del taller situado en el Museo de la Ciudad de México, donde el pintor campechano (1866-1935) hizo una especie de diario íntimo con mil 300 bocetos, pequeños cuadros simbolistas donde cristos y caballos, mujeres desnudas y ángeles, mares y bosques conforman el ''mapa del lúcido delirio a través del cual Clausell salía al encuentro de sus fantasmas", ha escrito Juan García Ponce de estas pinturas regidas ''por la loca libertad de la imaginación".
Y es que al tiempo, el movimiento continuo y el hundimiento que se producen en la ciudad, especialmente en el área del Centro Histórico donde se erige el palacio de los condes de Calimaya, se suman algunas restauraciones ineficientes que perjudican la superficie con la obra de Clausell, ejemplo sin paralelo en el panorama de la pintura mexicana del siglo XX.
Deterioro irreversible
A decir de Conrado Tostado, director del museo dependiente del Instituto de Cultura de la Ciudad de México (ICCM), se tiene un diagnóstico para saber el estado de conservación del conjunto pictórico y existe una propuesta de intervención a cargo del equipo que encabeza María del Consuelo Chufani Zendejas, integrado por nueve especialistas (fotógrafos, químicos, arquitectos y restauradores) de la UNAM y de otras instancias como el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
''Se requieren cerca de 500 mil pesos para devolver la belleza integral a esta obra fantástica de Clausell. Tenemos el diagnóstico para hacer las labores de limpieza, atender varias grietas y humedades así como para quitar el barniz que afecta a los murales. Si esto no se hace pronto se agravará la humedad. El proyecto es del ICCM, existe el dictamen, pero no hay dinero. El Instituto Nacional de Bellas Artes supervisaría las labores pero ninguna institución ha dicho algo en cuanto a la disponibilidad de dinero", aclara el titular del museo, al tiempo que ofrece un recorrido por el cuarto de estudio de 14 por 6 metros, a la vista un poco sombrío por la carga de barniz que le da un tono amarillento al mural.
El dictamen de 35 cuartillas, cuya copia fue proporcionada a La Jornada, se presentó el pasado diciembre por la restauradora Chufani Zendejas. En él califica de ''inminente" una intervención en los murales de Clausell, tanto en los aspectos de conservación, restauración y preservación, ya que ''los daños que se presentan son irreversibles y pueden aumentar".
Las tareas propuestas son: limpieza superficial en seco, limpieza superficial húmeda, fijado de escamas (conservar áreas de capa pictórica en riesgo de perderse y devolver el plano a las escamas deformadas) y consolidación del aplanado (darle nueva adherencia y cohesión a los aplanados dañados). Por lo que respecta al asunto más visible para el público, el barnizado (en algunas zonas con todo y chorreo), el equipo propone ''la necesaria remoción parcial de dicha capa de barniz, hasta un nivel en que se rescate la unidad visual y se respete la importancia histórica que representa dicha capa, al ser un testigo de la intervención realizada con anterioridad". Es decir, que harán una limpieza que no obstruya la apreciación correcta de los colores, la definición de los trazos, la profundidad y la perspectiva de cada boceto, ya que ahora se muestra con una falsa homogeneidad.
Se hará la eliminación de repintes, de resanes ''inadecuados" y aplicación de otros en donde se examine pérdida de aplanado; reintegración cromática y finalmente una capa de protección (no de barniz).
Entre las conclusiones, el diagnóstico apunta que el constante movimiento en el inmueble de Pino Suárez 30 provocó la ''reapertura de fracturas" que ya existían desde los años sesenta, así como de nuevas grietas; de igual manera, el hundimiento ocasionó ''desprendimiento de enlucidos que si se abandonan pueden provocar desprendimientos serios de capa pictórica" y la humedad persiste en el estudio ''traduciéndose en fluorescencias de sales y pérdida de la capa pictórica". Sumado a todo ello, los muros presentan ''un aspecto oscuro y amarillento por la alteración de esta resina empleada de manera absurda en intervenciones anteriores. Devolverle profundidad y colorido a estas pinturas es darle respeto a esta obra que lo merece por su originalidad y belleza", argumenta la restauradora.
Se indica en el dictamen que luego de que en 1960 el gobierno decretó que el inmueble sería sede del Museo de la Ciudad de México, éste ha sido intervenido por lo menos cuatro veces. La primera, en 1963, por Pedro Ramírez Vázquez, cuando ''tal vez" el estudio de Clausell es intervenido, según algunas fotos del archivo muerto del recinto que muestran muchas fracturas resanadas en los muros. Es en esta fecha que podría tener origen la aplicación del barniz ''que no es de la mano de Clausell". Tres décadas después vino otra intervención, de José Sol (del INBA). Era 1995 y consistió en limpieza de hollín, grasa y grafitos; desincrustación de sales, fijado de colores, resane y consolidación de resinas. Según Sol, el barniz ya existía pero no se retiró. En 1996 se realizaron la impermeabilización de los techos del estudio y colocación un plafón de iluminación. En 1997 el equipo Milenio Restauración retiró el salitre de los murales situados debajo de las ventanas, consolidó la capa pictórica, resanó lagunas de ciertos murales e hizo una integración cromática.
Entre los puntos concluyentes de esas intervenciones, los dictaminadores sostienen que los problemas de humedad, pérdida de capa pictórica y aplanados originales ''nunca (fueron) bien resueltos", y que las tareas se han realizado con diferentes materiales, afectando la integridad del conjunto que observa la capa de barniz "muy probablemente" desde 1963.
La pintura, divina palabra
Mucha tinta ha corrido sobre el estudio de Clausell. García Ponce, Xavier Moyssén y recientemente Antonio Saborit han recreado este espacio íntimo. El cuentista de Inmaculada o el placer de la inocencia lo hizo en el libro editado por el Fondo de la Plástica Mexicana en 1973, Joaquín Clausell, óleos y murales; el historiador del arte lo desarrolló en Joaquín Clausell: la casa de las mil ventanas (Telmex de México, 1995) y Saborit lo relató en Los exilios de Joaquín Clausell, editado en la colección Círculo de Arte del CNCA en 1996.
Al escribir sobre el pintor ''anacrónico, situado fuera del tiempo" y que obedeció sólo a su voz interior, García Ponce indica que su estudio fue su ''alma" y la suma de ''los deseos, los sueños y los delirios diurnos cuya cifra secreta surge del reino de la noche". A diferencia de su pintura de caballete, donde nos muestra la naturaleza, las montañas, los bosques, los cielos, Clausell en su taller ųdice García Ponceų ''ha convertido en razón su delirio dándole forma, obligándolo a mostrarse como obra".
Saborit recrea el ambiente bohemio que transcurrió entre pintores e intelectuales de finales del siglo XIX e inicios del XX (los modernistas) y su opción por la vida noctámbula y el ejercicio creativo en espacios íntimos. Ahí estaban los talleres de Julio Ruelas, José Juan Tablada, Jesús Contreras y, por supuesto, Clausell, quien ''para sobrellevar la vida, la pintura fue su música interior, la divina palabra que repetía", relata el historiador sobre quien adoraba el alcohol, era el "abogado gallinas" (le pagaban con gallinas) y quien se cayó de unas peñas en las lagunas de Zempoala, integrándose al paisaje al que dio vida en sus cuadros. Ahora, su universo callado, íntimo, necesita restauración. 500 mil pesos bastarían.