DISQUERO Ť Pablo Espinosa
El soplo del alma
La respiración de Dios: la luz que enciende Mozart (track 6), que agiganta Johann Sebastian Bach (tracks 1 y 13), que eleva Messiaen (track 16) y enaltece Stravinsky (track 18 y final), ilumina un disco límpido, depurador, de belleza transparente: Inspired. The Breath of God (RCA Victor/ BMG Classics) que surgió de un libro, del mismo título, cuyo tema es la iluminación, la inspiración, la procedencia divina de una parte fundamental de la cultura musical del mundo. Testimonios de Leontyne Price y de Wyton Marsalis, entre otras celebridades, pueblan el libro de marras, cuya tesis es harto interesante y da cabida, por supuesto, a las creencias todas y aun la ausencia de ellas. El término breath (aliento, hálito, soplo) es usado en los tratados de apologética y en muchas traducciones bíblicas de manera indistinta y/o alternada con el vocablo inspiration. El soplo divino, la inspiración, el gineceo místico de una parte abrumadora de la literatura musical de todos los tiempos es atribuida, por sus mismísimos autores, a Dios, sea cual fuere el signo. Baste decir que Bach era luterano así como Mozart masón, Messiaen cristiano. Una historia de las religiones podría escribirse también a partir de la producción sonora de los tiempos. Instalado el interés del tema, el material de este disco hermosérrimo es devastadoramente introspectivo, espiritual y, de hecho, curativo, pues he ahí que la armonía puebla la certeza de una fuerza superior que nos impele: la música es, siempre, energía. El track 11, por ejemplo, es un entrañabilísimo juguetito mozartiano de Arvo Part, en el mejor sentido de lo infantil que todos poseemos, o bien la exquisitez extrema del track 5, un pasaje para instrumentos de metal de maese Gabrieli. Trátase de un disco ciertamente inspirador, escuchamos en él cómo un corazón respira.
El soplo del cuerpo
Si la música mueve energía, y los seres humanos estamos dotados de ella, ésta impele por tanto fuerzas invisibles y visibles. Lo apolíneo y lo dionisiaco, el amor platónico y el amor carnal, cuerpo y alma, tienen sus correspondencias en la música también. En contraste/complemento del disco de aquí junto podemos hallar en los anaqueles un volumen asaz interesante y exquisito: 1400-1500 (BMG), de la serie infalible Deutsche Harmonia Mundi y que debe su título a una idea motora de poderes vastos: iluminar los sentidos con la música producida entre los años que refiere el título, que confluyen hacia una de las etapas medulares de nuestra cultura: el Renacimiento, es decir la renovación de los conceptos y las formas de vida, el matrimonio de la idea de ''bellas artes" con el modelo concebido por Platón: ''artes libres" elevando a los artistas a su categoría real, de humanistas y una actitud diversa hacia la forma humana, orientada por la antigüedad clásica y una mirada límpida hacia los cuerpos desnudos. Los aires de cambio ųy todo esto lo retrata el disco que aquí recomendamosų iniciaron a finales del siglo XIII pero se acentúan en el XIV. He ahí, en tal periodo, los textos de Dante, de Petrarca, de Bocaccio, las esculturas de Pisani y las pinturas, oh, las pinturas de Giotto. El poder eclesiástico no tiene más que ceder ante el empuje libertario. Los descubrimientos, las invenciones sin límite (he ahí el invento de milenios: salve maestrísimo Gutenberg) como la imprenta y sus contrapartes, por supuesto, como el revólver. Tenemos, en este disco, la música de los grandes maestros de esa era, aún desconocidos para muchos hoy día: John Dunstable, Guillaume Dufay, Billes Binchois, Jacob Obrecht, Josquin Desprez, Leonel Power, Jean Legrant, Antonio Cornazano, Domenico de Piacenza. El cuerpo nunca deja el alma, he aquí esa música. (Pablo Espinosa)