n El cielo y el infierno de Lola Alvarez Bravo n
n Elena Poniatowska n
Allí va con ''un montón de chivas", un equipo pesadísimo, el tripié, la Graflex, la cámara 8x10 que fue de Edward Weston y le compró a Tina Modotti. Allí va erguida, su pelo largo recogido en un chongo, sus piernas fuertes, sus brazos de abrazar, su boca arqueada que los muchachos en la calle le chulean. La joven Lola Alvarez Bravo va a retratar las tallas del Generalito en la Preparatoria.
Porfiar para imponerse
Su discípula Mariana Yampolsky confirma: ''Ella tomaba cualquier trabajo por difícil que fuera y veía cómo lo podía llevar a cabo". La misma Lola lo confirma:
''Alejandro Gómez Arias, con la exquisita cortesía que siempre lo caracterizó, me encargó mi primer gran trabajo fotográfico. El primer día que llegué a la Prepa con todo mi bagaje, aparato, luces que se me hacían como charamuscas, pensé: 'Me van a comer los estudiantes'. Hay que recordar que el mundo de la fotografía era un mundo de hombres. Y luego luego se me acercó un muchacho burlón seguido por otros: 'Ay, que le ayudamos con la cámara, que le ayudamos con los reflectores', así vacilándome y yo temblaba por dentro y pensaba: 'ƑCómo voy a hacer para imponérmeles?'. Sin más, le dije: 'Sí por favor, gracias, tome usted el tripié y usted los reflectores'. Vamos al Generalito'. Yo cargaba una petaca de este tamaño y de este alto que había sido de Tina Modotti y después de pedirle al administrador que me abriera el Generalito les ordené a los estudiantes: 'Ahora, para alcanzar, creo que voy a tener que subirme en dos mesas, así es de que súbame esta mesa por favor encima de esta otra, encarámese usted primero y ayúdeme con los reflectores? Me volví fuerte y me trepé como chango. Hicimos todo el teatro, sacamos las fotos y le dije al que había empezado a vacilarme: 'Bueno, hágame el favor de decirme cuánto le debo porque usted se ha molestado mucho conmigo y yo creo que usted es de los que pusieron aquí para ayudarme'. Primero se turbó mucho, no supo qué hacer, pero su reacción fue muy favorable porque cada día que llegaba yo a trabajar me ayudaba con cámaras y luces. Lo que sí, tuve que hacer mucho pero mucho esfuerzo para dominarme y abstraerme del mundo exterior y estar sólo atenta a lo que yo estaba haciendo, porque si hubiera yo tomado en cuenta el ir y venir de los muchachos, las circunstancias y el ambiente, un montón de dificultades, pues no hubiera yo podido trabajar."
Derribar obstáculos
En 1930, trabajar era para una mujer enfrentarse a la sociedad entera. La mujer como escopeta, cargada y en un rincón.
Lola, se-pa-ra-da para acabarla de amolar, se lanzó a la calle a hacer fotografías. Sólo Tina Modotti se había atrevido a subir a andamios con su overol, a trepar muros y así también le fue: la pusieron como camote. Líbrenos Dios de decidir la propia vida; eso era cosa del diablo. Pinches comunistas. Toda las mujeres que se atrevían a romper tabús ųLupe Marín, Nahui Olin, María Izquierdo, Antonieta Rivas Mercado, Concha Michel, Aurora Reyes, Frida Kahlo y la caminanta de Benita Galeana, ésa que andaba por los mítines con su petate enrolladoų, todas eran criticadas.
Lola Alvarez Bravo se inventó su cielo y su infierno en la tierra; su cielo entre sus amigos que no podían vivir sin ella, su infierno en el reto cotidiano de salir a la calle a ver. Asumió todos los peligros, todas las dificultades, los sufrimientos y las soledades; aceptó los desafíos, el ''qué dirán", brincó todos los charcos, fijó las texturas de la miseria y sobre todo derribó obstáculos. Se vio a sí misma tal y como era; una joven mujer hermosa y libre. Decidió que a esa joven mujer no le iba a amarrar las manos ni a cerrar los ojos. Tampoco sepultaría su sensualidad. La dejaría cabalgar como lo soñó una noche en que se vio en un campo de trigo maravilloso de metro y medio de alto convertida en una yegua blanca, sus crines y su cola a la altura del trigal y se regodearía en aquella sensualidad del trigo sobre sus belfos, entre sus ancas, encima de su piel de yegua feliz, la yegua más bien hecha del mundo.
Más allá de la riqueza material
''Yo soy de Lagos de Moreno, Jalisco, me apellido Martínez de Anda pero se me quedó el nombre de Alvarez Bravo y todo el mundo me conoce así. Cuando me casé con Manuel me volví otra gente. Sólo vivía en función de él. Compramos unas cazuelas que allá les llaman 'paxtles', les hicimos unos agujeritos para lavar los negativos, alquilamos un cuartito feísimo y lo convertimos en nuestro cuarto oscuro. Manuel me tenía de chícharo. 'Lávale, sécale y muévele'. Yo creía que sólo existía a través de Manuel. Lo único que oía yo de él era: 'Tú muévele, nomás muévele'. Revelábamos sin reloj. Todo lo que ahora es automático se hacía a mano. Teníamos una luz roja para que no se velaran las películas y pasábamos el rollo a mano. Yo contaba: 'Uno y... dos y.... tres y... cuatro' para medir el tiempo y llegar a un minuto, dos, tres, lo que hiciera falta. El ''y" en medio de cada número era indispensable.
''Después de dos años y medio dejamos nuestro famoso cuarto oscuro y nos venimos a México porque ya iba a nacer nuestro hijo Manuel. Fue cuando yo empecé a conocer a Rivera, a Orozco, a Siqueiros, a Frida Kahlo, a Villaurrutia, a Julio Castellanos, a Pepe Gorostiza, a Juan de la Cabada, Rufino Tamayo y a María Izquierdo. Conocer a esa gente, es lo que yo tengo de deuda con la vida, ese privilegio, aunque al principio sólo me animé a escuchar sin decir palabra. Me hice espiritualmente rica y nunca más volví a preocuparme por la riqueza. Conozco a personas que me dicen: 'Qué guaje eres, de veras, Lola, porque no tienes dinero y podrías ser rica porque has conocido a la gente más importante de México', Ƒqué dinero podría darme la felicidad que me dio el trato con ellos?"
Ganar la batalla a la sociedad
Mariana Yampolsky recuerda la forma de contar de Lola, uno y dos y tres y cuatro y añora esa especie de clase de baile para aprender a revelar fotografías.
''Pionera, era un personaje muy fuerte, decidido, a quien le importaba muy poco lo que pensaran de una mujer con iniciativa. Después de divorciada, todo lo hizo sola. Decidía que iba a hacer un proyecto y šadelante! Su independencia fue mal vista. Trepada en escaleras, salí una vez con ella a fotografiar y cuando menos me lo esperaba la vi trepada en una de esas torres de electricidad muy arriba con su cámara, sintiéndose helicóptero. Era de armas tomar en su actitud hacia la vida en una época en que no era bien visto que una mujer fuera independiente. En los años treinta, cuarenta y cincuenta ųadversos a la mujerų fue indudablemente una mujer fuera de serie. Marcada por Alvarez Bravo, salió adelante sin él. Lo quiso toda su vida, lo tenía en gran estima aunque tampoco escondió su resentimiento por una separación que la dejó muy joven con un hijo de escasos años pero no la conocí entonces.
''Cuando fue mi maestra era una mujer independiente, muy buena maestra, con una apariencia autoritaria pero siempre esperaba que el interlocutor respondiera, discutiera y en ese instante olvidaba su fachada estricta y se volvía una conversadora rica y generosa, siempre dispuesta a enseñar lo que ella sabía que es una cualidad que no se encuentra frecuentemente."
Esa mujer excepcional, Lola Alvarez Bravo le dio a nuestro país, además de algunas de sus más bellas fotografías ųEl sueño de los pobres, El ciego, Unos suben y otros bajan, Homenaje a Salvador Toscano, Entierro en Yalalagų un espacio femenino, papel blanco para imprimir, un lente para ver y abrió el paisaje de México, nos hizo atravesar sierras a caballo, subirnos en coche y en camión, investigar, llenarnos de energía, pintar, escribir, actuar, esculpir, fotografiar, ser dueñas de nuestra vida y nuestro cuerpo y sobre todo retó a la sociedad con su ejemplo y ganó la batalla.