ƑA QUE VINO?
La visita de Carlos Salinas de Gortari a nuestro país, aunque ha querido ser explicada por él mismo y sus allegados como un asunto estrictamente privado (circunstancia desmentida en los hechos por las diversos reuniones y entrevistas concedidas por el ex mandatario), ha generado una conmoción en la clase política y la opinión pública nacionales.
En primer lugar, cabría preguntarse cuáles son las verdaderas motivaciones y los objetivos de Salinas para volver al país -luego de varios años de ausencia-, en momentos de sucesoria efervescencia política e inquietud social crecientes, y justamente cuando dentro del partido en el poder se registran importantes reacomodos y tensiones en el marco del proceso para elegir a su candidato presidencial. ƑIntenta Salinas influir en el PRI para defender sus propios intereses políticos, y apoyar a alguno de los aspirantes priístas a la Presidencia de la República? ƑPretende, como puede suponerse de sus declaraciones, exculparse a sí mismo y a su régimen de los agravios que han sufrido los mexicanos, para reconstruir su devastada imagen pública y darse un margen de maniobra con miras al 2000? ƑConstituye su visita una cínica advertencia tanto a la sociedad como a las fuerzas políticas nacionales, el PRI incluido, de que Salinas aún controla importantes e influyentes hilos en el ámbito político y empresarial?
Cualquiera que fuesen sus motivaciones, declaradas u ocultas, lo cierto es que la presencia de Salinas en México ha suscitado la indignación de la inmensa mayoría de la población, y es una muestra de los obstáculos y las complicidades que impiden que quienes han hecho un uso arbitrario, doloso e ilegítimo del poder rindan cuentas de sus actos ante la sociedad. En buena medida, no debe perderse de vista que si bien Salinas es responsable de graves agravios, y probablemente de delitos, en contra de la nación, él no es el único responsable de la debacle que ha padecido el país: para millones de mexicanos, Salinas es la personificación de los peores vicios y lacras del sistema político mexicano y, en buena medida, el resentimiento social que pesa sobre la figura del ex presidente le corresponde también al régimen y a sus aliados por entero.
Como cualquier otro ciudadano, Salinas tiene el derecho de transitar libremente por el territorio nacional, pero tal situación no debería ser entendida como una carta de impunidad ni como una coraza contra las legítimas exigencias ciudadanas de justicia. Carlos Salinas de Gortari debe comparecer ante la nación y, en caso de resultar responsable de irregularidades o delitos, ser sancionado conforme a la ley. En este contexto, el arribo pretendidamente clandestino del ex mandatario, enmarcado en una cadena de complicidades, y el silencio y la pasividad del gobierno del presidente Ernesto Zedillo ante su presencia en el país, no hacen sino ahondar las sospechas y enardecer a la población.
Mientras permanezcan sin esclarecerse sucesos tan graves como el asesinato de Luis Donaldo Colosio; mientras no sea sancionada la desmesurada corrupción y el uso discrecional y hasta delictivo del poder que imperó durante la administración salinista y que, todavía, se padece en la actualidad; mientras no rindan cuentas todos los responsables de la crisis económica, del empobrecimiento de millones de compatriotas, de la claudicación ante el extranjero y de la vulneración de los derechos políticos y sociales de los mexicanos, individuos como Salinas suscitarán el repudio de la sociedad y no podrá establecerse un auténtico estado de derecho y una auténtica institucionalidad democrática en el país.