Las rectificaciones o matices no han sido suficientes.
En cadena nacional, las televisoras se lanzaron contra todas las instituciones, las encargadas de la justicia y las políticas.
Primero, la mira se enfocó sobre las cenizas del Gobierno del Distrito Federal.
Ya se movió hacia el apenas ayer responsable de la seguridad en todo el país y hoy precandidato presidencial del pri.
¿Es un adelanto del comportamiento que tendrán en la crítica etapa electoral que se avecina?
Aquí, las viñetas de algunos momentos clave en la guerra de quienes pretenden convertirse en los grandes electores.
El comandante Stanley
Encaminada en la ``despresurización'' del caso, la procuraduría capitalina dio un ``golpe de impacto'' al mostrar públicamente la credencial que Stanley portaba cuando murió y que lo acreditaba como funcionario de la Secretaría de Gobernación.
(La credencial, que lo habilitaba para traer ``cualquier tipo de arma para uso de persona civil'', fue expedida cuando Jesús Murillo Karam ocupaba la Subsecretaría de Seguridad Pública en esa dependencia y Francisco Labastida era su jefe.)
Ya se sabía que el locutor había sido víctima de cuatro asaltos en los meses previos. Hasta Gobernación le entró al lavado de su imagen. ``Estaba por abrir una empresa de seguridad privada'', argumentó Jorge Tello Peón, ex director del Cisen y ahora subsecretario, para justificar la ``irregularidad'' de haberlo hecho servidor público.
¿Pacorro, jefe de guaruras?
Quizá para ya no ser víctima común de la delincuencia, que hasta en su propia empresa lo asolaba. En marzo pasado, allí le robaron una fuerte cantidad de efectivo (él sospechaba que sus propios empleados). Entonces, solicitó la intervención de las mismas autoridades que ahora investigan su asesinato.
Las indecisiones del ingeniero
La noche del crimen, antes de su conferencia de prensa, Cuauhtémoc Cárdenas fue informado por la pgjdf del resultado de la necropsia y del hallazgo de un ``molinillo'' y de ``un polvo blanco'', evidentemente cocaína -aunque aún no se terminaba el trabajo de laboratorio-. Pese a contar con esta información, sus colaboradores le aconsejaron no adelantar nada sobre el tema. El linchamiento de la tv seguía a todo vapor.
Las dudas
¿Quiénes ejecutaron a Paco Stanley? ¿Quién fue el autor intelectual de su homicidio?
Las indagatorias han corrido con celeridad, profundizando en una hipótesis: fue un ``ajuste de cuentas'' vinculado al narco.
Unas horas después del crimen, en la pgjdf ya se tenía cuatro retratos hablados de los autores materiales.
Urgidos por detener el linchamiento, funcionarios de la dependencia polemizaron con los investigadores del caso sobre la conveniencia de darlos a conocer.
Si salen, será muy difícil seguirles el rastro, decían los policías más experimentados.
Finalmente, el martes soltaron el retrato de El Pelón, con la certeza de que es el matón herido.
Este fin de semana, la pgjdf estaría por presentar otros dos.
Pero además, ya acreditó la personalidad de uno de ellos, gracias a un documento de identidad entregado... por empleados de TV Azteca.
En la escena del crimen
Los investigadores de la pj han comprobado lo siguiente:
-Stanley fue víctima de una celada. Mario Bezares permaneció deliberadamente en el restaurante. Sus escoltas (dos guaruras sin pistolas) se quedaron impasibles.
-Participaron tres pistoleros. Stanley fue muerto por disparos ``directísimos'' provenientes de una arma semiautomática, de calibre .45.
-El operativo fue perfecto: logrado su objetivo, los sicarios limpiaron la escena de posibles testigos y huyeron sin dejar rastros. El Jetta gris no los estaba esperando: pasó por ellos al caer la manecilla del reloj.
-El matón herido por policías preventivos recibió un impacto en el cuello o la cabeza. Lo más seguro es que ya esté muerto.
La difamación
Los judiciales sembraron el ``molinillo'' en la camioneta de Paco Stanley y los médicos de la pgjdf manipularon los exámenes toxicológicos para que dieran positivo, declaró un alto directivo de TV Azteca.
Falta a la verdad, dicen en la procuraduría capitalina. No se olvidan de la insistencia de los familiares del locutor y de funcionarios de la televisora para que se dispensara la necropsia.
A Mario Bezares -sostienen las autoridades- no se le obligó a someterse al examen antidoping; voluntariamente aceptó que se le practicara.
Y pese a que reclamaron que se estuviera ``manchando'' la memoria del locutor, sus familiares nunca solicitaron un segundo peritaje.
La guerra
En nombre de la ``Familia Azteca'', el locutor Jorge Garralda le exigió a Cuauhtémoc Cárdenas que renunciara a la jefatura del gobierno capitalino.
Abraham Zabludowsky comparó las calles del df con las de Kosovo. Y Televisa se sumó al ¡ya basta! a la inseguridad en la capital del país.
El linchamiento seguía cuando la procuraduría confirmó que Stanley había consumido cocaína y portaba el alcaloide cuando murió. Antes de darlo a conocer, comunicó a altos directivos de TV Azteca el resultado de sus pesquisas.
``Hagan lo que quieran. Si salen con eso, nadie les va a creer'', respondieron los del Ajusco.
En las primeras planas de todos los periódicos del miércoles, Stanley apareció como adicto.
Para entonces, los diarios ya habían armado un verdadero ``expediente negro'' del locutor asesinado: distribuidor de drogas en el mundo de la farándula, prestanombres de Amado Carrillo, asiduo visitante de leoneras, protector de antros en la Zona Rosa.
Incluso, se mencionaron posibles vínculos con el prófugo ex gobernador de Quintana Roo Mario Villanueva.
Pero nada de esto les importó a los grandes electores el pasado lunes.
La declaración de la semana
``En el caso de que se compruebe que el señor Stanley era consumidor de drogas, esto no sería justificación para su brutal asesinato (É) los usuarios de drogas no son criminales que deban ser sometidos a la pena de muerte por fusilamiento (É) son enfermos y deben ser ayudados, no agredidos''(Comunicado de Fundación Azteca, del miércoles 9).
(Alberto Aguirre y Arturo Cano)