Masiosare, domingo 13 de junio de 1999
Tapachula, Chis. Es un programa para presumir. Antes de que el secretario de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma, anunciara su decisión de no contender por la candidatura del pri a la Presidencia de la República, antes de que el presidente Ernesto Zedillo diera la señal de arranque del programa de los 100 días (el plazo se cumple el 13 de agosto), el gobierno federal presumió -en anuncios con el sello de Solidaridad- el programa de vivienda realizado en las zonas de Chiapas afectadas por las lluvias en septiembre de 1998. Se trata de un programa sin precedentes, se informó.
La decisión de presumir el programa en la televisión llevó a la fama a Simona Juan, habitante de Villa Comaltitlán, quien apareció en uno de los anuncios diciendo que los damnificados de las inundaciones volvieron a nacer gracias al programa emergente de reconstrucción de vivienda Nuevo Milenio.
Con su doble tragedia a cuestas -su marido la abandonó hace dos años-, Simona trabaja de cocinera por 300 pesos al mes y tiene que ``costurar ajeno'' para mantener a sus cuatro hijos.
Las condiciones de vida de Simona y sus vecinos le dan la razón a Ernesto Pérez Nafarrate, coordinador de la Secretaría de Desarrollo Social en una zona: ``Aquí (en Chiapas) todos son pobres. Hay que ser muy claros: este no es un programa para sacar de la pobreza a Chiapas, sino para resolver la situación de emergencia de los damnificados''.
La solución, sin embargo, tiene sus asegunes. Simona Juan, por ejemplo, se queja, mientras empuña una pala para rellenar de arena el patio de su nueva casa de 36 metros cuadrados de construcción: ``No sé por qué le cortaron en el comercial de la televisión. Sí dije que aquí estamos volviendo a nacer, empezando de nuevo, pero no que estemos felices; ¿cómo vamos a estar bien sin agua (la máquina que metieron para pavimentar rompió algunas conexiones) y con estas inundaciones?''
Pero la familia de Simona Juan, como las otras 60 que viven en el Nuevo Milenio de Villa Comaltitlán, son privilegiados.
En todos los lugares que fueron motivo de atención para los medios y el gobierno se multiplican las quejas relacionadas con la falta de coordinación entre las dependencias encargadas de la reconstrucción, con la exclusión de una parte de los afectados, la falta de escuelas y, sobre todo, con la falta de servicios básicos como agua potable y drenaje.
La carencia de estos servicios puede hacer que en las lluvias que ya comenzaron -pero que arrecian en agosto y septiembre- los habitantes de la costa y la sierra de Chiapas que ``volvieron a nacer'' padezcan de nuevo los efectos de las inundaciones. Quizá no porque los ríos vuelvan a arrastrar casas y gente, sino porque la falta de drenaje propicia la insalubridad y abre la puerta a epidemias.
La primera piedra
Los muertos no habían sido enterrados -muchos ni siquiera hallados- cuando el presidente Ernesto Zedillo llegó, el 20 de septiembre del año pasado, al terreno donde hoy vive Simona Juan. Ese lugar fue el elegido para que el jefe del Ejecutivo anunciara el arranque del programa de reconstrucción de 25 mil viviendas.
Ahí comenzó Nuevo Milenio, el proyecto estrella del secretario de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma.
El 14 de enero de este año, el Presidente regresó a Villa Comaltitlán y entregó las primeras 61 casas.
``Los mexicanos nos probamos a nosotros mismos, una vez más, y le probamos al mundo, que somos capaces de hacer grandes tareas'', dijo.
La hazaña hubiera resultado perfecta, de no ser por un detalle: apenas había colocado el Presidente la primera piedra cuando la Comisión Nacional del Agua (CNA) emitió un dictamen asentando que el terreno era susceptible de inundaciones, según informan autoridades locales y estatales.
Ya no hubo marcha atrás. La solución mágica fue subir 30 centímetros el nivel de las casas, lo cual trajo otro problema: como el Presidente vino a inaugurar las primeras viviendas tuvieron que elevar el nivel de las calles los mismos 30 centímetros.
Pero los patios delantero y trasero se quedaron igual. Y con las primeras lluvias de este año se hicieron albercas.
A pesar de todo, los habitantes de Villa Comaltitlán son afortunados.
En Pijijiapan, por ejemplo, algunos damnificados se niegan a instalarse en el Nuevo Milenio y mantienen una lucha a muerte contra el gobierno, que pretende derrumbar las casas que el río no se llevó. Ya construyeron una barda y no hay manera de sacarlos.
En Tapachula, donde el predio de Nuevo Milenio se inunda cada vez que llueve, se está generalizando la práctica de rentar la casa, pues los beneficiarios se niegan a ocuparla debido a la carencia de servicios.
En los predios rurales, como Barrio Nuevo, también de Villa Comaltitlán, los servicios ni siquiera pueden ser una promesa: técnicamente es imposible introducir el drenaje. Ahí se instalaron letrinas ecológicas, que la gente cree provisionales.
``Lo único que tenemos que lamentar es la pérdida de vidas humanas. Lo demás lo vamos a recuperar y lo vamos a recuperar mejor'', ofreció Zedillo en los días posteriores al desastre.
El 17 de mayo, en su cuarta gira por la zona, sostuvo: ``La palabra que empeñamos es hoy una palabra cumplida''.
Su orgullo era por los resultados del Programa Emergente de Vivienda -ejecutado en conjunto por Sedeso y el gobierno estatal-, que en números globales reporta hasta mayo un avance de obra de 82.5% en los cuatro subprogramas. Entre ellos, destaca el ``04 concentrado'', que tiene un avance superior a 96%, y mediante el cual más de 7 mil familias que vivían en las márgenes de los ríos fueron reubicadas en terrenos seguros.
Los números no muestran, sin embargo, los efectos del descontrol inicial, las fallas en la aplicación del programa, el lucro y el trafique con la ayuda para los damnificados y la falta de coordinación entre las dependencias involucradas (en la reconstrucción intervienen las secretarías de Desarrollo Social, Educación Pública, Salud, Comunicaciones y Transportes y Reforma Agraria , además del gobierno estatal, la Procuraduría Agraria, la Comisión Federal de Electricidad y la Comisión Nacional del Agua).
En los balances oficiales tampoco aparecen las mil 200 familias excluidas del programa de vivienda, ni los problemas de salud agravados por la tragedia, ni el desastre del campo, del cual dependen la mayoría de los habitantes de la región.
A nueve meses de las inundaciones, los problemas brotan en todas partes.
La gran mayoría de los 48 frentes del programa Nuevo Milenio carece de servicios. Los predios más grandes, entre 200 y 600 casas, son cuevas de lobos en la noche, cuando la obscuridad es total. En el día, a temperaturas mínimas de 35 grados, la pestilencia es infame. Las urticarias son tan comunes como las costras de mugre de los niños.
Una tragedia como la ocurrida el año pasado es difícil de pronosticar, pero no los daños que las lluvias que ya comenzaron causarán a la población de la zona, pues el desazolve de los ríos y la reconstrucción de carreteras han tenido un avance lento.
Aunque las autoridades federales y estatales insisten en que ``la gente está mejor que como estaba'', los presidentes municipales se niegan a recibir los predios de las flamantes viviendas.
Tienen sus razones: dicen que los gobiernos federal y estatal les están dejando nuevos núcleos de población llenos de problemas y con graves carencias.
El paquete de la falta de servicios básicos y de escuelas sería de los alcaldes si aceptan la transferencia.
El conflicto de los alcaldes tiene que ver con que alrededor de la mitad de los recursos municipales para obras se destinaron al fideicomiso para la reconstrucción de la infraestructura de la región. Y un dolor de cabeza más para los ediles: la reconstrucción ha dado empleo a miles de hombres que pronto serán un ejército sin trabajo. Muerta gran parte de la tierra productiva, los costeños de Chiapas no tendrán opciones.
Agua sólo mientras estuvo el Presidente
Luz María Ramírez Muñoz ya no aguantó el calor de 40 grados de la costa. Juntó en una cubeta el agua de lluvia que se colaba por las tejas de su nueva casa, y se bañó.
Minutos después, las ronchas tupieron su cuerpo amplio y sólido de 53 años. Los ojos se le llenaron de lagañas. Los muslos, generalmente blancos, le quedaron rojos.
``Salió peor'', dice doña Mary, sobreviviente de la segunda sección del barrio 5 de Mayo, uno de los 14 que se llevó el desbordamiento del río Pijijiapan el 8 de septiembre del año pasado.
A Mary, el río la arrastró cuatro días. Perdió todo. Se salvó por El Lobo, su fiel perro negro, que la sacó del agua, prendida de su correa.
Ahora, lucha por acostumbrarse a las carencias en el Nuevo Milenio.
El predio donde vive, en Pijijiapan, tiene 628 casas y fue inaugurado por el presidente Ernesto Zedillo el 17 de mayo.
Ese día, por fin, hubo agua potable.
El gusto duró poco. Zedillo aún no había llegado al siguiente punto de su gira cuando las llaves quedaron otra vez secas (dicen que por las obras del drenaje se rompieron las tuberías).
Mary mira la hilera de casas disparejas en el terreno impregnado de olor a mierda (por ahí pasa el colector del pueblo) y muestra la suya propia: un espacio de 36 metros construidos en el que apenas caben su cama, una mesa y el anaquel que ha surtido con alimentos para vender. Mira las goteras que se cuelan de las tejas de ``fibrocemento'' de su nueva morada y concluye: ``Son puras sinvergüenzadas''. No le falta razón: las láminas de ``fibrocemento'' son más delgadas que las requeridas según el dictámen técnico. La urgencia se tradujo en improvisación.
El miedo
Miércoles 2 de junio. 10 horas. A la oficina del presidente municipal de Mapastepec, Nicolás Santiago, llegan unos 20 habitantes de Flores Magón, un predio que no entró al programa de reconstrucción pese a los daños sufridos por siete casas.
Los inconformes quieren una máquina útil para encauzar el río El Novillero, porque dicen que ``hizo un brazo'' que va hacia sus casas. Pero la máquina está ocupada en Sesecapa.
Al llegar el alcalde, lo amenazan con bloquear la carretera y quemar la dichosa máquina.
``Si la queman ya no va a servir ni a Sesecapa ni a ustedes y a los dos los va a porrasear el río'', responde Santiago.
Sólo así los calma, pero tiene que llamar a la gente de la CNA para que vayan a revisar la zona.
``Es el temor que hay porque en los ríos no se ha trabajado como se debía'', dice más tarde el edil.
La tragedia impuso un miedo que persiste. ``Antes, cuando empezaban a tronar los rayos le daban gracias a Dios, ahora ven por dónde salir'', expresa el alcalde.
``Dicen que con las lluvias que vienen, Mapastepec desaparece'', comenta Gloria Romero, una previsora mujer que dejó la cabecera municipal para rentar, en 300 pesos, una de las nuevas casas en el predio Loma Bonita de Nuevo Milenio. Todos los días tiene que caminar una hora para vender quesos y cremas. Pero Loma Bonita está en la parte alta del municipio.
Los avances de Albores y la realidad
El lunes 31 de mayo, el gobernador Roberto Albores Guillén anunció que en julio finalizará la reconstrucción.
Luego de una gira, Albores se reunió en Tapachula con funcionarios y legisladores, a quienes aseguró que ``los avances han sido sustantivos... según las evaluaciones que hemos hecho, puede estar totalmente terminado dos meses antes'' de lo previsto.
Luis Adame, gerente general de la zona Golfo Sur de la cna, dijo que se trabaja en siete frentes de la costa y la sierra, con un avance de 95% en desazolves.
Lino Peralta, delegado en Chiapas de la SCT, aseguró que en la autopista Arriaga-Huixtla ``hay avance de 97%, a finales de julio estaremos poniendo en operación toda la red de carreteras de la costa''.
Estas obras son independientes del programa de vivienda de Sedeso, el cual tuvo un presupuesto de 318 millones de pesos (25 para la rehabilitación de casas con daños menores y 293 para los subprogramas de reconstrucción).
Para la infraestructura de la región se estableció un fideicomiso de 2 mil 734 millones de pesos, con participación de los tres niveles de gobierno. El gobierno federal aportó mil 913, el estatal 620 y los municipios el resto.
Pese a los optimistas informes de los funcionarios federales, el 13 de mayo los 35 ediles de la costa y sierra increparon al representante de la CNA, Froylán Torres, porque, aseguraron, los avances en el desazolve de ríos no rebasaban el 30%.
Días más tarde, Nicolás Santiago vio su oportunidad en la gira de Zedillo por Mapastepec: ``Mandé tomar unas fotos del puente de San Nicolás y se las enseñé al Presidente. Entonces le dijo al gobernador que me atendiera'', cuenta el edil.
``Como a los ocho días vino un grupo de diputados federales a supervisar las obras y poco después llegó el equipo. Ahora trabajan hasta de noche. Quieren hacer en 15 días lo que no hicieron en meses''.
Lunes 31. Víctor Hugo Torres, dirigente municipal del PRD en Pijijiapan, y el síndico Diadel Martínez, encabezan la discusión en el local del partido.
Están preocupados. En septiembre pasado, el pueblo quedó incomunicado cinco días. El viernes llovió en la sierra y el agua del río subió al tope. Salió por un brazo hacia El Llanito. El diálogo a muchas voces va así:
-Es que sólo medio canalizaron.
-Eso no es canalizar, es un desazolve, y sólo bordearon dos kilómetros, pero el puente de la carretera no está bordeado, fácil lo tira -dice otro perredista.
-Y apenas es la primera lluvia, viene lo bueno en agosto y septiembre.
Los que faltaron
A sus ocho meses de edad, Ana Sofía conoce mejor el olor del infierno que el de la tierra. Desde el día que nació, el 18 de septiembre, convive con el azufre amontonado en un rincón del albergue Las Vegas.
La vieja quesería abandonada, en Pijijiapan, alojó a muchos damnificados en los primeros tres meses posteriores a la tragedia. Todavía viven ahí tres familias.
Las de Olga Lidia Solís y de Benjamín Toledo Escobar se quedaron fuera del programa de reconstrucción.
``Cuando las lluvias nos fuimos al monte, y cuando regresamos ya no nos quisieron meter. La mera verdad ya nos cansamos de estar yendo a pedir'', dice Benjamín, quien a los 24 años ya tiene que mantener tres hijos.
Y es que, acusan, el presidente de barrio, Maino Pérez Rabanales, no los quiso incluir en las listas.
``En esto no podemos culpar al gobierno. El problema es que los líderes de colonia fueron los encargados de hacer los censos y en unos casos acomodaron las listas a su conveniencia'', dicen.
Hay otros casos, como el de 25 familias del ejido Los Galeana, que tampoco quieren irse al Nuevo Milenio. A ellos, el PRD municipal les consiguió un terreno de 10 hectáreas, con 500 mil pesos que donaron los diputados perredistas de la Asamblea Legislativa del DF.
Para los ejidatarios, lo importante es que el terreno está arriba de la carretera.
El PRD también repartió 500 estufas, que ``nos envió personalmente Cuauhtémoc Cárdenas''. Pero es todo. No tienen material para construir ni garantía de que les pondrán rápido los servicios.
``No somos la Iglesia'', dicen no tan en broma.
Porque la diócesis de Tapachula tiene su propio programa para la gente que renunció al programa oficial: El Jubileo 2000.
La diócesis tiene cuatro proyectos, en los cuales tomó como base el censo de Sedesol: en Pijijiapan, Escuintla, Huixtla y Tapachula, donde hay 66 casas construidas y están en proceso otras 193.
Las diferencias con el proyecto del gobierno son notables: los lotes son de 200 metros cuadrados y las casas tienen tres recámaras, baño, cocina, estancia y techos de cemento.
Los damnificados pusieron el paquete de material que les dio el gobierno y la mano de obra. La Iglesia puso el resto, con aportaciones que recibió, entre otras organizaciones, del grupo Pulsar, Cáritas de Monterrey, Cáritas Internacional (de Alemania y Francia), y de Juan Pablo II (50 mil dólares).
El padre Guillermo Nieto, coordinador general de Cáritas en Tapachula, asegura que el programa del gobierno tuvo desde el principio ``dos grandes defectos'': que la gente que llegó del DF no tenía una estructura de distribución suficiente, y la situación política, porque los partidos estaban metidos en las elecciones locales, que finalmente se pospusieron.
Según la información recopilada en la red de parroquias, 40% de los afectados en las zonas rurales se quedó sin nada.
``Ni siquiera llegaron a hacer el censo'', afirma el sacerdote.
Pone un caso. En Nueva Flor, de 89 casas afectadas, sólo 38 se tomaron en cuenta. ``A los demás no los quisieron oír''.
En total, dice, hay unas mil 200 familias fuera del programa.
``Llegó un momento en que teníamos que cerrar el censo o nunca hubiéramos empezado a construir, pero el programa se difundió por todos lados'', justifica Héctor Cano, delegado en el Soconusco del Instituto para la Promoción de la Vivienda de Chiapas (Inprovich).
En Tapachula, los funcionarios defienden el proyecto al que se han dedicado los últimos nueve meses.
``Es la obra de vivienda más importante que se haya hecho'' en todo el país, dice Pérez Nafarrate. Y da números: ``La empresa más grande de construcción hace 6 mil casas al año. En esto, que es autoconstrucción, llevamos 11 mil, y hay que considerar las complicaciones para conseguir terrenos seguros y levantar los censos''.
¿Y los servicios?
``Van a llegar -asegura el funcionario-. Es imposible construir casas y meter los servicios al mismo tiempo. Haces una o la otra. Lo ideal, claro, es meter primero los servicios, pero aquí era una situación de emergencia, lo importante era hacerles las casas primero''.
La situación actual de la costa y la sierra chiapanecas está muy lejos de la que dibujaba la propia Sedeso en 1994, al valorar los resultados del programa de desarrollo regional, que ``ha permitido impulsar el piso social básico e influido en la generación de empleos productivos, en el abasto, en los servicios y la comercialización, así como en la ampliación de las vías de comunicación, permitiendo que la zona se integre en un plano competitivo a las demás regiones'' (Solidaridad, seis años de trabajo. Sedeso, 1994).
La otra cara de la tragedia
``No sólo se trata de levantar casas. El programa (del gobierno) no va a resolver el problema en la sierra, porque tiene un enfoque urbano, no rural'', juzga el sacerdote Jorge Aguilar, director de Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla San Isidro Labrador (Ismam), organización que agrupa a productores de café orgánico.
La visión de Ismam va, por ello, más allá de la vivienda: un estudio de esta organización indica que el desastre dañó 2 mil 806 hectáreas de tierras cultivables. De ellas, 728 -el 16%- sufrieron pérdida total. Eso significa, explica el ingeniero José Manuel Aguila, coordinador del área técnica, que esas tierras no podrán volver a utilizarse para cultivar.
En cuanto a la producción, se perdieron 18 mil 837.6 quintales de café (cada quintal tiene 57.5 kilogramos), de una producción estimada en 54 mil para el ciclo 98/99.
``El año fue crítico'', dice José Caballero, coordinador de Kay-Kab, grupo que se dedica a la producción de cacao. ``Fue el año que más incendios ha habido en Chiapas, y luego las lluvias. Todo se echó a perder''.
El Nuevo Milenio
Motozintla alberga entre sus 40 mil habitantes a unos 8 mil indígenas mames, los más pobres de la entidad.
Las tierras inservibles tienen ya un efecto: ``Aquí sale cada semana un camión lleno de hombres para el norte'', informa el seminarista Gabriel, en Belisario Domínguez, a 30 kilómetros de Motozintla.
El jueves 2 de junio estuvieron por aquí el secretario de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma, y su par estadunidense, Andrew Cuomo, para observar los logros de Nuevo Milenio: 693 viviendas repartidas en tres predios.
Moctezuma y Cuomo visitaron algunas casas vacías, de modo que no pudieron escuchar las quejas de quienes afirman que sólo recibieron 36 costales de cemento, y no los 90 prometidos.
En la plaza, un joven delgado (``el maestro'', le dicen) instruyó a los pobladores para ``manifestar su emoción para que después venga el Presidente'' y acalló las primeras protestas.
Desde antes de la tragedia chiapaneca, ya existía el concepto de Nuevo Milenio, como un modelo de reordenamiento territorial.
El planteamiento es simple: ante la dificultad de llevar servicios a algunas comunidades, se buscaría crear polos de crecimiento microrregional (concentraciones de población dotadas de servicios) para concentrar a las comunidades dispersas en zonas marginadas.
A finales de 1998, comenzó a aplicarse un programa piloto en los municipios de Aramberri y General Zaragoza, de Nuevo León.
En Chiapas, se dio el nombre de Nuevo Milenio a todo el programa de reconstrucción de vivienda, aunque el único lugar donde se aplicó el modelo original es Acacoyagua, en el Soconusco, donde se construyeron 89 viviendas para familias dispersas en la sierra.
El programa, presuntamente modelo de solución para los rezagos de las comunidades dispersas, se ha topado con la realidad: seis familias ni siquiera aceptaron recibir el material y otras cambiaron el cemento y la lámina por motosierras para reconstruir sus casas de madera, justo donde las tenían.
No todo está mal
El obispo Felipe Arizmendi insiste en que no debe despreciarse o minimizarse el trabajo realizado por el gobierno.
``Las fallas son explicables -dice-, todos quisiéramos que al día siguiente se arreglaran las cosas, pero hay que ser objetivos con la dimensión del desastre. Durante tres meses completos se les dio casa y comida a los afectados, pero las despensas no pueden ser eternas, la gente tiene que asumir su responsabilidad''.
Para el recién nombrado presidente de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Celam), la única vía para revertir los daños es el trabajo comunitario organizado.
El profesor Pablo López, del predio rural de Loma Bonita, no lo ve tan fácil: ``Aquí no dejaron espacio para la escuela'', lamenta, con su veintena de alumnos de todos los grados apretujados en una casa.
El futuro será peor: ``Para el próximo año tengo un censo de 200 niños''.
La situación se complica porque los ranchos donde vivían las familias ahora habitantes de Loma Bonita quedaron a cuatro o cinco horas de camino.
``Los hombres tienen que trabajar, yo he platicado con algunos padres y dicen que cuando se acaben las obras van a dejar a los niños aquí, pero ellos se tienen que ir para sus terrenos, porque ¿de qué van a vivir?''
Cecilia Cruz Pérez aún no entiende lo que pasó. ``El agua no dio salida, de un golpe cayó -dice la mujer, entre sollozos-. A las 3 de la mañana le dije a mi marido el río ya viene, vámonos, pero él no quiso, dijo vamos a esperar la voluntad de Dios''.
No quedó nada. Cecilia y su familia tuvieron que esconderse en el monte, porque al rancho al que fueron a refugiarse también llegó el agua.
Valdivia, donde vivía, era un pueblo de poco más de 30 mil habitantes. El 8 de septiembre desapareció del mapa.
De todos los frentes de reconstrucción, asegura Ernesto Pérez Nafarrate, de Sedeso, fue ``el que tuvo mayor apoyo institucional''. Se reubicaron 576 viviendas y se construyó la escuela.
Paradójicamente, es donde más quejas hay.
``Dicen que mandaron mucha ayuda para acá, pero no llegó, sólo de la Cruz Roja'', dice Cecilia.
``Cuando trajeron las sillas, se enojaron porque la gente se peleó y ya no quisieron dejar más. Lo mismo pasó con el camión de peltre, dicen que lo llevaron a Mapastepec, dicen que no... a saber''.
Su nuera, Martha, cuenta que en la bodega de Mapastepec hay agua de garrafones, pero ``el velador me dijo que era de los soldados y que si ellos no venían se la iba a jalar él''.
En su nueva casa, que ``se llueve por dentro'', se aferran más a la voluntad de Dios.
``Ahorita mi esposo está trabajando en lo del drenaje, gana 50 pesos diarios, para la comida de los niños, pero están atrasados los pagos, no han pagado''.
Su hijo Lupe es jornalero en una bananera y apenas saca a la quincena 480. El otro anda en Tijuana hace ocho meses.
``Ya Dios dirá''.
Muertos | De 400 a 500 |
Desaparecidos | 3,000 |
Comunidades afectadas | 481 |
Personas afectadas | 688,000 |
Damnificados | 282,000 |
Viviendas afectadas | 25,000 |
Puentes destruidos | 22 (de la autopista) |
Cultivos afectados | 2,806 hectáreas |
Causas que agravaron la tragedia
- La gran deforestación de la zona
- La pobreza extrema generalizada
- Formas de convivencia social injustas
- La urbanización en sitios de alto riesgo
- La cultura de la corrupción y la impunidad
Fuente: Estudio de Ismam
Viviendas afectadas: 26 mil, en las regiones del Soconusco, Frailesca, Sierra e Istmo-Costa de Chiapas.
El Programa Emergente de Reconstrucción de Viviendas se aplicó para 10 mil 874 que sufrieron daños estructurales, por medio de tres subprogramas:
1. Reparación de 2 mil 118 viviendas.
2. Reconstrucción en el mismo lugar de mil 120 viviendas.
3. Reubicación en nuevos predios, con 7 mil 646 viviendas progresivas.
3 mil 671 familias (48%) terminaron la edificación de sus viviendas; 2 mil 918 (38%) registran avances superiores a 80% en la autoconstrucción, y las 970 restantes trabajan en distintas etapas de su proceso.
Fuente: Sedesol