La Jornada Semanal, 13 de junio de 1999



Adriana González M.

entrevista con Sylvia Molloy

Grandeza de la literatura menor

Tradicionalmente, los estudiosos de las literaturas hispánicas han querido practicar una ortodoxia, pero tu práctica dentro de esta disciplina ha sido muy distinta. Creo que tu punto de partida es una manera muy original de leer, y al decirlo no puedo dejar de pensar en Borges. Tanto tú como él son lectores sorprendentes.

-Me alegra que me hables de Borges porque él me enseñó a leer. Es decir, me enseñó a desconfiar de las clasificaciones, a atender al detalle, a no clausurar mis horizontes de lectura, a aceptar la literatura como un perpetuo hecho móvil, capaz de interpretaciones sin término.

-Con frecuencia lees textos considerados marginales, excéntricos. ¿Cómo decides cuál vale la pena? ¿Qué es para ti ``un buen libro''?

-Me gusta leer textos considerados menores porque, al no haber sido fatigados por la crítica, brindan la posibilidad de un acercamiento más libre, si quieres, que los textos saturados por lecturas ``canónicas''. Estos textos, frecuentemente llamados ``secundarios'', menos por sus cualidades estéticas que por su resistencia a la fácil clasificación, son material ideal para una lectura que aspira a revisar categorías estrechas y desarmar presupuestos simplistas. Dicho esto, no sé si necesariamente pienso, al leerlos, que se trata de ``un buen libro''. Confieso que sobre todo me interesan cuando han sido descartados como ``malos'' por inverosímiles, exagerados, porque en esa inverosimilitud o exageración encuentro muchas de las ansiedades o los temores de una época. Te aclaro que estoy hablando, sobre todo, de la literatura de fines del siglo diecinueve y principios del veinte.

-¿Tú crees que existe un estilo o forma de leer que puede llamarse queer reading? ¿Cómo dirías esa frase en español? ¿No crees que, a veces, al hablar de sexualidades disidentes o alternativas, es muy distinto lo que se puede decir en inglés y en español?

-La lectura que propongo básicamente busca señales de desasosiego en torno a la construcción de sexualidades, ya en los textos, ya en la manera en que, sistemáticamente, se los ha leído. Busco ``desvíos'', si quieres, pero no necesariamente en textos escritos por ``desviados''. Entonces hablaré de ``lecturas desviadas'', pero quisiera que se diera al adjetivo una acepción fuerte, rescatando las connotaciones sexualmente peyorativas que pueda tener el término. Uso desviado como término provisional, atribuyéndole las mismas connotaciones que puede tener el inglés queer, es decir, un término despectivo que se vuelve fecundo en cuanto se lo resemantiza para describir prácticas de lectura y de escritura que ponen de manifiesto disidencias no subsumibles en la norma. El término queer reading es de difícil traducción, lo sé, y la dificultad misma de la nomenclatura en español merecería sin duda mayor desarrollo; pero esto no significa que, por elusivas razones culturales, la actividad no exista o no sea posible en la crítica hispánica.

-¿Por qué, en el título de Hispanisms and Homosexualities, dices ``homosexualidades'' en plural?

-Digo ``homosexualidades'' para dejar que el término reverbere libremente, despliegue sus múltiples significados, del mismo modo que, en términos más generales, hablaría de sexualidades. No pretendo imponer un modelo de diferencia, o de disidencia, excluyendo a otros.

-Recientemente aparecieron las memorias de Salvador Novo, La estatua de sal. ¿Cuáles te parecen los rasgos más interesantes de este breve libro?

-La estatua de sal me parece un texto decisivo dentro de la escritura autobiográfica hispanoamericana, por una serie de razones. La principal es que rompe con la tradición monumentalizante que tiene el género autobiográfico en nuestros países, con el modelo heroico del autobiógrafo, típico del diecinueve (basta pensar en Sarmiento) pero también frecuentado en el veinte, como en el caso de Vasconcelos. Las autobiografías hispanoamericanas son notablemente pacatas; como decía Severo Sarduy, el yo latinoamericano está siempre en el clóset. No se refería específicamente a un yo homosexual: simplemente a un yo que siempre quiere ``quedar bien'' con la posteridad y que arregla su imagen limando impurezas. En el caso de Novo, no sólo me interesa la suerte de picaresca homosexual que evocan sus páginas sino también, y esto está estrechamente relacionado, el cuestionamiento de una ``alta cultura'' letrada autosatisfecha, heredera de un arielismo algo fácil, que merece ser repensada.