La Jornada Semanal, 13 de junio de 1999
Nacido en Tirana, Albania, en 1955, Bashkim Shehu es hoy representante del Parlamento Internacional de Escritores en España y colaborador del diario español El País. Dicho Parlamento tiene como objetivo impulsar la solidaridad con escritores perseguidos por sus ideas políticas o por sus obras. México y Brasil, en Latinoamérica, son las primeras naciones que se agregan a esa red protectora. Aparte de Salman Rushdie y Wole Soyinka, premio Nobel y actual presidente del Parlamento, son muchos los casos de escritores, no tan famosos, que han perdido sus lugares de origen por diversas causas ideológicas. Por su parte, Bashkim, autor de varias novelas traducidas al italiano y al francés, así como de Confesión junto a una tumba vacía, que circula en español, nos habla de su propio caso.
¿Qué significa para un escritor joven haber vivido primero bajo y contra un régimen político adverso a sus ideas y luego bajo una situación político militar contraria a la vida?
-El problema no es tanto la censura oficial, sino los mecanismos que los individuos interiorizan cuando viven bajo regímenes no democráticos, dictatoriales, o sea, la autocensura. En tales condiciones el papel de la literatura no sólo es literario, tiene otros significados. El resultado es subversivo porque los lectores buscan en los libros un mensaje de libertad. Es muy difícil que bajo tales condiciones un escritor se halle circunscrito a su función literaria. En una situación de dictadura policiaca, como la que vivimos en Albania, los límites de la creación artística o literaria ya están marcados. Estoy convencido de que, en general, no hay verdadera creación si no hay una actitud transgresora. Si ya se han superado determinadas fronteras de libertad, el creador debe encontrar otros marcos de disciplinaÊdel texto. No hay impulso creativo si no existe esta voluntad de trascender los límites.
-No sé hasta qué punto haya sido más o menos relajada la situación en Albania en comparación con los otros países de mayores dimensiones pertenecientes al bloque socialista, pero supongo que para un escritor de una lengua tan escasamente conocida, como es el albanés, debe ser ésta una limitante más. Después de la caída del Muro de Berlín, ¿Europa Occidental siguió realmente interesándose por la literatura que emergía del ex mundo socialista?
-Bueno, primero debo decir que no vivimos una situación más relajada que, por ejemplo, la Unión Soviética. En Albania el sistema estalinista continuó hasta 1990, mientras que las otras naciones comenzaron el proceso de desestalinización desde 1956. Por otro lado, pienso que el interés de Europa Occidental hacia los escritores de Europa del Este se registró durante la permanencia de los regímenes comunistas, pues una vez que éstos se derrumbaron se vino abajo también el interés por sus escritores. No era sólo el atractivo por los autores y sus obras literarias sino por sus significados políticos y sus contenidos y efectos subversivos contra sistemas que mantenían apuntados los misiles hacia el mundo capitalista. Contrario a lo que se cree, el fin de la guerra fría representó también la desaparición del interés de las casas editoriales por nuestras obras literarias.
Por supuesto, dicho acontecimiento social agrega nuevas dificultades para los autores que, como yo, hablamos una lengua utilizada por muy pocas personas, como es el albanés. Un idioma, por cierto, con el que se pueden hacer milagros, comoÊcon cualquier otra lengua.
-¿Hay constantes o territorios comunes en la literatura que se hace o se hacía en esta región balcánica?
-No creo que existan constantes nacionales, pero sí pienso que hay influencias y puntos en común con la literatura de ciertas zonas balcánicas que tienen una misma procedencia o comparten tradiciones históricas y culturales, además de influencias de otros lugares de Europa del Este que se explican por la reciente historia política. Hay corrientes que se tocan y comparten influencias del resto de Europa e incluso de América Latina, sobre todo a partir de los años ochenta, cuando comienzan a publicarse en Albania obras de escritores como Borges, García Márquez o Cortázar.
-¿De qué escritores de la región te sientes más cercano?
-En primer lugar de Ismail Kadaré, un escritor que habla del mismo mundo inmediato, simbólico, y que escribe en el mismo idioma que yo, el albanés. El es quizá el escritor más conocido de mi país, pues ha sido incluso varias veces candidato al premio Nobel de Literatura. Hay otro escritor muy conocido con quien yo me siento muy identificado, Danilo Kis. No sé cómo definirlo porque es de origen judío húngaro, de madre montenegrina y escribía en serbocroata, estudió en Belgrado y pasó el último periodo de su vida en París. Se trata de un autor con una identidad múltiple.
-¿Cómo se ha dado el flujo y reflujo de la literatura que se hace en los Balcanes?
-El problema es que los países balcánicos han tenido pocas relaciones por razones políticas. Yugoslavia tuvo una realidad específica, pues fue el país comunista que no perteneció al bloque soviético y fue más abierto; Grecia ha sido parte de la política de occidente; Bulgaria y Rumania formaban parte del bloque soviético; Turquía está en otra dimensión político cultural y Albania, aunque dejó de pertenecer al mundo soviético a partir de los años sesenta, fue el país más cerrado. Entonces, había más comunicación con el resto del mundo que entre los países balcánicos.
-Puede verse, sobre todo en el cine, el fuerte contraste entre lo rural y lo urbano. ¿Qué significa eso para la literatura albanesa?
-Pienso que en Albania, como en otras naciones balcánicas, la literatura continúa nutriéndose fuertemente de las tradiciones orales, que tienen que ver con el mundo rural, con el mundo premoderno. La narración oral continúa siendo una de las tradiciones balcánicas más importantes. Diría que en la literatura balcánica, sobre todo en Albania, la realidad es todavía una realidad contada.
-Se pensaba que tras la guerra fría asistiríamos a un fin de milenio pacífico, pero lo vemos sacudido por los bombardeos. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
-Esto ha ocurrido sobre todo en los países ex soviéticos y balcánicos donde faltaba una tradición institucional en el marco del orden de la ley. No sucedió esto en países donde sí existía dicha tradición, como es el caso de Polonia o de Hungría. En donde hoy se vive la guerra, ésta es producto de tal ausencia institucional, además de la emergencia de los fantasmas del nacionalismo étnico. Ahora podemos reconocer que no bastó con el derrumbe del comunismo, pues hay otros factores que alimentan los conflictos. Mi posición es que hay muchas fallas en lo que hace la OTAN, pero los crímenes del régimen de Milosevic justifican cualquier medio para detenerlo.
-Y lo religioso, ¿qué papel desempeña?
-En el caso de Kosovo no tiene nada que ver lo religioso, pues los albaneses no son de una religión específica sino de tres concepciones religiosas. En Serbia es uno de los componentes de su ideología nacionalista, es uno de los pilares en los que Milosevic se apoya, pero él tampoco toma en serio la religión, no es un nacionalista convencido. Milosevic es un monstruo de poder que puede utilizar cualquier argumento o pretexto para lograr sus objetivos. Si el fundamentalismo islámico funcionara para sus propósitos, no dudaría en asumirlo como bandera.