La Jornada lunes 14 de junio de 1999
PEÑOLES: NEGLIGENCIA CRIMINAL
Desde mediados de la década pasada, las autoridades sanitarias tuvieron conocimiento de los daños provocados a la población de las colonias aledañas al complejo metalúrgico Met Mex Peñoles, en Torreón, Coahuila, por las emisiones no controladas de plomo y cadmio de las chimeneas de esa industria, las cuales produjeron altas concentraciones de plomo en la sangre de la población infantil. Sin embargo, no fue sino hasta febrero del presente año cuando, ante la alarmante cantidad de niños afectados ųentre 15 mil y 40 milų y la enérgica protesta de los padres de familia que demandaban la clausura de la empresa, la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap) intervino y realizó una investigación para determinar la dimensión del daño.
Hubo que esperar a mayo pasado para que la Procuraduría Federal para la Protección del Medio Ambiente (Profepa) impusiera a Met Mex la reducción de su producción a cincuenta por ciento de su capacidad y para que, ante las presiones de la población, la empresa aceptara poner en marcha un programa de atención sanitaria, el cual consiste en el aspirado de calles y casas de las once colonias circundantes, el establecimiento de un centro de atención médica, la creación de un fondo por 60 millones de pesos para reparar el daño a la salud de los menores, y la creación de un cinturón ecológico.
El titular de la Profepa, Antonio Azuela de la Cueva, dijo ayer que, antes que determinar la clausura del complejo metalúrgico ųmedida de seguridad prevista en la ley ambientalų, éste deberá "atender el problema" de manera urgente para aliviar la situación de la población afectada. El funcionario reconoció, por otra parte, que no existen normas específicas sobre la emisión de "polvos fugitivos", principal factor de contaminación en la sangre por plomo.
Sin duda, la atención a los niños afectados ųtambién las mujeres embarazadas se encuentran entre la población más vulnerable a este tipo de contaminaciónų, que es el principal reclamo de la sociedad, ha de ser inmediata y debe ser sufragada por la empresa, bajo la dirección de la Secretaría de Salud. Pero las obligaciones recientemente impuestas a la compañía no explican ni justifican la negligencia que ha caracterizado la actitud de las autoridades y de la propia metalúrgica.
Es inaceptable, por otra parte, que ante la evidencia del daño, médicos de las instituciones de salud estatales se empeñen en minimizar las dimensiones del problema de la presencia de plomo en la sangre de los menores, cuando se sabe que muchas de las afectaciones son irreversibles y ponen en riesgo el desarrollo normal de los niños e, incluso, su vida.
Más allá de las acciones inmediatas, las autoridades estatales y federales tienen ante sí la obligación de investigar la indolencia oficial y empresarial que hizo posible el crecimiento del problema hasta sus dimensiones actuales, ofrecer a la sociedad una explicación satisfactoria al respecto y establecer las responsabilidades políticas, administrativas y penales a que haya lugar. Asimismo, debe explicarse por qué el cumplimiento de muchas de las normas ambientales vigentes se considera "voluntario", y por qué no se ha establecido, hasta el día de hoy, una normatividad sobre la emisión de "polvos fugitivos".
Finalmente, cabe señalar que esta historia de descuido, indolencia e ineptitud no es única en el país. Por el contrario, parece caracterizar el desempeño general de las instancias gubernamentales ante los destrozos ambientales causados por industrias de alto riesgo. En muchos casos similares, en distintas regiones del país, con grados dispares de éxito, y para vergüenza gubernamental, la sociedad ha tenido que defenderse sola.