En Estados Unidos continúa el examen de conciencia para tratar de explicar las causas profundas de la violencia juvenil que en un año ha causado la muerte de 26 personas y heridas graves a 65 más. Por ejemplo, en un estudio que acaba de publicar la Junta de Salud Pública se afirma que un siglo de grandes avances en medicina produjo una generación de niños estadunidenses saludables, quienes, sin embargo, se enfrentan a un peligro posiblemente más grave: las armas, los accidentes de tránsito y las drogas.
Cuando el país se dirige al siglo XXI con signos económicos y tecnológicos envidiables, ``no se hace lo suficiente para solucionar las más graves amenazas para el bienestar de nuestros hijos'', indicó el presidente de la junta, Luis Sullivan, ex secretario de Salud y Servicios Humanos del gobierno estadunidense.
El doctor Sullivan sostiene que el público debe comenzar a hablar de problemas que no se pueden solucionar con medicinas ni hospitales. En lugar de enfermedades como la viruela, el sarampión, la polio y la diarrea, los estadunidenses menores de 20 años tienen más probabilidades de morir debido a un accidente de tránsito, un homicidio o el suicidio.
Por su parte, María José New, directora de Pediatría del Centro Médico de la Universidad de Cornell, considera que anteriormente los niños de su país afrontaban las grandes amenazas de las enfermedades, pero ahora esos amagos tienen la cara de los cambios sociales, culturales y del comportamiento de nuestra sociedad. Agregó que la sociedad estadunidense debe reconocer que casos tristes como el de Littletown, donde dos jóvenes asesinaron a 12 compañeros de escuela y luego se suicidaron; o el más reciente en Conyer, Georgia, donde un estudiante de 15 años abrió fuego con dos armas calibre .22, hiriendo a seis de sus compañeros, son ``señal de una tendencia preocupante en la violencia juvenil''; y que los niños y jóvenes de hoy ``enfrentan los peligros de una era totalmente cambiada''.
Y mientras esto preocupa al país más poderoso e influyente de la tierra, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, mejor conocido como Unicef, reveló que unos 300 mil niños son explotados en el mundo como soldados. En 26 países, los menores de 15 años forman incluso parte de unidades militares y paramilitares. Se trata de una de las violaciones más graves de los derechos humanos.
La mayoría de los niños soldados nunca han ido a la escuela, no cuentan con ninguna formación profesional y padecen durante años o por el resto de su vida las secuelas de haber participado en la guerra. Esos niños, muchas veces ya no pueden regresar a sus familias o comunidades y, en numerosos casos, no han aprendido otra cosa que matar y torturar, por lo que ellos mismos se convierten en víctimas. El Unicef llamó a prohibir el reclutamiento de menores de edad y su utilización en conflictos bélicos.
Pero si algunas enfermedades ya no causan estragos en Estados Unidos, cobran, en cambio, cientos de miles de vidas todos los días en los países donde el atraso sigue reinando con el agravante de que en muchos de ellos la violencia y las guerras civiles, declaradas o no, imponen su ley entre niños y jóvenes, y en algunos casos se convierten en un elemento más de la cultura local. De esa manera, la pobreza de la riqueza material que distingue al Primer Mundo se hermana con la pobreza de los marginados de la tierra. Una combinación que no conduce a nada bueno.