n ''El décimo infierno es la novela del menemismo''


La maldad, rúbrica del siglo y el milenio que fenecen: Giardinelli

n El pensamiento debe brillar con la diafanidad de la prosa, dice

César Güemes n La teoría social detrás de su nueva novela, El décimo infierno (Colibrí), es apabullante y nada halagüeña. Y sin embargo la trama, los personajes, el ambiente que habita las páginas del libro es tan veloz y atractivo como en el que es ya su clásico, Luna caliente. Mempo Giardinelli visitó México para dar a conocer su más reciente trabajo, que se suma a El cielo con las manos, Vidas ejemplares, El género negro (ensayo), Qué solos se quedan los muertos, Antología personal, El castigo de dios, Imposible equilibrio y Santo oficio de la memoria, con la que obtuvo el Premio Internacional Rómulo Gallegos.

ųMás que una aventura criminal o con tintes policiacos, El décimo infierno bien puede leerse como una novela de alegre cinismo. ƑEstá de acuerdo?

mempoųLa novela en realidad tiene más que ver con una indagación que vengo haciendo desde hace tiempo sobre la maldad contemporánea. Es decir, pienso que el siglo y el milenio se cierran con la maldad al centro del escenario, y ahí podemos incluir al cinismo, la hipocresía, la mentira. Creo que hay una perversión generalizada en las relaciones humanas, que se establecen en muchas ocasiones con formas cercanas al cinismo, sin duda. Siempre sostengo que los autores como yo no pensamos en el género cuando escribimos, sino que trabajamos preocupados por resolver el texto en sí mismo, la anécdota, la trama, los personajes, y poder contar lo que nos interesa. No pensé en ningún momento con esta nueva novela si hacía algo policiaco o de misterio. Creo que admite esa lectura como gran parte de los libros de hoy que son narrativa negra. Las formas literarias, de lo que me gusta llamar realismo capitalista, son negras.

Definir la poética del horror

ųƑQué tan próximo se siente de Tarantino en los temas y en el tratamiento de las historias? Finalmente ambos son creadores de personajes y la veta parece la misma.

ųMe lo han señalado, es posible que haya algo de eso. Pienso que el cine de Tarantino y el cine negro en general son literarios. Lo que hay que decir también es que la literatura está primero que las cintas. El cine pasará como una moda del siglo XX. Ya Hollywood está echando a perder todo muy rápidamente. En los recientes cinco años todos los filmes terminan bien porque los productores están preocupados con que todo sea políticamente correcto. Sin embargo, lo primero fue la literatura. Tarantino llegó al cine desde las letras. Me parece que es más la literatura la que influye sobre el trabajo de este director que a la inversa. Anteriormente a nosotros dos y al propio cine negro, estuvieron todos los maestros de la novela dura. Por otra parte, ese tipo de trabajo cinematográfico se apoya mucho en los efectos especiales, mientras que las novelas no pueden hacerlo ni lo requieren. Las letras se asientan en la poética, que puede ser la del horror.

''He intentado con esta nueva novela y en otras ocasiones definir la poética del horror y de la maldad. Sostengo que en nuestros tiempos, un poco al modo de lo que narra la historia de El décimo infierno, cualquier poblado por pequeño que sea cuenta con una pareja formada por un hombre amoral y una señora burguesa que es amante de ese sujeto. A partir de ahí, todo puede suceder. Esto lo vinculo con un tiempo como el nuestro, en Argentina, donde el cinismo ha llegado al poder e incluso diría que el cinismo es el poder, por lo menos en mi país y en el centro del imperio, Estados Unidos. Mi novela es casi un cuento de hadas frente a esa realidad."

ųEl décimo infierno se lee muy velozmente. Hable de los recursos para crear esta eficacia narrativa, además de la rapidez con que la escribió.

ųSoy un escritor muy lento. Desembucho con cierta velocidad el magma textual y después hay que trabajarlo. La construcción de la anécdota sí es veloz, la puedo hacer en poco tiempo, aunque no en todos los casos porque para Santo oficio... me tardé nueve años. Pero en Luna caliente y ahora en El décimo infierno he trabajado en un corto periodo en el cual la aparición de la historia es relativamente breve. Luego viene el otro proceso que es lento, me habrá llevado un año en este caso. El burilado textual o cómo le saco punta al lápiz para que se logre ese efecto que señalas lleva sus meses.

''Soy un convencido cada vez más, a propósito de la borrachera semiótica tan de moda en los últimos 15 años, que esos cripticismos y pérdidas de tiempo le han hecho mucho daño a la lectura. Pienso que el trabajo del narrador moderno, yo aspiro a ser uno de ellos, es lograr que la sustancia narrativa, la profundidad de pensamiento y la concepción que uno tiene como autor, puedan brillar mediante la diafanidad de la prosa. Esta diafanidad es como una pavimentación. Cuando alguien pavimenta, puede ir más veloz. Así que trato de quitar los ripios en la novela sin que eso convierta a la prosa en un camino pedestre. Bueno, ese es el desafío."

ųDiga cuál es su sentir respecto de Luna caliente, una novela con la que sus lectores lo identifican quizá más que con cualquier otra. ƑLa ve lejana ya?

ųEs un libro al que le estoy muy agradecido. Circula, se traduce, se reimprime, y además creo que es el único volumen que me ha dado cierta satisfacción económica. Aparte, granjeó muchos lectores. Desde luego no puedo decir si un texto mío va a ser un clásico o no, pero sé que Luna caliente es una novelita que está instalada. Luego, no me siento lejos de ella. Estoy agradecido por el momento, hace 20 años, en que parí esa obra. Me descubro feliz de que alguna vez en mi vida haya aparecido algo así y de que haya tenido ese desarrollo absolutamente inesperado.

Pervertir la democracia

ųƑHabrá un solo proyecto entre Luna caliente y El décimo infierno? ƑQué tanto ha variado como escritor en estas dos décadas?

ųHe cambiado, primero, como persona y cambié como escritor. Mis lecturas fueron otras, lo mismo que mis experiencias. Hoy creo que soy una persona más o menos madura. Las preocupaciones son las mismas, eso sí, las sustancias de mi fiebre escritural por suerte hasta ahora no se han detenido. En algún momento pudo haber sido más vasta esa fiebre, sobre todo con Santo oficio de la memoria o con Qué solos se quedan los muertos. Por otra parte está mi labor como cuentista, que es algo lento y moroso. Recientemente, en Argentina, Seix Barral sacó una edición preciosa con mis cuentos completos. Bueno, pues todo esto es parte del proceso que muchos escritores tenemos.

''Si le ponemos un punto y aparte ahora a lo que ha sido mi trabajo, sí hay conexión entre los libros que mencionas. La preocupación central que podía tener cuando hice Luna caliente, era la violencia, y hoy continúa siéndolo. Esta de ahora es una novela tan violenta como Luna caliente. En el ritmo y en la violencia son primas hermanas. Esto me parece un hecho que no he interpretado y quizá un día me dé para un ensayo, pero es claro que las circunstancias de la violencia se han modificado. Antes, la violencia de la razón de Estado me alarmaba mucho. Hoy la violencia no depende de eso, sino que se genera a partir de la destrucción del Estado. Hace 20 años teníamos estados que eran casi supremos, en cambio los de hoy están desdibujados. La violencia se le debe hoy a un poder que se llama globalización, que es supranacional. De alguna manera existe la perversión y el cinismo tremendo de que las sociedades no saben bien a bien de dónde viene la chinga que les paran. Pueden quejarse con el presidente, el diputado, el patrón o el vecino, pero nadie sabe qué es lo que lo está chingando. Creo que el gran poder universal, ese superpolicía, es la perversión más grande. Eso es lo que cierra el milenio y me tiene alucinado.

''En mi país la última década ha sido maldita, llena de corrupción, cinismo, de una frivolidad que me avergüenza; con figuras desde el poder que son absolutamente carnavalescas, pero con un peso social y político muy grave. El décimo infierno creo que es la novela del menemismo. Intento que cierre un ciclo absolutamente maligno para mi país: la perversión de la democracia, ya no la dictadura ni la persecución, ya no la tortura, pero sí la opresión que viene del rebaje ético total. La sociedad en que se mueven los personajes de esta novela es producto de la inanidad ética y moral de mi país. Por lo menos es esto lo que tuve presente como sustrato filosófico cuando la escribí."