Operativos del Ejército en la sierra de Zongolica; indígenas denuncian abusos
Rosa Rojas, enviada /I, Tlaquilpa, Ver. n Quizá sea pura casualidad, pero ahora, como en 1995, las denuncias de la presencia del Ejército en las comunidades de la sierra de Zongolica coincidieron con un incremento de las actividades militares en Chiapas. Acá, las quejas indican que los soldados, en funciones que no les corresponden, decomisaron instrumentos de trabajo ųmotosierras, hachas, machetesų a una treintena de personas. Como hace cuatro años, los indígenas afirman que también les preguntan quién tiene armas o quién siembra drogas.
Al paso por los poblados de la sierra, se nota ya la existencia de consultorios y alguna unidad médica rural del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), aunque la gente sigue quejándose de que no hay medicamentos, la falta de dinero para comprarlos y la carencia de ambulancias para el traslado de los enfermos.
Hace poco murió el hermano de Norberto Colohua: "Se le infló la cabeza; le pedimos una camioneta prestada al presidente municipal de Tlaquilpa ųMauro Tehuacatl Cuaquehuaų, pero dijo que estaba ocupada. Desde las 8 de la mañana andábamos buscando un auto para trasladarlo a Orizaba; lo consiguieron a las 3 de la tarde, pero ya no vivió".
El centro de las cabeceras municipales ya está pavimentado, y hay tramos de la terracería que sube desde la ciudad de Orizaba que ya fueron asfaltados. No había llovido en la sierra más que un par de veces, lo que providencialmente permitió que el vehículo en el que viajamos trepara durante dos horas, dando tumbos entre las piedras, a través del aún magnífico paisaje serrano, cuyos bosques ralean a causa del empuje de las motosierras que se escuchan zumbar de rato en rato.
Montones de leña a uno y otro lados del camino, tablas y astillas de madera secándose al sol, aserraderos, hombres y muchachos nahuas cargando tablas sobre sus hombros, camionetas de tres toneladas recogiendo esa carga; pilas de bultos de carbón de cuando en cuando explican los enormes boquetes en los bosques de pino. Sin su cubierta de árboles, los suelos quedan expuestos a la erosión.
Cuando regresa de la pizca de caña o de café, a la que emigra gran parte del año, la mayoría de los habitantes de Zongolica vive de la tala, casi siempre ilegal, de los recursos forestales. En las últimas tres décadas, la riqueza forestal ha sido saqueada por los industriales de la madera, principalmente de Orizaba, valiéndose de taladores clandestinos, al punto de que ejidos como Xoxocotla acabaron sus recursos sin que ello sirviera para mejorar el nivel de vida de la población, informó Julio Atenco Vidal, de la Coordinadora Regional de Organizaciones Indígenas de la Sierra de Zongolica (CROISZ).
Las lomas pelonas donde aún se ven algunas matas ųque parecen enanasų de maíz, demuestran que no se reforesta al ritmo que se requiere. La prueba de que esa actividad se realiza son algunos cientos de plántulas de pino, en las bolsitas negras de plástico en que las crecen en los viveros, que están a un lado del camino, un poblado antes de Tlaquilpa.
Un par de autobuses de la línea Adelas, propiedad del cacique mayor de la sierra de Zongolica, Mario Zepahua, se cruzaron con las enviadas de La Jornada en el camino. Hacer el viaje en ellos desde Tlaquilpa a Orizaba le cuesta a los pasajeros más de lo que obtienen por un día de jornada: de 18 a 20 pesos. De Tlaquilpa a Zongolica el precio del pasaje es el mismo. Casi no hay trabajo en la sierra, pero cuando su rge el empleo la paga es de 15 pesos diarios. La alternativa para conservar esa cantidad es caminar entre cuatro y seis horas.
Estrategia militar de disuasión
La invitación para este viaje surgió con las denuncias sobre atropellos cometidos por soldados que hacen rondines en la sierra, en las que coincidieron, la primera semana de junio, la Unión de Campesinos y Artesanos de la Sierra Náhuatl de Zongolica (UCASNZ) y la organización Tamocepanotoke Noche Altepeme Indígena (Tinam-Unión de todos los pueblos indígenas de la sierra de Zongolica), cuya representante en El Naranjal, Margarita Zitláhuatl, pidió la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de organismos civiles para que "se retire el Ejército de la sierra de Zongolica y se frenen los abusos contra los habitantes" (La Jornada, 02/06/99).
Entrevistados por separado, Margarito Romero Tzompaxtle, encargado de la Comisión Jurídica de la UCASNZ, y Atenco Vidal coincidieron en que habría sido el alcalde de Tlaquilpa, Mauro Tehuacatl, quien llamó al Ejército hace como un mes, aunque Romero Tzompaxtle señaló que desde abril patrullaban esporádicamente los soldados. Atenco, a su vez, afirmó: "Los rumores que se corren, como parte de una estrategia de disuasión, son que el Ejército viene a detener a los líderes de la CROISZ, porque en Tlaquilpa nuestra organización es muy fuerte".
Explicó que a fines de 1998 el dirigente de la CROISZ en dicho poblado, Gustavo García, recibió "visitas de militares vestidos de civil" en su casa, luego de que se expandió por la sierra el rumor de que la CROISZ "tenía escondidos a 50 zapatistas que estaban capacitando gente militarmente y que el enlace era Gustavo. Le hicieron preguntas primero sobre la zona y terminaron preguntándole por qué conoce la región, cuál es la relación con la CROISZ, etcétera. Y Gustavo, para evitar broncas, se fue de mojado a Estados Unidos".
Ahora, añadió Atenco, "se han dedicado a generar esos rumores de que vienen a detener a la gente de la oposición, y como parte de esa estrategia de intimidación, ilegalmente han confiscado maquinaria y madera. Compañeros de Atlahuilco protestaron, fueron al cuartel en Orizaba y el responsable les pagó la madera que les habían quitado, les dio 600 pesos a dos familias de Atlahuilco, y la maquinaria se comprometieron a entregarla. Según los compañeros de Tlaquilpa (cuatro familias afectadas), tampoco a ellos les habían entregado la maquinaria, aunque sí les pagaron la madera. Salió en el periódico que les habían devuelto la maquinaria, pero es falso", apuntó.
Sobre la presencia del Ejército y las denuncias de atropellos, Mario Tehuacatl ųa quien la gente de la UCASNZ identifica como caciqueų negó que sean constantes las "visitas" de los militares, aunque después reconoció que pasan soldados, que vienen de Puebla, haciendo rondines.
Negó también que les hubieran quitado a los indígenas instrumentos de trabajo, pero después reconoció que sí lo hicieron, aunque no a 30, sino sólo a "tres o cuatro muchachos, ya ve que la tala clandestina es penada, Ƒno? Yo intervine para que no se metiera el Ejército".