De los diversos tipos de abusos que cometen los clérigos contra integrantes de su feligresía, son los acosos y relaciones sexuales impuestas los que mayores daños dejan en las víctimas. En México no existen cifras sobre la magnitud de las conductas abusivas de los funcionarios clericales. Pero si nos atenemos a datos de otras sociedades que tienen más control acerca de los ilícitos mencionados, podemos hacernos una idea de que el problema en nuestro país debería atraer la atención de organismos y ciudadano(a)s interesados en la defensa de los derechos humanos y el fin de la impunidad de quienes los vulneran.
De acuerdo con Jason Berry, autor del libro Lead Us Not Into Temptation. Catholic Priests and the Sexual Abuse of Children (No nos pongas en tentación. Sacerdotes católicos y el abuso sexual de niñ(a)s), en Estados Unidos, entre 1983 y 1987 más de 200 sacerdotes fueron reportados por abusos sexuales a la embajada del Vaticano. En diez años, 1982-1992, cerca de 400 clérigos católicos recibieron acusaciones de hostigamiento sexual en instancias eclesiásticas o civiles. En 1992 las erogaciones de la Iglesia católica estadunidense en pagos a víctimas, gastos legales y tratamientos médicos-psicológicos de sacerdotes señalados como abusadores sexuales ascendió a 400 millones de dólares. La cuestión es tan candente que llevó a Thomas P. Doyle (sacerdote que sirvió por cinco años en la embajada del Vaticano en Washigton, D.C. como experto en derecho canónico) a concluir que los escándalos de paidofilia son "el problema más serio que como Iglesia estamos encarando en siglos".
Hace una semana George Anderson y Gary M. Wollersheim, presidente y obispo del Sínodo del norte de Illinois de la Iglesia Evangélica Luterana de Estados Unidos respectivamente, anunciaron la separación ministerial de Ronald Hasley quien fue acusado por varias mujeres de la congregación que había pastoreado por incurrir en "actos impropios de lo que se espera de un ministro ordenado". Las autoridades eclesiásticas luteranas que hicieron públicas tanto las denuncias de hostigamiento sexual de Hasley como la determinación de disciplinar al ex obispo, declararon a la prensa que la conducta del infractor "no está de acuerdo con las expectativas de la Iglesia, de que todo lugar de trabajo y ministerio esté libre de hostigamientos, abusos y maltratos a las personas".
Abusos sexuales de clérigos y de otras confesiones se dan en distintos países. Lo diferente es la forma en que cada sociedad y las instancias gubernamentales enfrentan el problema. En sociedades donde existe una mayor horizontalidad entre ciudadano(a)s y autoridades políticas, eclesiásticas, civiles y de otros ámbitos el margen de impunidad de los transgresores es mucho menor. También es necesario tener en cuenta que la sociedad civil y sus organizaciones, así como los mass media, ejercen una presión y documentan las conductas de los integrantes del clero que abusan de sus feligreses. En México, al igual que en América Latina, todavía existe el lastre en la conciencia colectiva de considerar a los sacerdotes católicos personajes con un status especial, condición que les otorga una cierta ventaja ante acusaciones provenientes de la gente común y corriente. Este pensamiento jerárquico, que favorece de entrada a la autoridad eclesiástica sobre las evidencias que pueda aportar la víctima de hostigamiento o abuso sexual, es uno de los mejores aliados para que el perpetrador de ilícitos siga con su conducta. Sin embargo, cuando las denuncias se hacen y lo(a)s afectados se atreven a llevar su caso ante autoridades eclesiásticas y/o judiciales se topan con el silencio cómplice de las primeras y el burocratismo miedoso de las segundas. Por su parte en la prensa escrita y electrónica son contados los medios que le dan cabida a temas tan espinosos como los abusos sexuales de sacerdotes católicos.
A cada rato la jerarquía católica mexicana hace llamados a que debe prevalecer la justicia, paz y democracia en nuestro país. Pero se le olvida que la democratización de una sociedad, para que sea duradera y de hondas raíces, debe ir acompañada de transformaciones democratizadoras en todos los órdenes. Esto incluye la práctica de que sin importar puestos y organizaciones todos y todas las que tienen puestos de autoridades deben estar sujetas al escrutinio público y a la rendición de cuentas a las comunidades donde ejercen su liderazgo. Este logro cultural todavía estamos lejos de alcanzarlo. Mientras en otras partes los clérigos son sancionados eclesial y judicialmente por sus abusos, en México altos integrantes de la élite clerical que fueron denunciados por valerse de adolescentes en sus juegos sexuales, como Marcial Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo), siguen en su puesto como si nada hubiera sucedido.