La Jornada viernes 18 de junio de 1999

Julio Boltvinik
Blindaje para el PRI

En las campañas presidenciales en Estados Unidos se ha vuelto famosa la frase: ``It's the economy, stupid!'' (¡Es la economía, estúpido!). En efecto, la mayor parte de los electores votan a favor del partido o persona que considera favorecerá sus intereses económicos. Aunque a la campaña del miedo desatada por el PRI con el apoyo de los medios en 1994 se le ha atribuido el triunfo de Zedillo, lo cierto es que el PRI había recuperado ya en 1991 una amplia mayoría, después de haber perdido contra Cárdenas en 1988, gracias al mejor comportamiento de la economía y al Programa Nacional de Solidaridad, que estaba transmitiendo a las clases populares el mensaje de que, tras un sexenio de abandono, se les estaba atendiendo nuevamente.

Dos variables que habrán de incidir decisivamente en las elecciones del 2000 serán el comportamiento de la economía en 1999 y en la primera mitad del 2000, y el nivel y cobertura del gasto público social en ambos años. Al presentar el blindaje, Gurría anunció también las metas para este año y para el próximo: tasas de 3 por ciento y 5 por ciento de crecimiento del PIB, aunadas a menor inflación y menor déficit público, con un aumento del déficit en cuenta corriente, que llegaría a 3.2 por ciento del PIB en el 2000. Es decir, se acepta que crecer más rápido supone un mayor déficit en la cuenta corriente, que aumentan las necesidades de entrada de capitales en el 2000. Además, los vencimientos de deuda externa son muy altos en los próximos dos años: 11 mil 700 millones de dólares. Como saben muy bien que la gente vota con la economía, están apostando por un crecimiento económico rápido que le permita al PRI conservar la Presidencia en el 2000, antes que, lo que sería mucho más sensato desde el punto de vista de la ortodoxia macroeconómica, disminuir el crecimiento para minimizar los riesgos de crisis en el 2000.

Gurría dijo: ``Para el país era importante que las necesidades de acceso a los mercados financieros se redujeran al máximo en los próximos 18 meses, ya que se trata de periodos en donde el proceso político-electoral genera incertidumbre y que hubiera sido desafortunado que ese lapso coincidiera con que tuviésemos necesidades de refinanciamiento importantes'' (Reforma, 16/6/99). El Financial Times de Londres comentó que la medida adoptada es un chaleco antibalas, cuando lo que se necesitaba era sólo un suéter grueso. Igualmente excesiva le pareció la medida a una firma de Wall Street (La Jornada, 17/6/99).

En efecto, si el problema fuesen sólo los vencimientos de la deuda, hubiesen bastado 11 mil 700 millones de dólares. Pero el paquete incluye otros 11 mil 800 millones de dólares. La razón es que se quiere crecer a 5 por ciento y que hay que empezar a pagar vencimientos del Fobaproa (hoy IPAB).

Alejandro Nadal, en un excelente artículo que pone al descubierto las verdaderas motivaciones del blindaje, calcula que en el presupuesto federal del 2000 deberán incluirse unos 7 mil millones de dólares de amortizaciones del IPAB (La Jornada, 17/6/99) como condición para que los inversionistas extranjeros salven ``nuestros'' bancos. Además, hay que rescatar más bancos: sólo Serfin costará 23 mil millones de pesos. Rescatar a los bancos, empezar a amortizar el IPAB y cubrir los vencimientos de deuda externa son condiciones necesarias para mantener a flote el barco. Pero, además, el gobierno quiere que la economía crezca rápido y expandir el gasto social. Está en chino, claro, cómo lograrlo sin rebasar el déficit fiscal de uno por ciento del PIB al que se ha comprometido con el FMI para el 2000, ya que una contienda para aumentar impuestos en el Congreso en plena campaña electoral sería un error político, y doble error sería reducir el gasto, particularmente el social.

Con todas estas restricciones, es una irresponsabilidad proponerse un crecimiento de 5 por ciento en el 2000. El frente externo se ha blindado con el endeudamiento neto previsto con el Eximbank por 3 mil millones de dólares, destinado exclusivamente para financiar importaciones provenientes de Estados Unidos. Además, para enfrentar una eventual crisis de divisas, se contaría con los 6 mil 800 millones de dólares del Acuerdo Financiero de América del Norte. David Ibarra, miembro distinguido de la Corriente Renovadora del PRI y ex secretario de Hacienda, ha argumentado, con mucho tino, que la economía mexicana actual no puede crecer por arriba de 3 por ciento anual sin generar un déficit inmanejable en la cuenta corriente. Nadal calcula en 20 mil millones el saldo de ésta si se creciese a 5 por ciento. Las cifras antes apuntadas del blindaje cubren un máximo de 9 mil 900 millones. Si la incertidumbre del año electoral ahuyentase al capital extranjero, podríamos terminar con un boquete de 10 mil millones de dólares. Para conservar el poder, el grupo de interés que lo detenta acudirá a todo, inclusive a un segundo blindaje como éste, pero no resistirá la sirena del populismo financiero: promoverá el crecimiento rápido de la economía en el 2000 y soltará el gasto público social para ganar votos.

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