Otra vez la burra al maiz... Discutir el Reglamento General de Pagos (RGP) de la UNAM en sí mismo ha resultado y resultará estéril. No se trata de centavitos, se trata de la construcción de un proyecto de educación superior no sólo para la UNAM, sino para el sistema nacional en su conjunto.
El punto de partida debe ser el contexto de un país dependiente tecnológicamente, caracterizado por un bajísimo nivel de formación de recursos humanos profesionales adecuados en calidad y cantidad a nuestras condiciones; situación agudizada por el débil eslabón de vinculación entre el sistema de educación superior y la sociedad, deficiencia que tiene una expresión devastadora en los mercados laborales; vinculación que debe tener como principio el mejoramiento de las condiciones científicas, tecnológicas y humanísticas en beneficio de la sociedad, y no como una buena parte de la vinculación que hasta ahora ha privilegiado la alta burocracia de la UNAM y en el sistema de educación superior y de investigación, que generalmente redunda en beneficio de los dueños de los proyectos y los bajos presupuestos, recursos deducibles de impuestos casi en su totalidad.
Otro factor negativo es la fuerte concentración del ingreso y la riqueza entre un puñado inmensamente rico frente a la casi totalidad de la población cuyo único patrimonio es el trabajo y la nada. Polarización impulsada por el fuerte dispendio y los constantes errores económicos y políticos, producto del nefasto diseño de políticas instrumentadas por funcionarios y servidores públicos; a esta situación adversa habría que sumar los grandes fraudes, subsidios y millonarios salvamentos de empresarios que nunca debieron ser.
A este escenario, ya de por sí desalentador, es preciso incorporar los impactos de la imposición de una globalización excluyente, apoyada en cambios tecnológicos que arrastran consigo a sectores sociales importantes a la marginación, primero de los mercados laborales, y más tarde de la posibilidad de consumo; en este ámbito no hay que perder de vista el efecto negativo de la instrumentación de políticas de apertura selectiva económica, financiera y comercial de corte neoliberal, que el gobierno impulsa casi de manera exclusiva al servicio de las firmas más poderosas que liderean el proceso económico, las cuales cuentan con el decidido apoyo de las instituciones y organismos supranacionales. Existen otros aspectos fundamentales como el deficiente sistema educativo en general, del cual el nivel superior no es más que el lugar donde decantan y magnifican los errores de una burocracia cada vez más ajena a las necesidades educactivas de este país.
En esta perspectiva una estrategia analítica integral sobre el financiamiento de la UNAM y del sistema de educación superior, que no se ahogue en el aislamiento y parcialidad, caricaturizado en el RGP, debería tener como horizonte los elementos antes señalados, y otros más, para dar inicio a una reflexión de fondo sobre el financiamiento de la educación superior en la perspectiva de la construcción de la universidad democrática y eficiente que este país merece y que no debería dejar de luchar por ella. El punto de partida aquí esbozado presenta mejores posibilidades de crear condiciones para exorcizar las propuestas hasta ahora hechas sobre las rodillas que, como casi siempre, resultan remiendos costosos que sacrifican proyectos sólidos de largo plazo, colectivos y democráticos.
Es preciso señalar que la UNAM y toda la educación superior son instituciones que padecen una fuerte crisis debido a factores negativos ya señalados, donde se conjuga el entorno nacional e internacional y ejercen su presión para someterlas a las necesidades de unos cuantos dueños del mundo, siempre en la búsqueda de la exclusión de proyectos incluyentes. Para superar esa situación es preciso reflexionar sobre las reglas y mecanismos institucionales y explorar otras alternativas, pero en aras de contrarrestar la orientación impuesta por un modelo de reproducción social antidemocrático, excluyente, y por el contrario promover la creación de mejores condiciones para la colectividad.
Hoy son impostergables los cambios cualitativos en la UNAM, porque cuando las instituciones no resuelven sus conflictos, los costos sociales, económicos y políticos se elevan de manera exponencial y terminan por convertirse en un fardo insufrible, como ha sucedido ya en la UNAM. Es indispensable ir al fondo y arrancar de raíz lo que resulta negativo y que retroalimenta la institucionalidad ineficiente. Resulta impostergable adecuar la institucionalidad del sistema de educación superior, evitando resolver las dificultades con base en las anécdotas, el recetario de la abuelita, o abriendo viejas heridas; no se pueden suprimir los aspectos nocivos de la institucionalidad cambiando la marca de cuadernos o de pasta de dientes, por lo de la sonrisa.
Ante la crisis que hoy vive la UNAM, que no es producto de los jóvenes, que con valor, audacia e inexperiencia han dicho ¡ya basta!, sino resultado de errores acumulados, la comunidad en su conjunto debe reflexionar sobre las deficiencias de la institucionalidad de la UNAM, y discutir alternativas cualitativas y de largo plazo, para evitar que mañana tengamos que regresar a una discusión parcial, innecesaria e improductiva, como la de las cuotas, donde ya se han derrochado energías que deberían dedicarse a proyectos de mayor envergadura para el bien del sistema educativo y del país. Deroguen ya el escandaloso RGP, diseñemos una agenda para un Congreso Universitario, y sobre esa nueva base reconstituyamos una institucionalidad democrática que necesita este país y la UNAM en particular; reflexionemos pública, plural e integralmente qué sistema educativo de nivel superior necesitamos; con un solo objetivo, que sea en beneficio de la colectividad nacional.