El proceso, de Franz Kafka, es la parábola de la existencia humana. La culpabilidad siempre inegable. Josef K, director de un banco, es detenido una mañana sin saber la causa ni la acusación. Supone que es debido a fallas que consciente o inconscientemente cometió en la vida. Desesperado trata de aclarar su situación y dar con una autoridad fiable sin conseguirlo. Es más, es contraproducente, tornándolo cada vez más culpable. Lo esperado por propia utilidad, ser declarado inocente, lo lleva a ser condenado.
Kafka, en la subjetividad de la conversación de Josef con el sacerdote en la catedral, contiene el ``secreto''. Secretos que anticipándose a otros secretos tienen una tendencia para que emerja un sentido sin conseguirlo. La palabra que muere y la palabra que intenta vivir. En El proceso, mediante el diálogo puede disiparse la coincidencia de Josef y el sacerdote, que se corresponden uno al otro -como la flecha que se ajusta a la herida- a la que hace referencia el escritor checo, de quien se cumplieron 75 años de su muerte.
Más allá de ese embonamiento repetitivo y buscador, se adivina otro que abre paso a nuevos sentidos y a un sinsentido que se interrumpe bajo la presión del primero y sólo puede expresarse por la repetición de esa búsqueda interminable. Encuentro consigo mismo en el que la muerte se devela como lo más propio. Límite de la verdad y la no verdad. Duelo sin término en el que el lenguaje es lo que hace creer, lo que se introduce en la creencia de la experiencia de la mente.
Crédito otorgado por el lenguaje y que llamamos cultura y que toma la muerte como tal y es sólo ilusión. Josef K da lugar a la muerte para que la vida le sea más vivible, lo preserve de la muerte-vida y siga generando lenguajes. Secretos que abren otros secretos que se esperan siempre de otros secretos. Sucesión de máscaras en la busca de abolir el tiempo y conquistar una ilusión de identidad fija -ahorita mexicano- enlazado al recuerdo de una impresión huidiza.
El hombre más que libre e independiente es pieza de un mecanismo indescifrable. Todo se halla en perpetuo cambio, no hay seguridad ni claridad ni verdad. Siempre en la espera, en el comienzo. Los héroes mexicanos de Kafka están condenados por no poder ser lo que decían ser.