Para una economía prácticamente de papel no hay blindaje financiero que sirva. Durante las tres últimas administraciones federales las fallas estructurales de la economía mexicana se han profundizado en lugar de atenuarse. Dos indicadores son los siguientes.
1. La vulnerabilidad externa de nuestra economía se ha incrementado durante el gobierno de Ernesto Zedillo porque las divisas que generamos vía exportaciones son menores a las que se necesitan para pagar las importaciones de bienes y servicios. El saldo de la balanza comercial ha empeorado, pues el superávit por 7 mil 400 millones de dólares alcanzado en 1995 se convirtió en un déficit cercano a 7 mil 800 millones de dólares en 1998. Lo mismo pasa con el saldo en cuenta corriente, cuyo déficit se ha incrementado en casi nueve veces entre 1995 y 1998, al pasar de mil 650 a 15 mil 800 millones de dólares. Y como ya nos tienen acostumbrados los que manejan la economía nacional, para cubrir ese faltante de divisas recurren cada vez más a la entrada y retención de capitales externos, particularmente especulativos, cuyo retiro masivo e inesperado genera incertidumbre y presiones devaluatorias, ante las cuales puede evaporarse fácilmente la deuda que por más de 23 mil millones de dólares adquirirá el gobierno federal para tratar de blindar la economía y evitar la crisis sexenal.
2..Aunque las exportaciones manufactureras han venido creciendo y ya equivalen a 30 por ciento del producto interno bruto, ello no significa que la economía mexicana sea más sólida y competitiva que antes. Ese es un espejismo que los pregoneros del gobierno federal nos quieren pasar como algo que beneficia verdaderamente al aparato productivo nacional. El hecho de que el valor de las exportaciones ``sea equivalente'' a 30 por ciento del producto interno bruto no quiere decir que lo que se exporta sean realmente mercancías elaboradas por la planta productiva local. El 96 por ciento de las exportaciones manufactureras corresponde a empresas maquiladoras y a 300 empresas altamente exportadoras que, además de que se concentran en unas cuantas regiones y ramas industriales, representan menos de uno por ciento de las empresas existentes. Lo peor es que no adquieren sus insumos en el mercado nacional, sino que prácticamente los importan en su totalidad. Esto significa que el crecimiento dinámico de las exportaciones excluye a 99 por ciento de las empresas industriales y a la mayor parte de las regiones y ramas industriales del país. El hecho de que exportemos crecientemente productos manufacturados bajo esta modalidad no significa que con ello se estimule la actividad de la planta productiva local y la generación de empleos a través de la demanda de materias primas a empresas locales, sino que nos estamos convirtiendo cada vez más en país maquilador.
Bastan estos dos elementos por ahora para poner en evidencia que las promesas de Ernesto Zedillo de que ``no habrá crisis sexenal'' carecen de sustento. Aunque a través de terceros reniegue de Carlos Salinas, religiosamente aplica la misma política económica, y con ello asegura una nueva crisis sexenal que, por lo visto, está empeñado en adelantar.
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