Magdalena Gómez
Chiapas, el factor Salazar

La ruptura de Pablo Salazar con el PRI y su decisión de iniciar una campaña por la gubernatura de su entidad, está mostrando que amplios sectores sociales sin partido estarían dispuestos a sumarse a un proceso inédito que conduzca a la entidad chiapaneca a un cambio democrático.

La primera Convención Estatal de Mujeres Chiapanecas, realizada el fin de semana en San Cristóbal de las Casas, constituyó una muestra significativa de lo que puede lograr la convocatoria de un político confiable. 450 mujeres, sin partido en su gran mayoría, estudiantes, maestras, empresarias, comerciantes, amas de casa, artesanas, parteras indígenas y activistas de organizaciones femeninas, acudieron a plantear sus propuestas y a participar en un debate sobre ciudadanía, diversidad y derechos humanos, si bien más en carácter de invitadas que de delegadas. Ellas provenían de Palenque, Ocosingo, Tapachula, Reforma, Arriaga, Tuxtla Gutiérrez, Chiapa de Corzo, San Cristóbal de las Casas, Soyaló, entre otras, y las menos de Chenalhó y Zinacantán.

Fue notoria la ausencia de mujeres de la zona de conflicto, no tienen condiciones para acudir a este tipo de encuentros y esto se agravó con las recientes movilizaciones, hostigamientos y detenciones del ejército. Sin embargo, sus demandas se hicieron presentes a través de quienes tenemos cercanía y adhesión con la causa zapatista, pero sobre todo por conducto de las indígenas que con un notorio nivel político fueron las más destacadas en enmarcar su situación en la exclusión y ausencia de derechos, sin omitir la denuncia de situaciones de violencia familiar en sus comunidades. Siendo minoría en la reunión fueron las participaciones más fuertes.

La mayoría de las propuestas se orientaron hacia los programas antes que a los derechos, ello denota que el movimiento organizado de mujeres no ha llegado con su trabajo a amplios sectores en el interior de la entidad. Habría que destacar que para muchas participantes era la primera reunión de y para las mujeres; no obstante, mostraron apertura y sensibilidad a temas como los derechos reproductivos o la libertad en las opciones sexuales o las diferencias religiosas. Si no todas estaban de acuerdo, por lo menos se mostraron dispuestas a escuchar y a respetar a las otras.

Cuando una se acerca a estos espacios con mujeres que no han tenido oportunidades para reflexionar sobre su situación, para cuestionarla y plantearse un cambio, confirma que hasta ahora la ciudadanía ha sido esencialmente masculina, pese a que tenemos más de cuatro décadas con derecho al voto y no sólo ha sido masculina sino también urbana, de ahí la enorme importancia de la participación de las indígenas y campesinas.

Lo interesante de este proceso es que se está gestando un ánimo social que no se agota en las simpatías que puede generar Pablo Salazar y que depende en gran medida de su capacidad para ser portavoz de una agenda diversa y para definir con realismo cómo se impulsaría. Para ello no es suficiente instrumentar las tradicionales movilizaciones o incluso las reuniones temáticas; se requieren grupos de trabajo a fin de que el programa de gobierno no quede en una suma de planteamientos genéricos por más novedosos que resulten.

Hay un asunto clave que también debe ventilarse públicamente y es el de la estrategia para coadyuvar en la búsqueda de la paz: ¿cuál será la propuesta de gobierno para enfrentar las causas que dieron origen al conflicto armado? Sabemos que es federal la interlocución con el EZLN, pero se requiere una postura chiapaneca frente a esta negociación.

En síntesis, si logra consolidar su capacidad de diálogo y concertación con los más variados sectores, algunos de ellos tradicionalmente enfrentados, Salazar tendrá a su favor una legitimidad que permita impulsar con éxito la alianza opositora lo cual también marcará distancia notable entre otras experiencias recientes de priístas que a última hora se adhieren a las siglas de un partido opositor.

En Chiapas se perfila un escenario de ciudadanización de la política. Estamos ante un candidato sin partido y eso atrae a ciudadanos y ciudadanas que también carecen de él. Los apoyos económicos que ha recibido provienen de simpatizantes. Sería importante que, como muestra de que se quiere una campaña diferente, se estableciera el compromiso de rendición de cuentas y que se recibieran recursos sólo de quien esté dispuesto a hacerlo públicamente. Esta experiencia política forma parte de la lucha contra el régimen de partido de Estado promovida por diversas fuerzas nacionales. Sin su consolidación, ningún gobernante local, por más voluntad política que tenga, podrá enfrentar con éxito a un aparato federal con el poder y los medios para asfixiarlo por la vía de los recursos fiscales. Ahí tenemos como prueba al gobierno del Distrito Federal.

En la medida que este movimiento avance y cada vez más amplios sectores, incluso priístas, intenten sumarse, habrá una reacción oficial más fuerte para tratar de pararlo, igual que le hicieron al zapatismo al cortarle el aliento del diálogo. Por ello nos corresponde estar cerca de Chiapas.