Jordi Soler
El satélite de Roger Waters

``El satélite cruza la noche interminable, fotografiando encuadres de la luna y guerritas mundiales, imagínense la información que obtiene: quién es el más fuerte; quién es el mejor; quién tiene el as, el este o el oeste. Esta es la basura que los niños aprenden''. Estas líneas aparecen en una de las canciones del álbum Radio Kaos, de Roger Waters, quien fue compositor, bajista y cantante de Pink Floyd; su conflicto con los soldados caídos en la Segunda Guerra Mundial, grupo triste al que pertenece su padre, fue adueñándose gradualmente de su corazón, de su música y consecuentemente de la obra de su banda. El extremo de este adueñamiento es el último disco que hizo con Pink Floyd, The Final Cut. Las letras de este álbum, que ya pueden intuirse por la franqueza del título, son su exorcismo personal, enriquecido por el resto de la banda, para quitarse de encima, o de adentro, el fantasma de su padre y la herencia psicológica de la guerra. El resultado fue tan personal que enojó a los otros tres, y aunque se trata de un álbum extraordinario (y también extraordinariamente depresivo), fue excluido, junto con su autor, de la banda. El exorcismo funcionó poco y ahora Waters, en su carrera de solista, sigue tratando de exorcizar los mismos demonios.

``¿Quién necesita información?'', pregunta Waters en otra de las canciones de Radio Kaos. ¿De que sirve saber tantas veces durante todos los días de, por ejemplo, un mes, ¿quién es el más fuerte y quién es el mejor? Para saberlo basta una vez, pero ese satélite de la información que propone Waters no pretende que sepamos cosas, sino que a fuerza de repeticiones terminemos creyéndolas.

Algún militar de la OTAN, con una buena cantidad de estrellas bajo la tetilla, hizo el martes, en Bruselas, dos declaraciones que provocan frío: ``De un total de 35 mil operaciones aéreas, sólo algo más de 10 mil se dirigieron contra objetivos concretos''. ¿Y las otras 25 mil?, ¿habrán sido ejecutadas por error?; si existen los objetivos concretos, ¿existirán los inconcretos?, ¿que clase de objetivo es una persona?

La segunda declaración inspira tantas preguntas como la anterior: ``El objetivo de la OTAN no fue nunca destruir al ejército yugoslavo por completo, como tampoco lo fue reducir el país a cenizas''. Menos mal, aunque no puede dejar de pensarse que antes de las cenizas vienen los rescoldos y antes de estos están las moronas y antes los pedazos: ¿a qué dimensión de materia pensaban dejar reducido al país y a su ejército?

El banquete de la posguerra está servido, la información que manda el satélite de Roger Waters llena todo el día los medios de comunicación : mientras más se diga, mejor podrá ocultarse lo que no se puede decir.

Pablo Neruda, en su Canto general, cima de la poesía en español, aunque desdichadamente estalinista, según Harold Bloom, apunta algunas ideas sobre este banquete, si descontamos que el escenario del poeta es un país latinoamericano: ``Cuando llegan de Nueva York las avanzadas imperiales, ingenieros, calculadores, agrimensores, especialistas, y miden tierra conquistada, estaño, petróleo, bananas, nitrato, cobre, manganeso (...) Se adelanta un enano oscuro, con una sonrisa amarilla y aconseja con suavidad, a los invasores recientes: no es necesario pagar tanto a estos nativos, sería torpe señores elevar estos salarios. No conviene''.

Juan Goytisolo, en su abrumador Cuaderno de Sarajevo, apuntaba hace unos años: ``El silencio de Europa a la brutal represión desencadenada en Kosovo y a la abolición de su estatuto de autonomía, fue el primer test de Milosevic del egoísmo e indiferencia de los gobiernos comunitarios''. Y ahora que los gobiernos han intervenido, ¿se solucionará el conflicto?

En el Cuaderno de Sarajevo sale la historia de Susan Sontang montando Esperando a Godot, de Beckett, con actores locales y luz de velas. En esta obra Pozzo, ése que lleva a Lucky amarrado como perro, dice: ``Cuando alguien empieza a llorar, alguien deja de hacerlo en otra parte''. Esta definición bellísima del equilibrio emocional del planeta puede aplicarse en aquella región precariamente equilibrada del mundo; esa batalla de tantos siglos difícilmente podrá resolverse con unos días de bombardeos y un acta internacional firmada.

El satélite de Roger Waters observa y registra el asunto desde arriba: si han dejado de llorar en Kosovo, ¿quiénes estarán empezando a llorar ahora?''.