Angeles González Gamio
Restos valiosos

Hombre de excepción, que conmocionó a la propia Iglesia católica por su exaltación a la pobreza y al ideal de volver a los principios de humildad y sencillez del cristianismo original, Francisco de Asís fundó en 1208 una orden de frailes mendicantes, que habría de tener un papel primordial en la evangelización de la Nueva España.

Cabe mencionar que dentro de la severa orden hubo disidencias, que dieron lugar a la formación de tres clases de franciscanos: espirituales, observantes y conventuales, que se distinguían por el grado de rigor que guardaban en la vida monástica. Los primeros de extrema frugalidad; los segundos parcos, pero sin miseria, y los últimos, comodones. A las nuevas tierras llegaron los observantes, quienes en la ciudad de México se instalaron con modestia en algún lugar aledaño a la Plaza Mayor, pues sobre el sitio exacto hay discrepancias entre los historiadores.

Al poco tiempo consiguieron que se les diera un terreno más cerca de donde habitaban los indígenas, lo que facilitaría su labor evangelizadora. Se les dio un vasto predio, cercano al barrio de San Juan, en donde había estado la "casa de las fieras" del emperador Moctezuma, de la que Hernán Cortes dice al rey Carlos V en su segunda Carta de Relación: ..."Tenía una casa ...donde tenía un muy hermoso jardín con diez estanques de agua; donde tenía todos los linajes de aves de agua que en estas partes se hallan, que son muchos y diversos... había en esta casa ciertas salas grandes y bajas, todas llenas de jaulas grandes... y en todas había leones, tigres, lobos, zorras y gatos de diversas maneras...".

El primer convento que levantaron en ese sitio parece haber sido muy sencillo, tanto por su voto de pobreza como por ser unos cuantos frailes, ya que de los doce que arribaron en 1524, sólo permanecieron cinco en la capital y el resto se repartió por las ciudades de ..."Tezcuco, Tlaxcala y Huexotzinco".

Motolinía cuenta que la pequeña iglesia tenía bóveda, lo que asustó enormemente a los naturales, que estaban convencidos que al quitar las cimbras se vendría abajo, por lo que durante un buen tiempo se negaron a entrar.

La buena tierra del lugar y la abundancia de agua lograron que en pocos años el convento tuviera una huerta con árboles frondosos. Aquí surgió por vez primera la capilla abierta y las capillas posas, elementos arquitectónicos fundamentales para la conversión de los indios, acostumbrados a realizar sus ceremonias al aire libre. Allí se construyó también la capilla de San José de los Naturales, con el mismo fin catequizador.

En 1590 la iglesia se desplomó por problemas del suelo fangoso, lo que dio el pretexto para edificar una nueva, ya con ciertos lujos, como un altar de oro por el que pagó 14 mil pesos el tercer conde del Valle de Orizaba, con el objeto de que "...se les fabricase sepulto en iglesia de franciscanos" (sic). Por cierto, un siglo más tarde el nieto del conde remodeló la casa familiar, vecina del convento, convirtiéndola en la que ahora conocemos como Casa de los Azulejos.

Esa nueva iglesia fue el detonador del boato, ya que a partir de esa fecha se comenzaron a erigir lujosas capillas, financiadas principalmente por grupos de inmigrantes españoles. La primera, dedicada a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen la pagó el capitán Cristóbal de Zuleta, en 1629. Este señor tenía tanta importancia y caudales, que bautizó con su nombre la calle que hoy llamamos Venustiano Carranza.

Así, paso a paso, el originalmente austero convento se tornó en uno de los más grandes y lujosos de la ciudad. A mediados del siglo XIX estaba en su apogeo: cómodas celdas para 300 frailes, un comedor para 500 personas, jardín, enfermería, panteón, claustros, once capillas, además de la iglesia principal, todo decorado con obras magníficas de los mejores artistas y una biblioteca con 20 mil volúmenes.

Como ya hemos mencionado, prácticamente todo esto desapareció tras las Leyes de Reforma. Los cinco valiosos restos que se conservan están dispersos pero visitables: la iglesia principal que acaba de festejar cincuenta años de haber sido devuelta a los franciscanos; una arquería con ventanas en la parte superior; varios muros y un claustrito delicioso dentro de la panadería Ideal; las capillas de San Antonio y el Calvario, donde se encuentran la librería Pórtico y el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, y en la calle de Gante la exuberancia barroca del claustro principal, actualmente en uso por una iglesia metodista.

Ahora, en donde estuvieron muchas de estas construcciones excepcionales, se encuentra una variedad de lugares agradables para comer, con mesitas al aire libre; en fila, saliendo del gran claustro se puede escoger comida japonesa, coreana, el antiguo bar la Cucaracha, convertido en restaurante, con un poco de todo; una fondita de antojitos; el tradicional Rey del Pavo, con sus suculentas tortas y, para buenas carnes, la Esquina del Pibe.