Hace dos semanas cayó el Reglamento General de Pagos del rector Barnés. Pero la huelga en la UNAM no se levanta y las protestas estudiantiles han derivado en ``acciones contundentes'', como bloqueos de vialidades. Los líderes identificados como ultras amenazan con actividades aún más radicales. Los ultras niegan tener armas y acusan a la rectoría y a sus adversarios dentro del movimiento de pretender lincharlos. Machacan con su verdad: ``Tenemos 34 escuelas. Y quienes tienen una postura claudicante no quieren reconocer que son minorías''
``Aquí no hay corrientes hegemónicas. Aquí deciden las mayorías, y mientras (los promotores de levantar la huelga) no logren convencer con sus propuestas, en las escuelas seguirán siendo minoría'', lanzan, desde su trinchera en la Facultad de Ciencias Políticas, los ultras del movimiento estudiantil que ha tenido en paro durante dos meses a la Universidad Nacional Autónoma de México.
``Para todos -dice Argel Pinedo- fue claro que la huelga no sólo era por la cuestión de las cuotas. Desde el principio fuimos con demandas mínimas que no se han cumplido. La nuestra es una posición consecuente''.
Identificado como uno de los cuatro cabecillas del grupo más radical del movimiento estudiantil, Argel acepta la entrevista en el campamento de la facultad. Jorge Martínez Valero, otro de los líderes, escucha un rato, pero se niega a participar. A la plática se une Vicente Ramírez, estudiante de sexto semestre de comunicación, quien en su primera huelga decidió ponerse del lado de los consecuentes.
``Hemos visto que las actitudes radicales son el único tipo de acciones a las cuales responde la autoridad'', dice Vicente, quien justifica la beligerancia del grupo como respuesta al clima de linchamiento provocado por las autoridades.
``Si no nos hubiéramos movido, jamás nos hubieran oído, nos habrían mandado al Consejo Universitario a entregar nuestras propuestas por escrito. Ahora ¿qué quieren? ¿Que levantemos la huelga? ¿Que confiemos en la buena palabra de (Francisco) Barnés de que no nos va a expulsar, que no nos va a meter a la cárcel, que nos va a reponer nuestro semestre, y que nos conformemos con su propuesta de reglamento de pagos que quita las cuotas, pero permite la existencia de cobros especiales?''
Imposible, sostiene Argel: ``Entonces, ¿para qué fue la huelga, y los heridos, secuestrados, la compañera violada, los dos muertos? ¿Qué, la vida de ellos no tiene valor? ¿Se va a levantar la huelga con estas migajas que ofrece el rector?''
Porque, insisten, la rectificación del Consejo Universitario sobre el Reglamento General de Pagos no es sino una trampa para dividir al movimiento.
``Es como lo del diálogo -dice Argel-; nos entrampamos dos meses en la discusión del formato y al final nos dimos cuenta de que el rector nada más nos hizo tarugos, porque él no estaba dispuesto a aceptar las condiciones mínimas que poníamos para ese diálogo. Nunca lo estuvo''.
¿Patria o muerte?
Los ultras -rechazan ese término, pero aceptan asumirse como radicales- dicen que no, que no van por una huelga indefinida. Pero su postura no queda clara, sobre todo cuando insisten en que ``el pliego petitorio no es negociable'' y avalan las ``acciones contundentes''.
Y es que más allá de eso, los de Ciencias Políticas han hecho de su hegemonía el principal argumento para prolongar la huelga.
``Cualquiera que no esté en contra de todo está contra ellos'', define un estudiante de esa facultad que asegura que fue amenazado por oponerse a la huelga.
En las asambleas estudiantiles han demostrado su fuerza. Desconocieron al consejero universitario Ernesto Armendáriz, vetaron a los del Centro Cultural Universitario y expulsaron a cuatro estudiantes: David Langrade y Miguel Muñoz, a quienes corrieron por ser priístas, así como Carlos Chávez y Roberto López, dirigentes del CEU y de la Coordinadora Estudiantil, grupos que se les oponen.
``A los que son porros o son cercanos a rectoría se les corre'', resume Vicente.
-¿Y los que no eran porros?
-Porque casi no venían.
Las acusaciones van más lejos.
Hace dos años, Jorge Martínez Valero se ganó una expulsión de seis meses por golpear al ceuísta Inti Muñoz en el pasillo de Ciencias Políticas, ``porque se robaba la propaganda'' de su cubículo.
Su facultad, según sus adversarios, votó en contra de la huelga y los ultras llevaron gente de Ciencias para imponerla.
Argel lo cuenta al revés: ``Ellos (los opositores a la huelga) fueron quienes trajeron gente de otros lados para tratar de impedirla... y lo de Inti, pues él fue a provocar y tiró el primer golpe, pero le falló la puntería''.
Algunas voces los involucran con el robo de dos videoproyectores del CCU. Otras más refieren que antes de la huelga decidieron abrir el nuevo auditorio -aún sin inaugurar-, pero en lugar de llevar un cerrajero optaron por hacer un hoyo en el piso.
Otras versiones -alentadas en ocasiones por autoridades universitarias- señalan que los ultras o radicales guardan un arsenal en la facultad, y que dos de ellos, Alejandro Chavarría El Mosh y Argel Pinedo, trabajan para el Cisen.
Argel se ríe de la especie: ``Las únicas armas que tenemos son las que llevamos a la alberca''.
Luego, más serio, acusa a las autoridades y a las otras corrientes del movimiento de realizar una ``campaña de linchamiento'' en su contra:
``A algunos no les gusta que el movimiento se les escape de las manos, que no lo puedan mediatizar, que no lo puedan controlar. La gente de la coalición dice que hay que levantar la huelga, que ya no hay fuerzas, que estamos desgastados. Y nos acusan de intransigentes. Pero entonces tenemos que 34 escuelas -que el lunes pasado se manifestaron por la continuación de la huelga- son ultras e intransigentes. Y quienes tienen una postura claudicante no pueden reconocer que son minorías''.