La música, misterio supremo
Luis Benítez Bribiesca
El lenguaje convencional está hecho de conceptos y comunica ideas. La música es otro tipo de lenguaje, que mediante sonidos comunica emociones. Ambos tipos de comunicación, el de la palabra y el de los sonidos musicales, parecen haberse originado con la emergencia del hombre mismo. Para el desarrollo de nuestro intelecto se necesitó de ambos, y la historia de la cultura se inscribió objetivamente al inventarse la escritura, y en forma más sutil y evanescente al crearse los instrumentos musicales.
En nuestros días, el lenguaje común y el lenguaje musical ocupan ámbitos diferentes de nuestra cultura y se les considera expresiones distintas del intelecto. Los neurobiólogos han confirmado que las áreas de integración del lenguaje difieren anatómica y funcionalmente de las de integración musical. Sin embargo, la interdependencia de ambos lenguajes resulta evidente a través de la historia.
La música ha sido un acompañante obligado de toda actividad humana desde la antigüedad, ya sea en ritos, celebraciones, guerras, justas deportivas y momentos de esparcimiento o goce erótico. No es de extrañar que el nacimiento del pensamiento científico, el salto cuántico más importante de la mente, haya estado estrechamente relacionado con la música. Los primeros intentos de una explicación racional del universo se remontan a Pitágoras, hace más de 2 mil 500 años. El legendario filósofo descubrió que la armonía de los sonidos se engarzaba en proporciones matemáticas precisas, y aseguraba que el orden universal podría explicarse, y condensarse, en música y número.
El descubrimiento de la relación entre el tono de un sonido y la longitud de la cuerda que lo produce puede considerarse el primer experimento científico y la ley matemática más antigua. Así nació la ciencia y arrancó la búsqueda incesante de la perfección armónica. Los griegos continuaron el desarrollo intelectual y musical, pero mientras el primero podía escribirse, el segundo sólo se transmitía auditivamente.
El primer instrumento musical que surgió de la conjunción de la teoría científica y de la tecnología griegas fue el órgano, inventado por Ktesbios de Alejandría en el año 270 antes de nuestra era. Ktesbios era además un notable científico que contribuyó al estudio de gases, habiendo realizado el primer experimento de combustión, semejante al que Lavoisier, realizara 200 años después. Pero su órgano fue el invento que le valió ser considerado por Plinio el Viejo como un genio comparable al gran Arquímedes. El desarrollo ulterior de ese instrumento musical lo difundió por todo el mundo culto de la antigüedad.
Curiosamente, el pensamiento científico y la música sufrieron el mismo destino ante el surgimiento del cristianismo. La investigación racional del universo y la música como interpretación de la naturaleza, tal como la habían promulgado los griegos, fue sustituida por la fe y la contemplación divina. La música, por su impacto emocional, fue considerada inadecuada para la meditación religiosa, y por ello alejada de su práctica.
La geometría euclidiana y el álgebra fueron abandonadas y los órganos desaparecieron de Europa. Fue hasta la llegada de Gregorio el Grande que se redescubrió el valor e impacto de la música en el ritual religioso, con lo que nació el canto gregoriano para elevar musicalmente las plegarias a Dios. Poco a poco se desarrolló la escritura musical, primero con números y luego con la notación inventada por Guido d'Arezzo. Al fin la música encontró una representación escrita que le daría permanencia y le permitiría diseminarse y perfeccionarse.
Su desarrollo fue rápido, naciendo la polifonía y otras formas musicales como la ópera en pleno Renacimiento. Su relación con la ciencia seguía firme. Científicos como Galileo se ocuparon de fabricar instrumentos musicales y perfeccionar la escala diatónica, encontrando relaciones exponenciales con los intervalos armónicos. Los más prominentes intelectuales de la época, como Ficcino y Pico de la Mirandola, eran músicos y compositores consumados. Kepler, en sus estudios y cálculos de las órbitas elípticas de los planetas, pretendía haber descubierto la "nueva música de las esferas". Newton, de quien tenemos la imagen clásica del científico, propuso una escala sonora de 53 tonos, y en su gran obra, Optica, equipara los siete colores con las siete notas musicales, sugiriendo que la armonía de ciertos colores pudiera semejarse a la de los intervalos sonoros.
Pronto surgieron formas musicales cada vez más complejas como el oratorio, la cantata, la sonata y las sinfonías, y con ello la música tomó una ruta independiente de las otras actividades intelectuales. La ciencia, por otra parte, se desarrolló con rapidez, separándose cada vez más de sus raíces musicales.
Actualmente somos testigos y usuarios de los formidables logros del pensamiento racional. La ciencia nos ha revelado un mundo infinitamente complejo, pero regularmente ordenado mediante leyes que pueden sintetizarse en formulaciones matemáticas, como pretendía Pitágoras. Pero la música, con su compleja estructura y diversidad instrumental, ha alcanzado un nivel comparable, que en forma misteriosa dialoga con nuestro reducto emocional. Su carácter, quasi mágico, sigue soslayado en cada acorde. Por ello, Lévi Strauss considera que "la música es el único lenguaje que es a un tiempo inteligible pero intraducible, y el creador musical es un ser comparable a los dioses. La música es el misterio supremo de la ciencia del hombre".
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