Ñáñaras de la moralina
Angel Vargas y Mónica Mateos n De pudorosa y recatada señorita, la televisión mexicana pasó a desenfrenada mujer irreverente, cuando menos en lo que al humor se refiere. Ahora los programas cómicos no tienen empacho en sacar a relucir lo más florido de su lengua colorada, a diestra y siniestra.
Pero lo que permanece inmaculado es su capacidad de renovar de vez en cuando el habla popular. Por si existieran dudas, la prueba está en el otro recuadro que acompaña a esta entrega.
Parte sustancial en el trabajo de los comediantes, según afirman algunos de ellos, radica en el manejo del lenguaje. Este es, sin duda, el elemento que bien puede provocar una marejada de carcajadas o una mueca de disgusto, todo depende del tino con que se construyen las frases y, por supuesto, de la gama de gustos de los televidentes.
La calle es la mejor proveedora de situaciones jocosas y de frases y expresiones que en boca de los humoristas se ponen de moda e, incluso, se convierten en sello distintivo entre generaciones. Algo así como: dime cómo hablas y te diré qué programa ves
Aunque en principio algunas expresiones causan malestar, se arraigan en el vocabulario del público, como señala Enrique Cuenca, quien recuerda la polémica que se formó a principios de los setenta, cuando Los hermanos Lelos exclamaban: "me dan ñáñaras".
"La gente decía que ñáñaras significa cosquillas en el ano, lo cual es mentira. A los niños no la dejaban repetirla. Tomamos esa palabra del lenguaje coloquial de los cubanos, quienes la utilizan como sinónimo de sentir nervios o cosquillas en el cuerpo por la
misma razón", explica El Polivoz, quien con Eduardo Manzano instituyó gran variedad de expresiones en el habla popular.
Prolífico en los menesteres de crear vocablos, Chespirito afirma que fuera de las frases en que premeditadamente deforma el lenguaje ųcomo šqué no panda el cúnico!, y cenicero de cortal cristado y politura de jefacía, entre otrasų, reta a cualquiera a encontrar "alteraciones o defectos en el uso del lenguaje" en sus programas.
Ya más del humor contemporáneo, Andrés Bustamante considera que algunos actores o guionistas retoman ciertas frases de la calle y las repiten mucho para que regresen a la gente con el sello del humorista. Además, está convencido de que el lenguaje en la tele ha cambiado de una década a la fecha. Divertido, recuerda cómo hasta hace poco era inconcebible decir, por ejemplo, güey.
El creador de El Güiri Güiri tiene razón. La actual apertura televisiva permite que el juego de palabras de algunos comediantes llegué a extremos que le pondrían la piel chinita a los antiguos censores, ya no se diga provocarles un infarto. Tal es el caso de Eugenio Derbez, quien es el primero en televisión que ha dicho, sin ser despedido ni sancionado con una multa, la palabra verga. Sí, con todas sus letras, en plena tele: verga.
Esta fue la escena, cuenta el humorista: "El personaje dijo: 'lo corrieron, no tuvo éxito ni nada... y al haber... ganado muchos premios...'. Dije y no dije esa palabra. Fue muy fino".
šChingá, ya no hay moral!, dicen por ahí, pero los hacedores de la risa están conscientes de que la frontera entre lo vulgar y lo exquisito depende de un suspiro. ƑHasta dónde llegará doña tele y sus decires?