n Artistas con visiones y personalidades diferentes
Los Siete, aventureros de pincel e impulsores del arte canadiense
Merry Mac Masters, enviada, Ottawa n El paisaje siempre es un factor determinante en el entorno canadiense. Pictóricamente hablando, se le ha enfrentado de diferentes maneras.
Creada en 1867, la Confederación Canadiense, con hondas raíces en Gran Bretaña y Francia, estuvo influida desde un principio por la pintura del Viejo Mundo. Para aquellos artistas interesados en labrar una identidad canadiense distinta, abundaban los ejemplos de cómo no querían pintar. Escenas, por ejemplo, que en un primer plano muestran ovejas pastando y pescadores platicando, daban la impresión de un paisaje tranquilo y domesticado. Al negar la verdadera esencia de esa tierra salvaje e indomada, eran escenas garantizadas para no asustar a los nuevos pobladores.
Sin embargo, en ese joven país había artistas que luchaban por liberarse de las tradiciones artísticas inglesas. Aunque su punto de reunión fue la floreciente ciudad industrial de Toronto, esos artistas estaban más interesados en las regiones del país sin cultivar. Se trataba de Franklin Carmichael (1890-1945), Lawren S. Harris (1885-1970), A.Y. Jackson (1882-1974), Franz (Frank) Johnston (1888-1949), Arthur Lismer (1885-1969), J.E.H. MacDonald (1873-1932) y F.H. Varley (1881-1969) ųcontrario a los otros, prefirió pintar personas que árbolesų, quienes en 1920 fundaron el Grupo de los Siete y establecieron las bases para el arte moderno en Canadá. Muy ligado a esos nombres está el de Tom Thomson (1877-1917), cuya muerte temprana no le permitió formar parte del grupo, pero cuyo amor por el norte y talento artístico le convirtió en una influencia para los demás.
Tierra salvaje. La pintura paisajista y el Grupo de los Siete se ha intitulado la exposición de 76 obras que el próximo 26 de agosto se inaugurará en el Museo de Arte Moderno. Será la primera vez que la pintura de esos artistas se exhiba en conjunto en México. También se incluyen trabajos de Thomson. En su mayoría, la muestra comprende óleos, no obstante, también incluyen algunos pequeños "bosquejos" al óleo realizados por Thomson, en los que se ve cómo era reorganizado el paisaje, la relación cromática y en qué medida el diseño se impone.
Entre las características principales del grupo estaba su sensibilidad al "efecto" natural y su habilidad de expresar el "ritmo" de la naturaleza.
Charles C. Hill, curador de arte canadiense en la Galería Nacional de Canadá, en Ottawa, señala en entrevista que a finales del siglo XIX se crean las primeras instituciones de arte en el país. En un primer momento, el "nuevo profesionalismo" entre artistas y el deseo de promover la importancia del arte para la nación y desarrollarlo en Canadá se topan con la falta de instalaciones: como no hay colecciones, no es posible ver el gran arte del pasado y, por lo tanto, hay que atravesar el Atlántico para hacerlo. Antes de forjar un arte canadiense, primero debían perfeccionarse como artistas, apunta el curador de Tierra salvaje.
Cuando el Grupo de los Siete se est ableció, los artistas se conocían por más de una década y gustaban llamarse "aventureros en pintura". Aparte de su deseo de comunicar lo que "Canadá tiene que decirle al mundo", eran artistas con distintas personalidades y visiones. Su primer lugar de reunión fue una compañía de diseño comercial de nombre Grip Limited, ubicada en el centro de Toronto. Con la excepción de Harris, quien era de familia acomodada, todos los artistas que formaron el grupo se mantenían en algún momento como artistas comerciales o diseñadores gráficos, realizando rótulos y trazados, así como ilustraciones para revistas y libros. Su amistad condujo a excursiones de fin de semana para ir a dibujar a los lagos cercanos.
En 1913, Harris y MacDonald viajaron a Buffalo, Nueva York, para ver una exposición de pintura escandinava contemporánea de paisaje. Lo que les impresionó del trabajo fue su fervor por los temas nórdicos ųel invierno y la propia nieveų, y su interpretación vigorosa y decorativa de los mismos. Según Hill, los dos asuntos de importancia serían la temática y un lenguaje para interpretarla. Los Siete dirían: "Contamos con cielos brillantes, una claridad de atmósfera, un brillo en el colorido... Hay algo en ese paisaje que está creando una gente nueva. No vivimos como europeos, tenemos un sentir diferente del espacio, del color y de las estaciones". La Primera Guerra Mundial, sin embargo, los dispersó. Luego, la noticia de la muerte de Thomson cayó como bomba.
Antes de que el Grupo de los Siete se constituyera oficialmente en 1920, varios de sus integrantes ya habían tenido pequeñas exposiciones. Si algunos críticos alabaron su trabajo por la manera en que reflejaba "un espíritu candaniense", otros sin embargo fueron escandalizados por el audaz empleo de color, las pinceladas anchas y dramáticas, y la falta de atención a los detalles específicos. Eran pintores fuertes que provocaban reacciones fuertes. A pesar de su afán de desarrollar el orgullo nacional y sacar a los canadienses de "una mentalidad colonial", según Hill, el grupo llegó a su fin en 1933.
Había transcurrido una década de pleitos con los sectores más conservadores que se oponían al apoyo que la Galería Nacional de Canadá les daba a los Siete, cuyo arte para sus detractores era "feo". Los conservadores, incluso, promovieron una petición nacional para destituir al director de la Galería Nacional de Canadá.
Al desintegrarse, el equipo formó un frente nacional, llamado el Grupo Canadiense de Pintores, que incluía a todos los artistas que, a lo largo del tiempo, habían invitado a exhibir con ellos. Cabe mencionar que ante la falta de apoyos para artistas en el país del norte los agrupados siempre habían sido generosos con las nuevas generaciones. Hill acota que para 1933 el movimiento "había hecho lo que tenía que hacer". Incluso, ya para finales de los veinte varios de sus miembros estaban indecisos en cuanto al camino a seguir. No faltó quien llegara a pintar en el ártico.