La Ley de Herodes

Fernando Figueroa n Cuando Paco Stanley y Mario Bezares salieron de Televisa, se les ocurrió hacer un sketch -que servía de entrada al programa Una tras otra- en el que hacían su arribo a Televisión Azteca cargando toda clase de tiliches, hasta con el perico, que iba dentro de una jaula acarreada por Stanley. Nadie suponía que dentro de esas imágenes había no sólo la representación de un viejo dicho popular, sino un chiste extra para "enterados". Pacorro y Mayito llegaron a una empresa donde, curiosamente, se impulsa una campaña denominada Vive sin drogas que, según fuentes bien informadas, no sólo es de dientes para afuera. Aunque en el interior de la empresa sí exiten consumidores de cocaína y mariguana (Ƒen qué chamba no hay cocos y pachecos?), no existe una política de manga ancha para el trafique y el consumo interno (sabemos de por lo menos dos empleados que salieron de ahí por culpa de una miserable bachita de mota). En el caso de Stanley y Bezares, desde que estaban en Televisa era muy conocida su afición por el reventón en grande, pero de ahí a pertenecer a un cártel de drogas hay una gran distancia, misma que en estos momentos es investigada -esperamos que seriamente- por las autoridades respectivas. Se comenta que Stanley -al igual que otros personajes famosos- tendría narcoamigos, a quienes divertía profesionalmente en fiestas privadas. En el medio de la tele corre la versión de que a Stanley sí lo ejecutaron narcos, pero no por ajuste de cuentas de negocios, sino por un desafortunado šlío de faldas! Quienes afirman que los sueldos mensuales de Paco y Mario (120 mil y 35 mil pesos, respectivamente) no corresponden con el nivel de vida que llevaban, habría que decirles que esas cantidades corresponden sólo a lo que devengaban en forma nominal, ya que ganaban una cantidad mucho mayor por anunciar productos dentro de sus programas. La delgada línea roja entre el chupe, el pasón, la fama y el ligue, por un lado, y el tráfico de drogas, por otro, es un asunto que se enturbió de origen por el tonto manejo de la información televisiva y las revelaciones casi inmediatas por parte de la procu capitalina. Todo este numerito nos recuerda la intempestiva salida de Televisa, al final de los ochenta, de un conocido productor que también se manejaba en esa difícil frontera que separa al consumidor del dealer a gran escala. El atascón dentro de su oficina era muy conocido, pero siempre existió la duda acerca del trafique en grande. Su retiro de la empresa cuando aún manejaba programas de alto rating, se leyó como un corte de cabeza solicitado en buena onda por las altas autoridades del país; algo así como una concertacesión en vez de apañón y escándalo. Hoy los tiempos han cambiado; los asuntos ya no se arreglan por medio de la negociación, sino a balazos. AYER POR LA noche debió estrenarse, en el Centro Cultural Helénico, La muerte se va a Granada, obra que provocó inolvidable pleito entre su autor Fernando del Paso y Mario Espinosa, titular de la Dirección de Teatro del INBA. José Luis Ibáñez dirige a un grupo de actores poco conocidos, en una puesta en escena que, seguramente, todavía va a dar mucho de qué hablar. La herida aún no cierra. ES PESIMA NOTICIA que se requieren 100 millones de dólares para restaurar el Centro Histórico de Puebla; a manera de mínima consolación, les diremos a los habitantes de esa ciudad que tienen la oportunidad de ver una excelente exposición de cerámica estilo Paquimé, del pueblo Juan Mata Ortiz, Chihuahua, casi tierra natal del perpetrador de esta ley. La cita es en el Museo Amparo de la Angelópolis. Vayan cualquier día, excepto martes.