Bernardo Bátiz Vázquez
El papel del Poder Legislativo

El lunes pasado, en Toluca, sede del Congreso local, se presentó un libro cuyo solo título invita a su lectura y provoca varias reflexiones: Las Naciones de una República, editado por el Instituto de Investigaciones Legislativas de la Cámara de Diputados federal con la colaboración del Instituto de Estudios e Investigaciones Legislativas del Poder Legislativo del estado de México.

Fue escrito por la historiadora Romana Falcón, con quien colaboraron los eficientes investigadores Guillermina Juárez, Rosalía Santín, Juan Manuel Siles y Gabriela Silva.

El tema central de la obra es aparentemente muy reducido, circunscrito a una breve etapa de la historia del país, pero su significado es importante por varias razones. El subtítulo es "La cuestión indígena en las leyes y el Congreso mexicanos, 1867-1876" y, como se ve, la preocupación toral de la autora es analizar la historia de la problemática de los pueblos indios desde el punto de vista del Poder Legislativo y no, como ha sido la costumbre, a partir de los hechos, las vicisitudes y los cambios del Poder Ejecutivo.

Un mérito del texto es que le da al Poder Legislativo su valor e importancia como generador de ideas, centro de análisis de la realidad y fuente de propuestas viables. Si damos un vistazo a la historia más o menos tradicional, veremos que los hechos que se destacan son las relaciones con el titular personal del Poder Ejecutivo, la lucha de Juárez contra Maximiliano, la renuncia de Comonfort, el asesinato de Madero, pero poco se estudia cuál fue el papel del Congreso en los mismos momentos históricos.

Un ejemplo de este olvido del Poder Legislativo lo encontramos en los relatos de la invasión estadunidense a nuestro país que se refieren, en su mayoría, a las batallas, al heroísmo de las Guardias Nacionales, a las traiciones e indecisiones de Santa Anna, pero pocos se ocupan del papel del Congreso en la firma del tratado que puso fin al conflicto y evitó una pérdida todavía mayor.

Romana Falcón, con un estilo ameno y fluidez, nos va llevando por diversos capítulos de su obra, ilustrados con excelentes fotografías de la época, de tal modo que nos vamos adentrando en los conceptos que tenían las clases ilustradas, tanto liberales como conservadores, respecto del problema de los pueblos indios, a los que no se entendía ni se consideraba. Especialmente, nos muestra que se les veía como un gran obstáculo para el "progreso", término de moda entre los positivistas y entre los grupos que al correr del tiempo se denominarían "Los Científicos".

En el libro se destaca también con nitidez el valor del Congreso unicamaral de la época, en el que personalidades de primera línea, como Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Ponciano Arriaga, Del Castillo Velasco y otros, constituyeron un verdadero poder equilibrador del Ejecutivo y nada menos que frente a un presidente tan fuerte y prestigiado como lo era Juárez a raíz del triunfo sobre el imperio de Maximiliano.

La obra es recomendable por muchas razones, pero hoy que estamos viviendo el fortalecimiento del Congreso mexicano, es de lectura obligada, y no podía ser más oportuna porque destaca el papel fundamental de un Poder Legislativo independiente, informado y autónomo en la mayoría de sus actuaciones, el de 1867 a 1876, que tanto influyó en la restructuración de nuestro Estado nacional, aun cuando haya sido y siga siendo multinacional por la presencia de los pueblos indios que conservan sus lenguas y culturas. Hoy estamos requiriendo de un Congreso con la agilidad y la lucidez de aquél para que no quede todo en manos del Ejecutivo autoritario y absoluto.