José Steinsleger
Hacia el pensamiento totalitario

Los únicos que en el siglo X sabían leer y escribir eran los servidores de Dios, expresión del pensamiento totalitario de entonces. Mil años después, convertido Dios en sujeto celestial de oferta y demanda y los países en meros objetos del mercado, los únicos que podrán acceder al conocimiento serán los programadores del pensamiento totalitario en marcha.

En esencia, lo mismo: un proyecto de dominación intelectual, hostil al pensamiento crítico, diverso, plural. Si hace mil años los monjes de las abadías andaban persuadidos de que su deber consistía en explicar la historia para detectar allí señales del mandato celestial, el examen de los hechos del pasado representa hoy un nuevo tipo de advertencia divina: modernización o muerte.

Algo de coherencia subyace en el dilema. Sólo que en estas latitudes del planeta, los planes de "modernización" educativa proponen que nuestros hijos, tras graduarse de arquitectos, doctores, ingenieros, médicos o historiadores se enfrenten a otro dilema: emigrar a los países ricos o trabajar catorce horas seguidas en los McDonald's y en los restaurantes de lujo.

A propósito: Ƒha observado usted cómo ha cambiado la composición de clase de las cafeterías, discotecas y bares de moda? Para muchos chicos que trabajan en el sector servicios, algunos con título profesional, ya no hay cabida en los planes de desarrollo nacional. Y estos jóvenes ya no son meros desocupados sino desechos de un perfil de universitario rechazado por el modelo globalizador.

En la ardua polémica por el presupuesto de la educación y las universidades nacionales de América Latina, surgen nítidas otras discordias: la de los modelos de universidad y la de los modelos de país. Basta leer las cartas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para darnos cuenta de lo que se nos viene: la idea de que la enseñanza primaria es beneficio social y la universidad renta para el individuo.

Por tanto, si hasta ayer los bocados del modelo neoliberal fueron las empresas estatales y los servicios de salud y seguridad social, hoy le siguen la educación y las universidades. El orden del día es formar otro tipo profesional. Un profesional aséptico y vacunado contra el virus de la sensibilidad social, capaz de administrar sociedades desinformadas, enfermas, ignorantes de sí mismas.

Los ataques del Banco Mundial a las universidades nacionales de los países pobres no son improvisados. Ni siquiera responden ya a motivos económicos.

Sometidos a los imperativos del mercado, habiéndose vendido el patrimonio nacional, reducida la economía a especulación y salvataje de la banca privada y la democracia al amarre cupular de partidos políticos sin ideología, los gobiernos latinoamericanos avanzan vertiginosamente sobre los espacios autónomos de reflexión, debate y desarrollo del espíritu crítico: las universidades nacionales.

Según el cristal con que se mire, eufemismos como "variable del ajuste" o "reasignación de partidas", la propuesta del capitalismo hegemónico en asuntos de educación persigue un solo propósito: la embestida contra las universidades, en aras de un modelo excluyente que de manera inexorable cincela el canal de transferencia de recursos de los que menos tienen a los que más acumulan.

Poco a poco, la educación va dejando de ser política de Estado para transformarse en dictado de los organismos financieros que obligan a invertir en los niveles más bajos del sistema.

Que la comunicación sea entretenimiento, la salud privilegio y la educación factories of knowledge, fábricas de conocimiento complementario a la mano de obra barata. En los tres niveles de enseñanza, el modelo de neoesclavitud neoliberal exige que los planes de enseñanza purguen toda posibilidad de disentir con el pensamiento único del mercado, nueva forma del pensamiento totalitario global.