Margo Glantz
Tabucchi, los gitanos y el Renacimiento

El pasado abril la editorial Feltrinelli publicó un pequeño volumen firmado por Antonio Tabucchi, Gli Zingari e il Rinascimento (Los gitanos y el Renacimieno). ``Más que `reportaje' -dice su autor- este libro hubiese debido llamarse `reportaje de un reportaje'. Nació de un diario que escribí acompañando a una persona que llevaba un diario sobre lo que había venido a ver en Florencia y a la que serví en cierta medida de guía durante su estancia en la ciudad. Este texto es, entonces, el resultado de una serie de apuntes que surgieron mientras observaba a una persona que observaba una realidad ya conocida por mí (o que pensaba que conocía), pero que veía con ojos diversos porque era la primera vez que la veía a través de los ojos de otro''.

Es un curioso reportaje en el que Tabucchi sirve de Virgilio a Liuba, una judía polaca a quien conoció en Lisboa, en 1968, y cuyos padres llegaron a Portugal en 1943 cuando huían del nazismo, y que lo visita en Florencia 30 años más tarde, cuando la ciudad se ha convertido en un nuevo infierno más degradado que el que dibujó Dante en su Divina Comedia.

El texto fue publicado primero en la famosa revista Lettre International, de Berlín, que recientemente convocó a un concurso internacional de ensayo para responder a una doble pregunta ``¿Liberar el pasado del futuro? o ¿Liberar al futuro del pasado?'' Ensayos escritos en varios idiomas, los utilizados por la UNESCO (alemán, árabe, castellano, chino, inglés, ruso) para celebrar a la ciudad de Weimar, capital de Europa 1999, y con el deseo de revivir ese tipo de concursos establecidos en el siglo XVIII, en la época de la Ilustración, y que habían distinguido en una célebre ocasión a Juan Jacobo Rousseau.

Dentro de esa misma línea y siguiendo esa vieja tradición, en 1997 Lettre International propuso a varios escritores, entre ellos Tabucchi, que escribieran un texto sobre algún problema actual que ameritase un testimonio especial: diez escritores observan una realidad de fin de milenio.

Tabucchi decide que el problema específico que Liuba le replantea y que a su vez una universidad estadunidense (donde se estudian los problemas de las minorías étnicas) le ha planteado a ella, puede ser el objeto de un reportaje en donde han de converger muchas de las realidades de este fin de milenio en una pequeña ciudad ``privilegiada'': en primer lugar, la existencia en los alrededores de Florencia de una comunidad musulmana de gitanos de Kosovo, Macedonia y Serbia, instalados como parte de una política de apoyo a las minorías étnicas de la antigua Yugoslavia, una minoría históricamente perseguida durante centurias y entre cuyas tribulaciones en este siglo estaría nada menos que la persecución nazi y más recientemente la llamada ``cruzada de limpieza étnica'' instrumentada por Milosevic y perseguida a su vez por la OTAN con los resultados que por desgracia conocemos bien y que en Florencia, tierra supuestamente de asilo, los relegó a una categoría infrahumana.

En segundo lugar, los equívocos a los que se presta la cultura a finales de milenio, el estereotipo de la cultura como mercancía y el estereotipo de una Florencia renacentista equiparable con la Atenas de Pericles, cuna de la democracia, cuando en realidad la Florencia de los Médicis -época en que el arte floreció de manera extraordinaria y que ahora hace de la ciudad un sitio de peregrinación turística vulgar y adocenada- fue, dice Tabucchi, una ``ciudadela, es decir una ciudad cerrada a cualquier intromisión que viniese de fuera... y hostil a cualquier contacto con el extranjero''.

Los principales periódicos nacionales y locales son reseñados asimismo por Tabucchi en este ya no sólo doble reportaje -el de un escritor que se ve a sí mismo mirando a través de los ojos de otro u otra-, sino también el de un escritor que se sirve de miles de otros ojos como en el mito, esos reportajes periodísticos, más bien libelos o notas de sociedad, que los ``eventos'' importantes provocan. Uno de esos ``eventos es la iniciativa `renacentista' que exhibe ante los ojos deslumbrados de los florentinos nada menos que la colección de ¡anteojos! de Elton John, el cantante de rock, el bardo que ha cantado a tantas celebridades, por ejemplo, la princesa Diana.

Otro suceso que cuesta millones de liras a la ciudad y ocasiona un delirio popular, y sobre todo la ilusión de que Florencia ha vuelto a estar en la cumbre del mundo, es un baile en ocasión de la bienal de la moda (1998), acontecimiento cuyo saldo esencial es ``demostrar' que los estilistas han superado con creces a los artistas: Armani o el difunto Versace son superiores a cualquiera de los grandes pintores contemporáneos y aun a los renacentistas que alberga la galería de los Uffizi en cuya plaza se ofrece la cena. ``El `Renacimiento'', al cual Florencia parece ser devota en este fin de milenio, va naturalmente a la par de la degradación de la civilización occidental tal y como aparece en las imágenes de los medios'', concluye Tabucchi.

¿Alguna coincidencia con otros países? ¿Rescatar a la banca y ofrecerle el dinero necesario para su dudosa supervivencia y escatimarle fondos a la salud, la educación, los damnificados, el patrimonio nacional? Corro el riesgo de caer en el sentimentalismo y por eso le pongo punto final a esta incompleta reseña de un pequeño y significativo libro que imagino pronto será publicado en español.