* El próximo 3 de julio abrirán muestra del artista alemán en el IAGO


Vigente, la reconstrucción del rostro apocalíptico de la guerra, de Otto Dix

* En sus retratos convergen lo dramático, lo cómico y lo grotesco, señala el curador Keuerleber

militar Angélica Abelleyra * O ''me vuelvo tristemente célebre o me vuelvo famoso", dijo alguna vez Otto Dix (1891-1969), y el alemán logró las dos cosas: se convirtió en uno de los artistas más importantes del siglo XX por su reconstrucción crítica del rostro apocalíptico de la guerra, la hipocresía de la sociedad burguesa y el eterno ciclo de la vida y la muerte; una creación que si bien reflejó la vida 50 años atrás, y aún más, conserva hoy validez y vigencia absolutas.

Grabados, litografías y aguafuertes realizados por el admirador de Nietzsche y artillero en Francia, Flandes y Rusia, conforman la exposición que se abrirá el próximo 3 de julio en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) después de una estancia en la ciudad de México, bajo el auspicio del Instituto Goethe. Se trata de una selección de obra gráfica de los años veinte donde traza las consecuencias infelices del campo de batalla: hombres lisiados, mendigos carentes de vista y soldados feroces ante las prostitutas conviven con ejemplos de la célebre serie La guerra, donde Otto Dix se ciñe al expresionismo para testimoniar la brutalidad del acto bélico en un conjunto gráfico comparado con el de Francisco de Goya en Los desastres de la guerra.

Combatir en la trinchera

Dix y Goya tuvieron en común haber combatido en la trinchera. Sin embargo, en la versión gráfica del alemán prevalece el anonimato del soldado raso mientras que Goya enmarcó su denuncia en la lucha de la liberación española contra la ocupación francesa. ''Dix no hace referencia a un conflicto bélico en particular, sino a la guerra como tal", explica Eugen Keuerleber ųcurador y autor del catálogo editado por el Institut für Auslandsbeziehungen para la exhibiciónų y destaca la genialidad del grabador que lo mismo abrevó en el movimiento dadá que en Van Gogh, Marinetti y su futurismo, así como del sesgo realista más directo y puro.

Arrestado por la Gestapo y prisionero de guerra de los franceses, Dix nació en 1891 en Turingia. Curso estudios de arte industrial en Dresde y ya como adolescente reveló una gran libertad creadora que lo encaminó más allá de la pintura clásica y el moldeado en yeso, asimilando las corrientes de su tiempo como el impresionismo, el expresionismo y el cubismo.

trinchera En 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpió sus estudios y lo mandó al campo de batalla. En el frente, Dix sin embargo nunca dejó de ejercitar la mano con notables retratos y autorretratos en los que ''convergen lo dramático, lo cómico e incluso lo grotesco", señala Keuerleber. Durante tres años, lapso en que fue herido, condecorado y ascendido a sargento segundo, realizó cientos de acuarelas y dibujos que una amiga almacenó. Con gis, tinta y temple, diseñó cuadros y collages para relatar los horrores humanos en medio del enfrentamiento bélico.

Abordar las flaquezas del ser humano

En 1918, ya como civil y con la guerra como recuerdo permanente, se propuso transitar por los senderos de la litografía, marcado por el dadá. Algunas obras de este periodo fueron confiscadas por los nazis con el argumento de que constituían ''sabotaje al espíritu militar en las fuerzas armadas", mientras al iniciar los años veinte el autor circuló en medio de los retratos en los que prevaleció su ''preocupación genuina e irrenunciable por el ser humano, con todas sus flaquezas", anota el curador de la exposición. El elemento humorístico y crítico en sus series provocó la ira de los nazis, que lo relevaron de su cátedra en Dresde y prohibieron la exhibición de su trabajo artístico.

Esta situación generó en Dix un ejercicio crítico extremo contra burgueses y militares y en favor de prostitutas y mendigos, a quienes miró con simpatía junto a domadoras, magos y equilibristas que revivieron como personajes de un mundo circense trasladado a grabados a la punta seca y de línea verista, allá por 1922. Ese año, Dix cambió su residencia de Dresde a Düsserldorf.

mujer abanderada La litografía en blanco y negro fue su preferida en este lapso pero los combates permanecían como obsesión ų''las ruinas siempre estaban en mis sueños", decíaų. Entonces surgió la serie de 50 grabados y aguafuertes intitulada La guerra que, como señalamos, lo situó en paralelo al conjunto diseñado por Goya, artista que por cierto Dix veneraba, y que en términos generales constituye la conclusión de la creación gráfica del alemán. Luego vendrían litografías a color, de carácter eminentemente pictórico, como el grupo de 33 piezas en torno del evangelio según San Mateo.

Antes de concluir la Segunda Guerra Mundial, Dix se volvió a enlistar como soldado, fue prisionero de los franceses, pero regresó al arte, una forma de vida en la que destacó como pintor, dibujante y creador gráfico a pesar de la apoplejía que le ocasionó parálisis en la mano y con todo y los horrores experimentados durante y después de esos enfrentamientos que ahora se sitúan en Kosovo, Cachemira, Turquía, el País Vasco, Colombia o Chiapas, o...

(La exposición de Otto Dix se presentará a partir del 3 de julio en el IAGO, en Macedonio Alcalá 507, Centro Histórico de la capital oaxaqueña.)