MEDIO ORIENTE: LA PAZ EN RIESGO
El recién elegido gobierno de Israel, presidido por los laboristas, negocia extraoficialmente un acuerdo de distensión con Siria que podría incluir la devolución a ese país de los altiplanos del Golán -actualmente bajo el control de Tel Aviv- y la retirada de las tropas judías (y de las milicias proisraelíes que ocupan el sur del Líbano) de la zona fronteriza entre el país árabe y el Estado hebreo. El Líbano, por otra parte, tiene gran importancia estratégica defensiva para Damasco, que mantiene una fuerte presencia militar en el sur de esa nación.
Así, para el plan del nuevo primer ministro israelí, Ehud Barak, que intenta pacificar su frontera norte para ampliar sus posibilidades de negociación con los palestinos, la reducción de los conflictos en el Líbano resulta esencial. Por ello, es sumamente preocupante el feroz bombardeo ordenado por el gobierno saliente de Benjamín Netanyahu contra el sur del Líbano, ataque que causó una decena de muertos y numerosos heridos entre la población civil, y dañó severamente diversas centrales eléctricas libanesas.
Las Naciones Unidas, Francia, Estados Unidos y todos los países árabes han condenado duramente esta agresión que el gabinete de Netanyahu justificó con el argumento de que se trataba de una respuesta al lanzamiento de cohetes contra el norte de Israel por parte de los guerrilleros de Hezbollah. Sin embargo, las bombas lanzadas contra el Líbano por orden de Netanyahu representan una amenaza y un posible obstáculo a los eventuales esfuerzos de paz del futuro gobierno israelí, suscitan desconfianza e indignación entre los palestinos y los países árabes y enardecen peligrosamente a los grupos extremistas y terroristas islámicos que no aceptan siquiera la posibilidad de negociar con Israel.
Por otra parte, en lo interno, el ataque al Líbano complica el panorama político israelí, pues importantes grupos de la ultraderecha parecen no estar dispuestos a ceder un ápice ante Siria ni ante los palestinos y, por tanto, podrían prestar su apoyo para bloquear cualquier intento de negociación en favor de la paz. Con todo, permanece la duda en torno a si el gobierno saliente de Netanyahu pretendió, con el ataque, minar el terreno hacia la paz para restarle margen de maniobra a los laboristas o si, por el contrario, la decisión de bombardear el Líbano estuvo basada en algún tipo de acuerdo por el cual el Likud asumiría el costo de la ofensiva, para librar de tal responsabilidad a Barak y permitir a éste negociar desde una posición de fuerza el espinoso asunto del Golán y la presencia militar israelí en el Líbano.
Sea quien fuere el responsable de esta situación, lo cierto es que la agresión contra el Líbano es un nuevo atentado contra el proceso de paz en Medio Oriente. A las exhortaciones de la ONU por boca de su secretario general y a las exigencias de cordura expuestas por diversos países convendría unir las voces de los países latinoamericanos, cuyos mandatarios se reunirán próximamente en Brasil con sus contrapartes europeos, para preservar la posibilidad de paz en una región que, como los Balcanes, puede fácilmente inflamarse con consecuencias terribles para todos sus habitantes y para la convivencia civilizada a nivel internacional.