Vamos a acabar este sexenio con un asunto pendiente en la economía, no el único, evidentemente, pero sí esencial. Se trata, insistimos, del sistema bancario, que es cada vez más frágil financieramente y, sobre todo, más débil institucionalmente. Este pendiente es el signo de la política económica que de modo persistente, pero no por ello eficaz, se ha aplicado desde 1982, cuando dicho sistema registró su primera gran quiebra. Desde entonces se ha eludido la reestructuración en serio y, en cambio, se han aplicado medidas que son meros parches y que, con la crisis de 1995, han provocado su prácticamente total disfuncionalidad, además de enormes costos para la sociedad que distan mucho de haber concluido.
La reforma económica tiene ahí uno de sus puntos más débiles. Una economía que se ha volcado hacia el mercado, ha dejado trunco aquél que está en la base de los intercambios, es decir, el mercado de dinero. Los mercados, como formas institucionales de organización de las relaciones sociales, no surgen por generación espontánea, y menos en el terreno bancario. Los mercados se hacen y para ello se requieren reglas, normas de operación y un entorno legal que los sostenga. Lo que tenemos hoy en México no sirve y eso se demuestra todos los días.
Después de cuatro años, en los que según el discurso oficial el país ha superado exitosamente la crisis de 1995, el tercer banco más grande está quebrado, otro a punto de estarlo, y unos más en el limbo. En el sistema en su conjunto se siguen acumulando las carteras vencidas que, entre 1996 y lo que va de 1999, han aumentado de 36.7 por ciento del total hasta 44.9 por ciento. Los bancos no cuentan con los instrumentos de liquidez suficientes para hacer lo que deberían, que es prestar para financiar la inversión y, por el contrario, los datos del Banco de México indican claramente que el financiamiento de los bancos comerciales al sector privado se reduce de modo constante. Esta traba se creó por la gestión de la quiebra por la vía del Fobaproa y no logra superarse con el nuevo IPAB. Para el saneamiento del sistema se contrató una auditoría externa y ahora el responsable se queja de que las autoridades y los bancos no le dan acceso a la información que requiere. ¿Se tratará de ocultar algo? El caso es que el señor Mackey advierte que la situación podría llevar a que se tengan que ejercer acciones de tipo discrecional para administrar el salvamento de los bancos. Pero la discrecionalidad en el marco de una ley, que al parecer puede tener muchas debilidades, y en un entorno de sospechas sobre el manejo de los bancos entre los responsables en el gobierno y algunos banqueros puede ser más riesgoso. En la medida en que no se aclaren las formas en que se ha hecho la gestión bancaria persistirá la incertidumbre y crecerá el costo de la crisis.
Al tiempo que el sistema se sigue debilitando, la única respuesta es buscar capital extranjero. Eso no es bueno ni malo por sí mismo. Es, no obstante, complicado cuando existen al menos dos condiciones que no se superan. La primera es la falta de definición de una estrategia para el sector financiero que vaya más allá de los remiendos y las acciones de tipo particular, que son incapaces de articular una visión consistente del proceso económico. En ella debe haber lugar para los bancos, pero también para las distintas instituciones auxiliares que hoy están prácticamente muertas, y para la banca de desarrollo, que no es una aberración como parecen creer los dueños de la actual ortodoxia económica. La otra cuestión es el tratamiento del capital extranjero que se invierte en el país. El Hong Kong Shanghai Bank, por ejemplo, dice que está dispuesto a invertir más en el sector bancario en México. La verdad es que cualquiera lo haría en una situación en que se cuenta con garantías del gobierno para esa inversión, como quedó en claro en el caso de Serfín. Ese banco inglés no corrió con el riesgo de haber puesto su dinero en un mal negocio y se le ha garantizado su participación en la nueva entidad que se vaya a crear. ¿Es que hay en México normas especiales aplicadas a los inversionistas extranjeros que no se aplican a los nacionales? Eso sí es la verdadera modernidad, el cosmopolitanismo de la era global.
Los éxitos proclamados de esta administración en el terreno económico van a ser victorias pírricas por la situación de debilidad del sistema financiero, en especial en el sector bancario. Quienquiera que gobierne en el año 2000 se va a encontrar con una incapacidad de hacer funcionar la producción de modo que se cumplan los objetivos de mayor inversión, renovación del mercado interno, creación de empleos y generación de ingresos, que constituyen el único círculo virtuoso para hacer que crezca el producto de modo sostenido. En la gestión económica no hay fatalidades, la cuestión bancaria es un caso típico de reforma inacabada que compromete cualquier proyecto económico para el país.