Los agujeros negros
José Pablo Mijangos López (8 años)
Cuando escuché de la existencia en el espacio de los agujeros negros, pensé en un hoyo que se tragaba todo. Por eso me dio tanta curiosidad el tema, y para poder saber qué son tuve que aprender algunas cosas:
1. Que la luz no es un foco prendido, sino que está hecha de partículas y ondas.
2. Que las partículas de luz son afectadas por la gravedad, que es la atracción que tienen los cuerpos celestes.
3. Que las estrellas como nuestro Sol tienen un ciclo de vida. Están hechas de gas (principalmente hidrógeno) que, por efecto de la gravedad, se contrae o encoge. Al hacer eso, sus átomos toman velocidad y el gas se calienta. Ello hace que brillen.
Pero el combustible de la estrella se acaba, y lo curioso es que entre más grande sea la estrella, más pronto se acaba el combustible y empezará a enfriarse.
Si es pequeña o de regular tamaño, tal vez se convierta en una estrella fría o enana blanca como la que gira alrededor de Sirio, o en una estrella de neutrones.
Pero si es grande (como unos 20 soles) puede explotar, o se encogería rápidamente; la gravedad tan fuerte de la masa tan concentrada cambiaría los caminos de los rayos de luz y se inclinarían hacia dentro de la estrella. Eso hace más difícil que la luz escape.
Cuando la superestrella se ha reducido hasta un punto, la gravedad ya no permite salir la luz y, por lo tanto, ningún objeto. Todo es arrastrado por la gravedad. A eso le llamamos agujero negro.
Su frontera se llama horizonte de sucesos, y la forman los rayos luminosos que están a punto de escapar del agujero negro pero no lo consiguen.
La teoría de los agujeros negros se hizo primero en sus bases matemáticas, por científicos como Shamdrasekar, Eddington, Oppenheimer, Einstein y Schwarzschild. Pero en 1963, por fin se localizó en el observatorio de El Palomar, en Estados Unidos, un campo de gravedad muy fuerte que no producía luz y que fue el primer agujero negro descubierto en el espacio.