A partir de la importante decisión del Consejo Político Nacional del PRI de convocar a la sociedad para que sea ella la que decida acerca de su candidato a la Presidencia de la República, y de haber emitido las reglas para conducir el proceso en sus diferentes etapas, tenemos frente a nosotros el enorme reto de convertirlas en realidad.
Muchas resistencias habrá que vencer para construir la que será la cuarta etapa del partido que busca, esencialmente, adecuar su instrumental a las nuevas características de la sociedad a la que desea convencer. Su credibilidad está de por medio y, con ella, su reposicionamiento electoral.
La primera condición es, paradójicamente, que la estructura partidista acepte no sólo que las nuevas reglas son de acatamiento obligatorio, sino de la conveniencia de que así sea. ¿De qué nos sirve reconocer que la sociedad ya cambió y que serán las ideas las únicas capaces de motivarla, si nuevamente desplegamos viejas prácticas como ejes de la tarea política?
Por otro lado, de qué valdría la enorme voluntad política desplegada para abrir la elección interna del candidato, que hasta hace poco fue privilegio de unos cuantos, si pretendiéramos hacer de la filtración de la información y del rumor político medios con los cuales realizar una intención de inclinar la balanza que únicamente se moverá con votos.
La equidad en la contienda operará en beneficio de todos y no únicamente de quien resulte triunfador, porque ella es la garantía, primero, de que todos los aspirantes permanezcan y desplieguen su mejor esfuerzo y, después, de convencer a una sociedad cada vez más informada y crítica de que el partido cumplió con su oferta, que vuelve a ser creíble.
Si bien los medios de comunicación juegan un papel relevante, su compromiso esencial es con la verdad y más en la política en que las imágenes deben corresponder con la realidad, ya que todos los aspirantes tendrán la oportunidad de mostrarse frente a un sinnúmero de ciudadanos en un proceso de muy larga duración. Ningún medio puede engañar por siempre, si acaso lo hace por un espacio corto, y la política se mueve en espacios largos.
De ahí que resulte indispensable hacer de las reglas que emitió el Consejo Político, la base de la nueva ética política que sea capaz de derrotar a quienes siguen pensando que el éxito está en la audacia de un impacto, en la construcción de realidades virtuales que no soportan el menor análisis.
Los enormes cambios que el país reclama, los complejos retos que tendremos que enfrentar, podremos acometerlos sólo si la legitimidad es el resultado del proceso en el que estamos inmersos, la cual provendrá del cumplimiento de las reglas convertidas en ética política. Con ellas como soporte, la contienda del año venidero, ésa sí por la Presidencia de la República y por el Congreso federal, creará las condiciones para que las ofertas que ahora se dibujan se lleven a cabo y para que los mexicanos participemos en ellas.
Valiosas ideas se han expresado hasta ahora con todo y que el proceso apenas se inicia. Ese es el verdadero despliegue de la política: ser capaz de interpretar la realidad, de proponer cómo transformarla y desplegar la más amplia convocatoria para llevarlo a cabo. Estamos comenzando y ya se vislumbra un creativo despliegue político y el perfil de quienes serán capaces de llevarlo a cabo. Este nos permitirá generar credibilidad ante la sociedad.