Nadie lo desmintió
En 1970, Javier Barros Sierra relató con detenimiento los motivos que lo llevaron a izar la bandera nacional a media asta la mañana del 30 de julio de 1968 y a señalar que jamás se había visto tan gravemente amenazada la autonomía de la Universidad Nacional.
También explicó por qué -y no obstante que el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, trató de persuadirlo para que no asistiera- decidió encabezar la manifestación del primero de agosto y cómo al día siguiente "los provocadores" infiltrados en el movimiento estudiantil buscaron "desacreditar" dicha protesta.
"Nunca hubo del lado del gobierno -reflexionó aquel año-- una correcta valoración del movimiento estudiantil, de su verdadera fuerza, de sus objetivos; de allí que el propio gobierno haya contribuido a establecer la confusión a través de sus múltiples agentes y espías infiltrados dentro del movimiento estudiantil, en el cual, como se sabe, todos querían meter su mano."
El dilatado recuento hecho a Gastón García Cantú fue editado dos años después por la UNAM (Conversaciones con Javier Barros Sierra). Hoy, su hija Cristina Barros destaca la importancia de esos textos que se hicieron públicos en 1972, cuando era presidente Luis Echeverría Alvarez y aún vivían el ex presidente Gustavo Díaz Ordaz y el general Marcelino García Barragán. "Nadie lo desmintió entonces".
A continuación, extractos de aquellas conversaciones:
-Hacia las 10 de la mañana del 30 de julio usted, con estudiantes, funcionarios, profesores y directores de facultades y escuelas de la universidad, izó la bandera nacional a media asta y pronunció algunas palabras. ƑPor qué izó usted la bandera a media asta?
-No sólo por una petición generalizada de grupos estudiantiles, aunque debe decirse que no faltaban entre ellos los agentes oficialistas y los provocadores, sino porque yo estimaba, junto con muchos universitarios, que la institución estaba de luto como resultado de los atropellos de que había sido víctima.
"Ese fue el sentido que tuvo haber izado la bandera a media asta; por cierto, debe decirse que meses después fue promulgada una ley que reglamentaba, de una manera sumamente rígida, tanto la utilización de la bandera nacional como la del himno y los escudos patrios. Con esa ley vigente hubiera sido imposible un acto así sin incurrir en una seria violación, pero tal ley no existía en aquellos días de julio de 1968; digo esto porque pasado el tiempo alguna vez grupos de estudiantes me pidieron que efectuara el mismo acto.
"Yo me negué, diciendo que había una ley que prohibía expresamente izar la bandera. En esa ocasión, el 30 de julio, yo dije que jamás se había visto tan amenazada la autonomía de la universidad."
-ƑQué orilló a usted a encabezar la manifestación después de la protesta simbolizada en el haber izado la bandera nacional a media asta y hacerla con miles de universitarios, de politécnicos y de estudiantes de la Normal de Chapingo?
-Desde luego hay que recordar que para esas fechas, y aunque hubieran transcurrido muy pocos días desde los sucesos violentos de la última decena de julio, ya estaba integrada prácticamente toda una organización estudiantil y que ésta había decidido que era necesario salir a manifestarse. A mí me invitaron a encabezar la manifestación.
"Yo les hice ver que, de acuerdo con mi carácter de rector, yo no podía participar en un acto semejante a menos que en ese desfile nos limitáramos a expresar las protestas estrictamente universitarias, con exclusión de cualquier otra...
"...Fue notable que, salvo unos cuantos provocadores, la inmensa mayoría de los estudiantes hubieran respondido positivamente, absteniéndose en todo momento de desviar la manifestación hacia el centro de la ciudad, que era la intención de los provocadores."
-Al decir usted los provocadores, Ƒya para entonces podía tenerse la certidumbre de que había el deliberado propósito de que ocurriera un enfrentamiento entre estudiantes y fuerzas públicas?
-Sí. Yo recuerdo que hubo líderes que recorrían la manifestación en vehículos y en camiones, exhortando a sus compañeros a proseguir la marcha hacia el centro de la ciudad. Estas personas sabían perfectamente que a unos cientos de metros adelante, para ser más concreto, en el parque llamado Noche Buena o Luis G. Urbina, o como se le dice familiarmente en México, el Parque Hundido, estaban instalados fuertes contingentes del Ejército, incluyendo tanques.
"De manera que era absolutamente seguro que, de salirse la manifestación de su trayecto original, se iba a producir un enfrentamiento cuyos resultados hubieran sido inimaginables, pero catastróficos de seguro.
"Nunca hubo del lado del gobierno una correcta valoración del movimiento estudiantil, de su verdadera fuerza, de sus objetivos, de allí que el propio gobierno haya contribuido a establecer la confusión a través de sus múltiples agentes y espías, infiltrándolos dentro del movimiento estudiantil, en el cual, como se sabe, todos querían meter su mano.
"No era raro que algún agente o agentes gubernamentales en un momento dado asumieran la posición más radical y más intemperante, precisamente creyendo que de esa manera no perderían el liderato o la corriente direccional del movimiento.
"Debe recordarse que el 2 de agosto se trató de desacreditar dentro de la universidad la propia manifestación, que había sido integrada con una mayoría de universitarios, diciendo que era una peregrinación organizada de acuerdo con el gobierno, que se había evitado que los estudiantes llegaran hasta el Zócalo; en fin, que se había desviado la intención y que eso constituía nada menos que un acto de traición al movimiento estudiantil. Usted recordará que esos provocadores organizaron un pequeño desfile en la Ciudad Universitaria en el que participaron pocos estudiantes, si bien los argumentos de ellos tenían por objeto desprestigiar la importante manifestación de la víspera.
"...En ausencia del presidente de la República, que se encontraba entonces en la ciudad de Guadalajara, hube de estar en comunicación con varios altos funcionarios públicos, entre ellos el entonces secretario de Gobernación, quien hizo todos los esfuerzos posibles por persuadirme de que no participara en esa manifestación.
"Sin embargo, siempre insistí ante él en que mi negativa a participar hubiera significado, primero, una crisis gravísima dentro de la universidad, y algo más grave: hubiera sido casi inevitable que esa manifestación fuera deformada por los provocadores, degenerando en una masacre peor, quizá, que la del 2 de octubre, que deplorablemente hubo de sufrir México."