La esencia de la universidad se sustenta en su personal académico y en sus estudiantes. Existe otra descripción que, aunque simplista, expresa de manera clara esta esencia: la universidad está constituida por sus estudiantes, donde los más avanzados continúan estudiando y enseñan a los más jóvenes. Tanto los "jóvenes" como los "viejos" son seleccionados estrictamente por su capacidad y deseo de asumir la responsabilidad de seguir siendo estudiantes. La democracia se manifiesta en la oportunidad ofrecida de manera igualitaria para ingresar y permanecer en las aulas hasta concluir una carrera o, en ocasiones, por el resto de la vida productiva. En este último caso, los méritos académicos se encargan de seleccionar a aquéllos que al final alcanzan el enorme privilegio de que la sociedad ponga en sus manos su más valioso recurso. Sólo a través de este sistema podemos aspirar a la creación y transmisión de nuevo conocimiento, a la generación de una cultura propia y, de manera central, a la formación de individuos críticos y con la capacidad de contribuir verdaderamente a transformar la sociedad en que viven.
En este contexto, el conflicto actual en la UNAM nos obliga a buscar soluciones animados por estos principios. Es indiscutible que las universidades públicas, y en particular la UNAM, juegan un papel de extrema importancia para alcanzar las metas de desarrollo a que la sociedad aspira. La exigencia de los estudiantes de un verdadero impulso gubernamental a la educación pública es ampliamente compartida por el personal académico de la UNAM y sus cuerpos colegiados. La controversia de las cuotas polarizó a nuestra comunidad debido a una diferente lectura sobre su significado. Mientras que para algunos se trataba de un acto solidario de aquéllos con la capacidad económica para hacerlo, otros las interpretaron como una abdicación al derecho de recibir y buscar ampliar la subvención gubernamental. Mi opinión es que la solidaridad con la UNAM y la lucha por acrecentar el apoyo del gobierno a la educación pública no son excluyentes, y que académicos y estudiantes aún pueden unir esfuerzos para lograrlo.
Las modificaciones al Reglamento General de Pagos (RGP), aprobadas el 7 de junio, establecen de manera clara el carácter voluntario de las aportaciones estudiantiles, al ser equivalentes a donativos solidarios con nuestra casa de estudios. En este sentido la controversia inicial alcanza una solución satisfactoria. Los otros puntos del pliego petitorio estudiantil relacionados con el propio conflicto, la extensión del semestre y el retiro de sanciones han sido a su vez resueltos.
En los dos meses de paro, sin embargo, han surgido nuevas exigencias del Consejo General de Huelga (CGH). La relativa a demandar al gobierno un incremento sustancial en las partidas educativas es compartida por todos y puede convertirse en un punto de acuerdo que nos permita trabajar juntos para lograrlo. El diálogo debe ampliarse, las organizaciones de académicos y estudiantes reunirse para buscar soluciones. No puede sin embargo condicionarse el levantamiento del paro a un formato de asamblea, lo que ciertamente no conduce a un diálogo razonado y responsable, como la propia experiencia del CGH atestigua.
Me parece que el obstáculo final a la solución del conflicto es la exigencia de cancelar las modificaciones de 1997 que reglamentan el acceso de los estudiantes del bachillerato al nivel de licenciatura. Es evidente que los reclamos estudiantiles de democracia y responsabilidad ante la sociedad se contraponen de manera frontal con esta demanda. El "pase automático" es antidemocrático en el sentido más amplio de la palabra, al reducir significativamente la oportunidad de acceso a la Universidad Nacional a todos aquellos estudiantes que no viven en el Distrito Federal. La oportunidad de estudiar en la máxima casa de estudios del país debería ser la misma para todos. Mucho más importante sería, por ejemplo, discutir mecanismos para establecer ayudas alimenticias, de transporte y vivienda digna, particularmente para estudiantes de provincia que no cuentan con apoyo familiar. Las aportaciones voluntarias podrían ser utilizadas exclusivamente para este propósito. Nuestra tarea como universitarios, seamos jóvenes o "viejos", es construir juntos una Universidad Nacional sustentada en la búsqueda del conocimiento, la libertad y la excelencia académica, en un marco de igualdad de oportunidad y responsabilidad ante la sociedad. Es tiempo de unirnos y reiniciar esta tarea.
* Investigador del Instituto de Ciencias Nucleares, UNAM.