Pedro Miguel
Cachemira

Hay quienes fuman hashish en páginas arrancadas del Nuevo Testamento y luego formulan la teoría de que Jesús de Nazaret no murió en el Monte Calvario sino que sobrevivió a la crucifixión y que falleció, años después, en Cachemira. Esta exégesis pacheca no le hace falta a ese territorio para estar empapado de sacralidad hinduista y musulmana; de hecho, es una de las regiones del planeta con mayor índice de santuarios y templos por hectárea. Hasta para los laicos, la zona tiene la santidad de la civilización primigenia, pues domina, a su izquierda, el valle del Indo, cuna de culturas y convivencias urbanas de más de dos milenios de antigüedad. Aparte, Cachemira, atravesada por la cordillera del Himalaya, está flanqueada por los picos más altos del mundo: el K2, al oeste, del lado paquistaní, y el Everest, hacia el oriente, en la frontera indo-nepalí. En el mapa político, la provincia colinda con Pakistán, al oeste, con Afganistán, al norte, con China, al nororiente, y con India, al sur.

La región ha sido disputada en varias guerras entre Islamabad y Nueva Delhi y la moneda sigue en el aire. Las comunidades locales, hinduistas e islámicas, no requieren de conflictos bélicos internacionales para diezmarse mutuamente, pero las guerras les ayudan y matan, además, a soldados indios y paquistaníes y empobrecen a las dos naciones en disputa. Recientemente, ambas salieron con la novedad de que portaban armas nucleares entre sus harapos y que, en última instancia, estaban dispuestas a usarlas para reivindicar sus derechos históricos sobre esa tierra montañosa repleta de mezquitas, templos y monasterios.

De acuerdo con The World Factbook 1998 de la CIA, el PIB por habitante de Pakistán es de 2 mil 600 dólares y el de India, de mil 600 (sólo para comparar, las cifras correspondientes de México y Suiza son, respectivamente, 7 mil 700 y 23 mil 800). La tasa de analfabetismo en Pakistán es de 62 por ciento, y en India, de 52 por ciento (México, 10.4 por ciento; Suiza, 1 por ciento). Pakistán tiene una tasa de mortalidad infantil de 93.48 por millar, e India, de 63.14 (México, 25.82; Suiza, 4.92). La deuda externa paquistaní equivale a más de 4 veces las exportaciones totales anuales, la de India, a 2.6 veces (México, 1.46; creo que Suiza no tiene deuda externa propiamente dicha). En Pakistán hay un teléfono por cada 53 personas, en India, uno por cada 82 (México, uno por cada 8 habitantes; Suiza, uno por cada 1.4). Pero los recursos que ambos países necesitan desesperadamente para impulsar la educación, la salud, el bienestar y la infraestructura, fueron destinados a los laboratorios nucleares y a los bancos de pruebas de los misiles que entregan a domicilio flores de fuego de 50 kilotones.

Las nubes en forma de hongo resuelven de golpe los problemas de miseria y de marginación y provocan emigraciones masivas e inmediatas a cualquiera de los Paraísos religiosos y a las páginas de la gloria eterna de las historias patrias.

La provincia, dividida por un armisticio en 1972, volvió a calentarse hace una semanas cuando combatientes musulmanes, apoyados por tropas regulares paquistaníes, incursionaron en las montañas del lado indio, se hicieron fuertes en la Colina del Tigre, que domina al poblado de Kargil, y cortaron las líneas de abastecimiento de varias localidades. Desde entonces, ambos bandos combaten con aviones de ataque y sostienen duelos de artillería. Los muertos, en uno y otro lado, suman cientos. En estos días, los generales de Nueva Delhi mandan el mensaje de que no seguirán limitándose a contener la invasión y que, si ésta persiste, lanzarán, a su vez, incursiones en territorio de Pakistán. La delicada circunstancia tiene con el Jesús en la boca --aunque no haya muerto en Cachemira-- a los gobiernos occidentales, y Washington empieza a ejercer presiones diplomáticas y económicas sobre Islamabad --su aliado-- para que retire sus tropas. Ojalá que las gestiones sean fructíferas. Los hongos atómicos arruinarían los monasterios, el paisaje nevado del Himalaya, las gargantas de los muecines que convocan a la oración, los ojos de los alpinistas que frecuentan la zona y el corazón y el espíritu de todos los humanos.

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