La Jornada miércoles 30 de junio de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

El presidente Ernesto Zedillo vive bajo permanente acoso político. El desapego con el que ejerció el poder, la falta de pasión política, la tolerancia excesiva con grupos y corrientes internas de su propio gabinete, y las veleidades personales de carácter, le han llevado a una circunstancia altamente peligrosa, en la que sus adversarios le bombardean con acusaciones, intrigas, presiones e inclusive amenazas físicas.

Ernesto Zedillo es ya una especie de ex presidente prematuro, al que comienzan sus adversarios a cobrarle cuentas pendientes. Mal ejecutado el destape del sucesor, que es la suerte suprema del sistema (pues el beneficiario, Francisco Labastida Ochoa, no quedó bien parado en el lance, y corre riesgos de derrota o desgaste fuerte), Zedillo es hoy atacado desde diversos flancos, sobre todo desde el correspondiente al salinismo y sus anexos que son el hankismo y el madracismo.

El ataque salinista

De hecho, en las semanas recientes se han mostrado abierta y activamente los adversarios del doctor Zedillo. Por principio de cuentas, el ex presidente Salinas de Gortari, que lanzó la luz de bengala del ataque que hoy sostiene cuando logró el traslado de su hermano Raúl del penal de alta seguridad de Almoloya al común y corriente de Almoloyita (del que, a como van las cosas, cualquier día de estos la incomodidad fraterna podría ser puesta en libertad por un comando armado, o fugarse disfrazada con una careta de Carlos de las que venden en Paseo de la Reforma).

Luego, Salinas de Gortari reapareció públicamente en México, en un operativo vertiginoso con el que tomó el escenario político nacional mientras el presidente en funciones, el doctor Zedillo, se organizaba en cuestión de horas una impensada gira a Jalisco para visitar instalaciones militares. Salinas hacía política en la capital del país mientras Zedillo se refugiaba en una embajada verde olivo.

Advertencia por la vía de Liébano

Otro golpe directo a la oficina presidencial fue el intento de involucrar en asuntos de narcotráfico a Liébano Sáenz, el poderoso secretario particular del presidente Zedillo. Sáenz, chihuahuense, fue utilizado como mensajero de malas noticias para el jefe superior, a quien sus adversarios salinistas le llevan puntual cuenta de los asuntos en los que han aparecido vinculados sus familiares políticos, es decir los que le corresponden por el lado de su esposa, y los suyos propios, en particular un hermano del que luego se narran graves historias de riqueza y poder.

Choque de cárteles

De hecho, una de las interpretaciones que se tienen en oficinas estadunidenses de análisis político especializadas en México es la que habla de que hoy se está viviendo no un choque de trenes sino un choque de cárteles.

La vida pública mexicana estaría tan dominada por el narcotráfico que, en realidad, los enfrentamientos políticos que hoy se viven obedecen a los intereses de dos bandos sustanciales: el de Salinas de Gortari, de cuyo lado estarían las familias Hank y Madrazo (emparentadas por una vía matrimonial indirecta); y el del grupo zedillista, que tiene como abanderado actual al sinaloense Labastida Ochoa.

ƑPor quién doblaron las televisoras?

En ese contexto de guerra abierta, de acoso al poder declinante, de toma de posiciones de los adversarios embravecidos, acontece un asalto por el cual nadie en Televisión Azteca o en Televisa ha pedido renuncia de autoridades ni ha dedicado horas y más horas de transmisión en vivo.

Dos elementos del Estado Mayor Presidencial han sido asesinados en un asalto cometido a mediodía, a unos centenares de metros de la residencia presidencial de Los Pinos, mientras el presidente Zedillo estaba fuera del país, participando en una reunión internacional de jefes de Estado y de gobierno.

El monto de lo presuntamente robado, siendo alto para el común de los mortales, no parece proporcional al gravísimo riesgo que enfrentaría cualquier delincuente al atreverse a asaltar a simples elementos del Ejército, ya no se diga de oficiales de alta graduación, ya no se piense en integrantes del mítico Estado Mayor Presidencial, la máxima barrera posible contra la inseguridad, el límite extremo en cuanto a audacias.

Objetivo: demostrar que nadie, pero nadie, está a salvo

Sin embargo, un grupo de jóvenes se atrevió a tocar a los intocables, a estremecer a los inconmovibles.

Ya antes hubo otro episodio en el que se demostró también la fragilidad de ese cuerpo de élite, cuando el asesinato del candidato presidencial priísta, Luis Donaldo Colosio, a quien se daba trato, en materia de seguridad, de virtual presidente de la República.

Las condiciones fueron diversas, ciertamente, pues no es lo mismo cuidar con extremo inclusive ofensivo a un presidente en funciones que a un candidato obligado a estar en contacto suave con sus futuros electores.

Pero, a querer o no, la imagen del Estado Mayor Presidencial mancillado hace pensar en la vulnerabilidad de sus acciones, en el riesgo de sus protegidos.

En ese punto es en el que se inscribe el asalto de ayer.

Es, sin lugar a dudas, uno más de los acosos en derredor de un poder declinante. Acosos que no amagan sólo a sus destinatarios directos, sino al país entero, a su seguridad, a su tranquilidad, a sus estremecidas esperanzas de cambios políticos democráticos en paz.

Un tropiezo más en el conflicto de la UNAM

Volvieron a fracasar los intentos de establecer un diálogo genuino que ayude a destrabar el problema que mantiene en huelga a la UNAM.

Son muchas las razones que en su favor pueden esgrimir unos y otros de quienes ayer no pudieron llegar a un entendimiento mínimo.

Pero, más allá de sus argumentos y versiones, está el hecho innegable de que dicha huelga se ha sobrepolitizado, y que las polarizaciones a las que con frecuencia es llevada la parte estudiantil están desgastando su credibilidad.

Por ello, es importante que, con seriedad, con serenidad, viendo el contexto general del país, la representación estudiantil se decida a dar un paso abierto, amplio, generoso, para dialogar y dar salida a un problema del que ya se han resuelto los asuntos esenciales o están en vías claras de ser solucionados.

Astillas: En medio del incendio, Labastida Ochoa reitera a sus compañeros de partido la necesidad de mantenerse unidos. Del otro lado de la mesa, para su infortunio, hay otros precandidatos que justamente están apostando a la división revanchista, en cuyo mar revuelto habrán de ganar algunos pescadores de Dublín... Manuel Bartlett ha reiterado su fama de político duro, al ponderar la importancia de establecer la pena de muerte en México en ciertos casos. No es el ex gobernador poblano el único priísta con ganas de que se muestre más energía contra los delincuentes, pues Arturo Montiel sigue entrampado en la polémica respecto a su postura regateadora de derechos humanos para quienes considera no humanos sino ratas... Del lado panista continúan las cuentas en las que consideran verdaderamente alcanzable la gubernatura del estado de México pues, según esas estimaciones partidistas, el candidato blanquiazul tendría a su favor la voluntad federal expresa (léase compromiso en Los Pinos) de no realizar operativos electorales de adulteración y respetar los resultados formales, sean favorables a quienes sean.

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