La revista Proceso y Julio Scherer García, su fundador y director por muchos años, fueron durante un largo periodo en México, una especie de conciencia del sistema y desempeñaron no pocas veces el papel crítico que descuidó la oposición.
Don Julio, como es conocido, se asocia hoy con el talentoso Carlos Monsiváis (a quien no llamaría nadie don Carlos, ni él lo admitiría) para presentarnos no un libro más sobre el 68, sino un reportaje y unos comentarios que remueven la inquietud general sobre el tema y, lo más importante, revelan nuevos y sorprendentes datos que van aclarando lo acontecido.
Ya se conocían informaciones no oficiales, circulaban muchos datos nuevos, como el revelado por un empleado de la Secretaría de Relaciones Exteriores a la primera Comisión de la Verdad --en la que también formó parte Carlos Monsiváis-- de que la bengala, o bengalas, que fueran la señal del inicio de la operación contra los estudiantes, salieran no del helicóptero, sino de una ventana de un piso alto del edificio de la Cancillería en donde estaba, según el testigo, instalado un verdadero "Estado mayor".
Hoy, treinta años después de la masacre, con valor civil, pero también como esperando que se produzca la prescripción de la acción penal, un descendiente del entonces secretario de la Defensa, el señor Javier García Morales, pone en manos de los autores de Parte de guerra, documentos no conocidos antes que revelan buena parte de lo acontecido y que obligan, al menos, a que la investigación de lo que pasó continúe hasta que se llegue a la verdad.
La revelación más importante es sobre la actuación del Estado Mayor Presidencial que tenía (y tiene) a su mando a los Guardias Presidenciales, un ejército frente al ejército, formado por grupos de élite y con una oficialidad con autonomía frente a la Secretaría de la Defensa.
Grave fue la determinación que empujó al Ejército Mexicano entrenado para actuar en campo abierto y no entre edificios, calles y plazas públicas, a cercar a los estudiantes para que pudieran ser detenidos los dirigentes y activistas más connotados por la policía y los integrantes del Batallón Olimpia, pero más grave aún, que sin coordinación con los responsables del operativo, hayan actuado oficiales del Estado Mayor Presidencial que, según las revelaciones obtenidas por Scherer y Monsiváis, lo hicieron por su cuenta y disparando contra estudiantes y militares. Había, según lo dicho nada menos que por el secretario de la Defensa, dos fuentes de "órdenes superiores": unas que pasaban por él, y otras por el jefe del Estado Mayor Presidencial, general Luis Gutiérrez Oropeza. Las únicas "órdenes superiores" a un secretario de la Defensa y a un jefe del Estado Mayor Presidencial sólo pueden venir del Presidente.
El general Gutiérrez Oropeza, ya de 80 años, todavía vive y, sin duda, como Pinochet tendrá que responder de lo que se descubre en el libro que ya se volvió, en unos días, fundamental para el reciente pasado, pero también para el presente.
Monsiváis por su parte, destaca la otra parte: el valor de una manifestación desarmada, encabezada por el rector y demás autoridades universitarias, la fuerza moral, que entonces se abrió camino y que, a la larga, se impuso a la apariencia de fuerzas militares imbatibles.
Hoy con Parte de guerra vuelve a destacar que la verdad, el valor civil, la razón, tienen a la larga más importancia y dejan más huella que la fuerza de las armas y la publicidad manipuladora.