La Jornada Delcampo, 30 de junio de 1999
Entrevista a Víctor M. Toledo
La "Nueva ruralidad" y el análisis socio-ecológico
ƑCómo es que siendo tú un biólogo, estudioso de la trama de la vida, te llegaste a involucrar en el tema rural tanto en un sentido teórico como práctico?
La historia comienza, por supuesto, con un hecho traumático, con una sa cudida a mi tranquilidad de aprendiz de científico natural. Traspasé, porque transgredí, mi parcela monodisciplinaria movido por la realidad misma a la que me enfrentaba, pero también a causa de un contexto social muy particular. Eran los "tiempos de la resaca", los primeros años después del 68, y ese proceso que me marcó a mí y a toda una generación nos indujo a hacernos "preguntas prohibidas" que otros colegas nunca se hubieran hecho. Yo había participado muy activamente en la política estudiantil de la UNAM, a tal punto que en 1966 fuí presidente de la sociedad de alumnos de la Facultad de Ciencias. Con todo esta agitación dentro de nuestras cabezas, comencé mi vida profesional como biólogo: descubrí la fascinación de la vida internándome en esos invernaderos de la diversidad biológica y cultural que son las regiones tropicales del país: Los Tuxtlas, La Huasteca, La Selva Lacandona. Mis objetivos: estudiar la diversidad de los árboles, las conexiones entre los colibríes y otras aves y sus flores, e investigar cómo los pequeños mamíferos de la selva dispersaban los frutos tropicales. El solo recuerdo me llena de emoción, tenía yo veintitrés años... y muchos sueños, quizás demasiados. Aunque me entregaba con sencillez y pasión a la exploración de los fenómenos biológicos (bajo el mismo estremecimiento que experimento con los temas sociales), la realidad misma me develaba fenómenos, acontecimientos y procesos a los que no podía negarme, y que aparecían íntimamente relacionados con aquellos.
Me acuerdo muy bien cuando, internado en la Selva Lacandona como parte de una brigada de botánicos que se hacía acompañar de informantes indígenas tzeltales, vibraba con las noticias que llegaban desde el París del 68 a través de un viejo radio de transistores. Vaya situación! En 1969, las parcelas forestales donde realizaba un análisis cuantitativo de la diversidad de árboles, tema de mi tesis de biólogo, desaparecieron de la faz de la tierra arrasados por el avance de la frontera agropecuaria. En unos años la reserva biológica de Los Tuxtlas de la UNAM se convirtió, a su vez, en una pequeña isla rodeada de pastizales para la ganadería. Mi objeto de estudio se encontraba amenazado de extinción y había que hacer algo.
Entonces descubrí que existían los ejidos y me percaté que los campesinos eran de carne y hueso. Hacia 1971, acepté mi primer y último puesto administrativo: jefe de la estación biológica de Los Tuxtlas. Mi primer reto fue acercarme a los ejidos que rodeaban la pequeña reserva selvática de la estación y que amenazaban con invadirla. Las ríspidas relaciones con el antiguo encargado de la estación habían terminado en una amenaza de muerte por parte de los campesinos. Ahí comenzó mi diálogo con lo social.
Con un grupo de estudiantes visitamos los ejidos y nos interesamos por conocer acerca de sus saberes y por entender sus relaciones con el ecosistema selvático. Llevábamos bajo el brazo el libro de H.T. Odum, "Energy, Power and Society" y la única tesis de ecología humana que existía entonces: la de M.A. Martinez-Alfaro sobre una comunidad de La Chinantla, Oaxaca. En seis meses los ejidatarios eran ya nuestros amigos y nos visitaban con frecuencia para llevarnos frutas, leche y guajolotes. Habíamos tendido dos puentes inimaginables: entre lo biológico y lo social y entre el mundo universitario y el mundo campesino. En 1972 apareció en una publicación rudimentaria de la Facultad de Ciencias nuestra "Ecología del Ejido", firmado por mí y una docena de estudiantes. Todavía me atreví, qué iluso, a proponer a las autoridades de la UNAM un modelo institucional para que las estaciones de campo se convirtieran en centros para la articulación entre el saber universitario y las necesidades de las comunidades campesinas, una idea que jamás prosperó y que hoy, tres décadas después, se ha convertido en el objetivo fundamental de innumerables universidades de México y del mundo. Estos sucesos me condujeron a adoptar una perspectiva que se quedó conmigo para siempre, y en la que las conexiones entre lo natural y lo social constituyen el eje de toda interpretación posible de los espacios rurales.
ƑQué sucedió después, es decir, cómo llegaste a formalizar académicamente esta nueva visión de la realidad hasta volverla una práctica científica?
De especialista en biología me fui convirtiendo, poco a poco, en observador multidisciplinario de los fenómenos. Sin embargo, era obvio que carecía de una preparación adecuada en los temas sociales. Durante varios años traté de ilustrarme de manera autodidacta en temas tales como el fenómeno cultural, la demografía, la dimensión económica y, por último, los conflictos en torno al poder institucional y grupal, es decir, la política. Todo ello iluminado por las luces de la perspectiva histórica. Por otro lado tuve también que profundizar en la ciencia ecológica, que es ya de por sí una disciplina integradora de los geológico, lo físico-químico y lo biológico. En 1973, durante una estancia en la Universidad de Harvard, tuve oportunidad de disponer de sus formidables bibliotecas, y aunque yo había sido comisionado para investigar sobre la flora de Veracruz, casi siempre me dirigía a escudriñar los temas sociales.
En una libreria de Cambridge encontré la versión en inglés del libro de A. Schmidt, "El Concepto de Naturaleza en Marx", y me pasé semanas alucinando cómo aplicar la teoría marxista a la realidad rural de México y del Tercer Mundo. Hacia 1976-77 estaba ya como estudiante de la Escuela de Altos Estudios en París. No sé como logré convencer a la autoridades del Instituto de Biología, del cual era investigador, de que un biólogo podría estudiar un postgrado en ciencias sociales. Ahí estuve un año lectivo absorbiendo como esponja todo lo que llegaba a mis manos, y tomando cursos con personajes como I.Sachs, M. Godelier y J. Barrau. La estancia, sin embargo, no me ofrecía lo que necesitaba y opté por abandonar todo aquello. Después de todo la Cité Universitaire era fascinante y mundana pero estaba a varios años luz de la realidad rural de México, donde por demás se vivía un "boom" de nuevos analistas como Stavenhagen, Bartra, Gutelman y Diaz-Polanco.
Con estos antecedentes terminé seleccionado autores y obras claves. Me inspiraron, y me siguen inspirando, las aportaciones de Levi-Strauss, Marx, Schmidt, Meillasoux, Rappaport, Flannery, Wolf, Chayanov y, por supuesto, Palerm, que conforme pasa el tiempo me parece que ha sido el más profundo y brillante de los analistas del campo de México. En los últimos años he recurrido a J. Martinez-Alier y su economía ecológica, y a J.T. Powelson y su monumental historia agraria del mundo. Por supuesto que además he tenido que mantenerme actualizado en la explosiva literatura ecológica.
ƑQué ventajas tiene esta aproximación interdisciplinaria de la realidad rural, esta doble conceptualización, ecológica y social, de los fenómenos, ante lo que sucede hoy en día en México?
Las áreas rurales de México y del mundo están sufriendo una mutación inesperada como resultado de la dinámica general de la sociedad industrial contemporánea. La integración del mundo es ya un proceso vertiginoso y descomunal y por lo tanto indetenible. Todo está siendo globalizado a través de las comunicaciones, el transporte, las nuevas tecnologías y, por supuesto, la economía y la política. Hoy nos enfrentamos a una "nueva ruralidad" que se expresa en la aparición de feómenos totalmente inéditos e inesperados. En México las políticas neoliberales y el TLC han jugado un papel catalizador, incluyendo por supuesto las reformas a la ley agraria y el abandono del sector campesino considerado un sector arcaico sin posibilidad de "modernizarse".
Destacan varios fenómenos en este mundo globalizado. Primero, la sociedad ya no puede ser pensada sin la naturaleza y la naturaleza ya no puede visualizarse sin la sociedad. Los fenómenos sociales y naturales foman parte de un mismo proceso. Por lo anterior, las áreas rurales conforman un espacio estratégico porque están indisolublemente ligadas tanto al mundo urbano-industrial como al natural, y en ambos casos los mercados juegan un papel central, aunque no definitivo. En otro plano, los fenómenos locales están ya casi siempre articulados con los procesos globales o, para decirlo en términos de lo sesentas, las periferias y los centros han quedado casi completamente interconectados, y estos con el mundo "exterior" de la naturaleza. Al mismo tiempo hay una reaparición de mecanismos culturales de resistencia que me parece se están subestimando. Coronando lo anterior está la crisis ecológica que ya es de de escala global y que obliga a repensarlo todo. Frente a esta nueva realidad que provoca vértigo y al mismo tiempo fascinación, debemos actualizar nuestros instrumentos de análisis, y esto lo están registrando numerosos pensadores en todo el mundo.
Es decir que no es exclusivo de México...
Hoy estamos viviendo una verdadera "revolución conceptual" como le llamó J. M. Naredo, en prácticamente todos los campos del conocimiento, pero especialmente en aquellas parcelas de la realidad donde confluyen los fenómenos naturales y sociales. Uno de estos son por supuesto los espacios rurales, y esto nos obliga a adoptar obligatoriamente un abordaje interdisciplinario.
ƑQué tanto se tiene conciencia entre los estudiosos del campo en México de esta nueva realidad?
Por desgracia, esta visión apenas y comienza a permear los medios académicos. En México uno va a los congresos o conferencias del tema rural y ve con sorpresa que esta preocupación está en lo general ausente de las discusiones centrales. Los fenómenos rurales se siguen analizando desde categorías y marcos conceptuales de hace tres o cuatro décadas, las cuales son en su mayoría construcciones basadas en paradigmas de pensadores del siglo pasado. Los investigadores tienden por lo común a circunscribirse, como una abeja a su miel, a sus propios campos de especialidad sin interesarse por establecer vínculos y nexos con los de los otras disciplinas. Como consecuencia se siguen ofreciendo análisis parciales de la realidad rural que resultan limitados y poco útiles. Hoy necesitamos una visión que, sin abolir las disciplinas, procesen los fenómenos desde una óptica integrativa, es decir interdisciplinaria o, para utilizar un término que juzgo mas adecuado, desde una perspectiva socio-ecológica. También encuentro mas "agitación" y apertura académica entre los investigadores y las instituciones de las ciencias naturales, agrónomos, geógrafos y ecólogos, que entre quienes abordan los problemas del campo desde alguna disciplina social. Por supuesto que hay excepciones notables. Luisa Paré desde la antropología o David Barkin desde la economía me parece que se han sintonizado estupendamente con los nuevos tiempos. A nivel internacional ahí están las reflexiones de Luis Llambí, o la de los holandeses como N. Long o J. van der Ploeg e incluso los terribles excesos de M. Kearney y su provocativo libro "Reconceptualizing the Peasantry".
ƑCúales son a tu juicio las consecuecias "prácticas" de esta situación?
A consecuencia de esta realidad desbordante, hay por desgracia una renuncia inconciente y un desánimo por la teoría como instrumento de transformación social. Parece que nos hemos olvidado del "intelectual orgánico". Esto resulta grave porque como siempre el estado de claridad del análisis teórico resulta decisivo para enmarcar, contextualizar, orientar e incluso definir las batallas rurales, especialmente la de los campesinados indígenas. Y por supuesto que no hablo de los intelectuales como redentores sino como intérpretes. Tomemos el caso de Chiapas. No es casual que los diálogos en Chiapas se hayan estructurado como se estructuraron: Se comienza por la problemática "superestructural" antes de y en plena desconexión con los aspectos "infraestrcuturales"ƃpor llamarles de algun modo. En efecto, durante mas de un año se estuvieron discutiendo con los representantes del gobierno los aspectos relativos a las autonomías regionales, los derechos indígenas y la defensa de la cultura, dejando para después (cosa que nunca ocurrió al romperse las pláticas) los aspectos referentes a las formas de producción y comercialización, la cuestión tecnológica, el manejo y administración de los recursos naturales y el ordenamiento ecológico de los territorios. Como si todos estos aspectos se pudieran abordar separadamente. Nunca ha habido, por otra parte, una propuesta integrada de desarrollo alternativo que, pienso, es la mejor vía para neutralizar los argumentos tramposos del gobierno.
ƑCrees que es posible visualizar una opción en este sentido?
No se puede dar una respuesta inmediata y contundente puesto que la situación es sumamente compleja. Sin embargo, pienso que la desactivación del conflicto en Chiapas pasa ineludiblemente por la necesidad de construir, teórica y prácticamente, una "modernidad alternativa", un desarrolo rural de nuevo cuño y esto sólo se logra adoptando una visión integrativa, y poniendo a trabajar a todo un equipo de "especialistas" de manera coordinada y en íntimo diálogo con los actores políticos. Quizás parezca exagerado pero es probable que la capacidad para negociar de los rebeldes neo-zapatistas, con todo y la lucidez de Marcos, se encuentre limitada por la incapacidad de los estudiosos de la realidad rural de ofrecer interpretaciones que faciliten a los actores políticos la construcción de un nueva utopía a la altura de las circunstacnias actuales. Ello significa, ni más ni menos, tener la visión y los elementos teóricos suficientes para construir una vía alternativa de desarrollo rural, donde el significado de los pueblos indígenas y campesinos sea repensado a la luz de los nuevos mercados globales, la crisis ecológica del planeta, la biodiversidad, la recreación de las culturas, la información científica y tecnológica, y la aparición de un nuevo sector de millones de consumidores informados y concientes en los centros urbanos e industriales del mundo.
Lo más interesante es que esto está ocurriendo ya y no sólo en México, y más allá de lo que deseamos, pensamos o investigamos los estudiosos del campo. Para mi gusto hay en nuestro país, y en paralelo, una vanguardia más prometedora en lo que en otro lugar he denominado el "otro zapatismo".
ƑOtro zapatismo? ƑLo crees realmente?
Se trata de ese conjunto de inciativas exitosas de inspiración ecológica que numerosas comunidades indígenas y sus organizaciones están llevando a cabo, y que suman ya unas dos mil. Ahí hay una combinación exitosa entre lo "tradicional" y lo "moderno", una vigorosa capacidad organizativa, tecnológica y administrativa y, lo que es más importante, una afirmación del "poder local" frente a las fuerzas depredadoras del mercado y de la globalización perversa.
Lo que los rebeldes de Chiapas están demandando ha sido ganado ya en muchos casos y de manera silenciosa por buena parte de aquellas iniciativas: autonomía regional, respeto a sus culturas, autogestión comunitaria. La clave de su éxito creo que estriba en aprovechar sus "ventajas comparativas locales", tales como la riqueza de sus recursos naturales y la reciedumbre de su cultura, y en insertarse adecuadamente, no evadir, el tren de la globalización.
Esto puede ser interesante pero ameritaría una discusión escrupulosa y serena...
Ojalá y estas afirmaciones sirvan para desencadenar una verdadera polémica. Creo que sólo así lograremos romper el letargo académico de los estudiosos del campo y ponernos a tiempo con los vertiginosos cambios de la realidad rural.