La Jornada Delcampo, 30 de junio de 1999
En torno al libro sobre Pancho Villa de Friedrich Katz
La revolución villista: Ƒagrarista, ranchera, vengadora o simplemente bandolera?
Enrique Rajchenberg y Catherine Heau-Lambert*
Aunque el nombre de Francisco Villa esté inscrito en letras doradas en el recinto parlamentario, sigue suscitando posiciones encontradas a más de 75 años de su asesinato. ƑSería imputable la discordia a la fuerza de los retratos trazados respectivamente por los beneficiados y por los derrotados por Villa, retratos en que prevalece más la simpatía o la aversión como criterio argumental? Muy probablemente, pero intervienen muchos otros determinantes. El cese de este fuego cruzado de imágenes estereotipadas de uno y otro bando depende, entre otros, de la escritura de la historia, producto de la investigación rigurosa, que revise críticamente los sentimientos provocados por las figuras heróicas o antiheróicas.Por ello, el Pancho Villa de Katz constituye una obra relevante no sólo para la historiografía, sino también para saldar cuentas con la memoria mexicana.
Vámonos pa'l norte con Pancho Villa
Desde hace varios años, la concepción de un México homogéneo cedió su lugar a otra más atenta a las configuraciones regionales. En gran medida, fue gracias a la insistencia de Katz en la especificidad del norte que entendemos mejor lo que Luis González llamó en una ocasión "Multiméxico". Así también podemos explicarnos más precisamente la lucha de los surianos y la de los villista durante la Revolución.
En efecto, la historia del poblamiento del norte y su composición social difieren de las del sur. Aunque la colonización española abrió brecha hacia el Río Bravo pocos años después de la caída de Tenochtitlan, las ciudades y villas fundadas permanecieron durante varios siglos bajo la amenaza de las incursiones de los grupos étnicos habitantes de la macroregión. El nomadismo de algunos de estos grupos permitió conservar su carácter indómito así como para los españoles resultó difícil su dominación. De este modo, el avance hacia el norte consistió en recorrer las fronteras territoriales de los llamados chichimecas por los aztecas.
Desde fines del periodo colonial, las autoridades virreinales establecieron colonias militares. Sus habitantes recibían tierra a cambio del resguardo de las posiciones del reino. El gobierno juarista reeditaría la misma oferta pero multiplicando el número de colonias
Cuando se caracteriza a Chihuahua como una "sociedad de frontera" no es sólo para referir su ubicación en los confines territoriales del país, sino sobre todo para dar cuenta de una configuración societal específica. Por una parte, la distancia que la separa del asiento del poder político central dio lugar a una distensión de los controles políticos tal como se ejercieron en el altiplano o incluso en el sur. Esta situación geográfico-política permitió que se fortalecieran formas de autonomía política cuya defensa emblemática tuvo lugar a finales de siglo XIX en Tomochic, devenido baluarte simbólico de la resistencia al poder central en pleno auge de la dictadura porfirista. Por otra parte, al igual que en otras sociedades de frontera agrarias, en Chihuahua, se accedía a la posesión de la tierra mediante la defensa armada cotidiana. Estamos, por tanto, ante pueblos portadores de una fuerte tradición armada, donde se cohesionan ricos y pobres para la defensa común del territorio. Así, el primer Terrazas de la dinastía familiar que gobernó los destinos del estado durante el porfiriato no sólo fue aceptado por los miembros de las colonias militares porque mantenía relaciones parternalistas con los peones, o porque respetaba las costumbres comunitarias, sino también porque era copartícipe de la tarea común de resguardo de la frontera. En otras palabras, la unión comunitaria no tuvo una base étnica como en el sur suriano, vale decir, zapatista.
Chihuahua no era exclusivamente agrícola o ganadero. En la época colonial, el objetivo del avance hacia el norte consistió en el descubrimiento de minas de plata. Incluso si posteriormente, y gracias a los ferrocarriles, los minerales explotados fueron no preciosos, debe resaltarse la presencia de una población minera importante que, a diferencia de la campesina, no posee un vínculo cultural con un territorio específico y con las riquezas de su subsuelo. El minero, por fuerza, se sedentariza ocasionalmente, mientras dura la extracción de metales. Una vez agotada la veta, parte en busca de empresas con más suerte. En el México porfiriano y aun después, el minero no se detiene ante la línea fronteriza entre nuestro país y los Estados Unidos; la cruza en uno y otro sentido a lo largo de su vida.
El trabajador de las minas de finales de siglo XIX encontró en ambos lados de la frontera una organización anarquista, la Industrial Workers of the World, que desempeñaría un papel de primera línea en el apoyo al magonismo en los años prerevolucionarios y revolucionarios. Debe recordarse que el magonismo, así como la acción emprendida por algunos líderes agrarios del norte como Toribio Ortega, fueron los verdaderos precursores de la Revolución.
Las imágenes encontradas de Pancho Villa
Sin duda Villa fue de los primeros en integrarse a la Revolución, aunque no fue un precursor del agrarismo. En 1910 es un hombre de campo que ha sido sucesivamente peón de hacienda, bandolero, vaquero, arriero, carnicero. Es hijo de un peón de hacienda de Durango por lo cual comparte los valores esenciales de la cultura campesina: solidaridad, lealtad y reciprocidad. Conoce bien los problemas agrarios de la región, y particularmente los del estado de Chihuahua donde ha emigrado. Allí, el despojo de tierras comunales se exacerbó a partir de 1905 cuando el gobernador Enrique Creel promulga la Ley Agraria Municipal del Estado de Chihuahua ųque endurece los términos de la Ley Lerdo de 1856 referente a la privatización de tierras comunales. La nueva ley estatal cancela la posibilidad de apelar al gobierno federal en caso de conflicto: de ahora en adelante, el árbitro sería el gobernador del Estado. A pesar de su ilegalidad (una ley estatal no puede contradecir una ley federal), se aplica con encono la expropiación de tierras a favor de hacendados y rancheros amigos del gobierno, sin recurso de apelación, aniquilando así entre los pueblos chihuahuenses toda esperanza de lograr algún día la devolución de sus tierras.
Por estos mismos años la vida de Pancho Villa zigzaguea entre empleos legales y abigeatos ilegales. Conduce un tren de mulas que transporta los metales de una empresa norteamericana, trafica ganado e instala una carnicería. Esto lo lleva a recorrer todo el estado, a trabar lazos de amistad con los habitantes de las antiguas colonias militares, así como a establecer relaciones comerciales con algunos empresarios. Esta red de sociabilidad le es muy útil en los inicios de la Revolución cuando emprende su vida de guerrillero. Aunque haya sido minero por un tiempo, la vida de Francisco Villa transcurre sobre todo entre rancheros. Tiene escasos contactos con el mundo de la minería y de la industria. Es un hombre-de-a-caballo. Sus amistades y vínculos sociales lo arraigan entre los habitantes de los pueblos. Sin establecerse como ranchero, Villa nunca deja de ser un hombre de campo que comparte anhelos y frustraciones con sus amigos serranos. Aun en la cúspide de su carrera política, seguirá fiel a los pueblos y a sus orígenes sociales.
Así, a pesar de no ser víctima directa de los despojos agrarios, ya que su familia no tenía tierras, es muy sensible a las injusticias sufridas por los pueblos. Ello lo lleva a apoyar el movimiento político maderista que encabeza Abraham González en Chihuahua en el otoño de 1910. Entonces sus dotes de mando le permiten transitar rápidamente de jefe de un pequeño grupo de 24 hombres a cabecilla de un importante movimiento guerrillero en 1911, responsabilidad que comparte con Pascual Orozco.
En vista de su inquebrantable fidelidad y lealtad así como de sus escasos vínculos con los mineros, Madero encarga a Villa la represión de los magonistas. Estos nunca le perdonaron y apoyaron posteriormente a Orozco en su lucha contra Villa. Al caer Porfirio Díaz y ascender Madero a la presidencia de la República, Abraham González es nombrado gobernador de Chihuahua. Este reinstala las instituciones democráticas y expropia las propiedades de la poderosa y odiada familia Terrazas sin devolverlas a sus antiguos dueños; las integra al patrimonio estatal para sufragar los gastos de su administración, desoyendo así los reclamos campesinos por la devolución de sus tierras.
En efecto, la revolución maderista se aboca a restablecer la democracia formal y los derechos políticos, pero se niega a toda revolución social, particularmente a todo reparto agrario. La cerrazón maderista en lo referente a devolución de tierras lleva al jefe revolucionario chihuahuense, Pascual Orozco, a apoyar el golpe de estado de Victoriano Huerta. Los asesinatos de Madero y de Abraham González así como la defección de Orozco, colocan a Villa como jefe de la revolución en Chihuahua al mando de la poderosa División del Norte, bajo las órdenes del Jefe del Ejército constitucionalista, Venustiano Carranza.
La negativa de Carranza de proceder a cualquier reparto agrario y su devolución de las haciendas a sus antiguos dueños, contribuyen a envenenar sus relaciones con Villa a quien nombra gobernador interino de Chihuahua a finales de 1913, en plena guerra contra Huerta. En escasos dos meses, Villa transforma el panorama agrario en Chihuahua a pesar de las limitaciones que le impone el representante de Carranza, Manuel Chao, quien pronto reemplaza a Villa como gobernador.
Entre 1913 y 1914, Villa transforma la revolución política en una revolución social que aborda de lleno el problema de la tenencia de la tierra en Chihuahua. Se enfrenta entonces a la disyuntiva que le plantea encabezar un ejército de soldados/campesinos que no luchan por apoderarse o defender un territorio sino por sus tierras. Por un lado, su ejército requiere fondos para su manutención que sólo pueden hallarse en el capital comercial acumulado en las haciendas de los Terrazas: sus cosechas y su ganado para exportación; por otro, el fin último por el cual luchan sus hombres: una reforma agraria que sólo puede ser satisfecha prometiendo tierras expropiadas o recuperadas.Villa intenta resolver el problema inmediato, devolviendo algunos terrenos usurpados por las haciendas pero conservando intacto los latifundios de los Terrazas para asegurar los gastos de su administración, tanto civiles como militares.
También promete una dotación de tierra a cada soldado al final de la Revolución. Villa no sólo se preocupa por los hombres que conforman la División del Norte; ayuda también a la población civil mediante el reparto a muy bajos precios de carne y granos.Ciertamente tuvo que supeditar una reforma agraria integral al desarrollo de la guerra. Su política agraria y su carácter arrebatado lo enemistaron definitivamente con Carranza, quien lo despojó de todo mando y lo llevó a ser de nuevo un guerrillero errante. Los pueblos que habían apoyado a Villa apoyaban ahora a Carranza, quien finalmente había emitido una ley agraria en enero de 1915 sin precisar su fecha de aplicación. Esto fue considerado por Villa como una traición de los pueblos a los que él había ayudado. En efecto, estas comunidades rurales reprochaban a Villa la tibieza de su política agraria por lo que se habían adherido al gobierno carrancista. Villa las castigó cruelmente por considerar una grave transgresión al código de lealtad, solidaridad y reciprocidad, virtudes por excelencia de la cultura campesina. Ello dañó mucho su imagen en el porvenir. En efecto, se recuerda más fácilmente estos crímenes y los últimos años de su vida en la hacienda de Canutillo en Durango que su política agraria de 1913, opacada además en la historia nacional por la figura agrarista de Zapata.
Volvamos a nuestra pregunta inicial. ƑLa revolución villista fue agrarista, ranchera, vengadora o simplemente bandolera? En palabras de Katz: "Desde el periodo revolucionario hasta hoy, ni las percepciones populares, ni las actitudes oficiales gubernamentales, ni las interpretaciones de los estudiosos han encontrado un terreno común respecto del movimiento ni respecto de su líder".
Ciertamente, no fue ni bandolera ni vengadora; pero no hay duda que en el seno del constitucionalismo fue la vertiente más agrarista de la Revolución.