* La Comisión de Encuentro acusó al CGH de "incumplir" acuerdos inexistentes
Se veía venir: diálogo frustrado en San Lázaro
Hermann Bellinghausen * La Comisión de Encuentro de la rectoría se negó finalmente a recibir a los representantes del Consejo General de Huelga. Se veía venir. Desde el mediodía de ayer, los pasillos del Palacio de San Lázaro eran un ir y venir, cada vez con menos esperanzas, de miembros de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Congreso, y de representantes del CGH.
"Rectoría no quiere diálogo", repetían los estudiantes de cualquier corriente, los auxiliares de los legisladores y hasta los reporteros de la fuente legislativa, que veían como verdadera novedad la llegada del conflicto universitario a los recintos de la Cámara.
Aduciendo el "incumplimiento" de acuerdos que no existían, en relación con el espacio donde se efectuaría el encuentro con los estudiantes inconformes, la comisión del rector consideró "suspendido" el inicio del diálogo.
"Quedarnos aquí sentados sería terrible" había dicho Armando López, diputado perredista, miembro de la comisión que quiso ser anfitriona de los universitarios en conflicto. Pues eso "terrible" sucedió.
Cuando la Comisión de Ciencia y Tecnología se reunió a las 4 de la tarde con un grupo de estudiantes del CGH en sus oficinas del segundo piso, la presidenta del organismo, María del Carmen Díaz Amador, no pudo reprimir las lágrimas, de enojo y frustración, y casi de ternura hacia los jóvenes que escuchaban la mala noticia.
"Van a tomar la Universidad", dijo la diputada panista, en tono fatalista, y de plano declinó hablar con los estudiantes.
Mientras Armando López se las arreglaba para explicar a los frustrados estudiantes que no sería posible el encuentro, y que la comisión legislativa se bajaba del caballo y no iba más. "Fue un intento que falló", reconoció el panista Carlos Arce Macías, quien decía, se supone que en buen plan, a los paristas:
"ƑSaben qué es lo peor, muchachos? Que a ustedes nadie les va a creer".
Los laberintos de San Lázaro
En la calle, afuera del Palacio Legislativo y con los vagones del Metro corriéndoles detrás, miles de estudiantes de todas las escuelas de la UNAM en huelga realizaron un plantón durante más de 5 horas, a la espera de que hubiera diálogo.
Tal como habían solicitado los estudiantes, la Legislatura instaló una pantalla gigante en el lugar del plantón. Ya para entonces, en la "otra realidad" (o sea, los noticiarios de tv) se abonaba el terreno para la inminente acusación de intransigencia a los paristas. Los comentaristas aducían lo que los diputados no: que en la Cámara no existen espacios donde quepan los 120 representantes del CGH, la comisión de rectoría, los diputados y la prensa.
Antes del no de la comisión del rector, Armando López iba diciendo a los estudiantes y la prensa: "Queremos construir los espacios posibles para brindar seguridad. Hay una posición fundamental de interés por solucionar este problema. Es un conflicto que los universitarios queremos solucionar".
Un asesor perredista, al tanto de la situación, había dicho a este reportero dos horas antes: "Logísticamente se puede resolver el espacio de reunión. El freno es rectoría".
Todo ese tiempo, el Salón Verde, donde se podían satisfacer las demandas mínimas de los estudiantes, permaneció desocupado. La Sala de Protocolos, con capacidad para 30 personas, quedó como el único recinto aceptado por rectoría. Y el gran rótulo blanco sobre verde hecho para la ocasión perdió sentido. "Inicio del diálogo", decía, colgado al fondo de la sala, que no hubiera sido suficiente ni para el mínimo (10 de rectoría, 13 estudiantes y los diputados de la Comisión de Ciencia y Tecnología).
En la explanada de San Lázaro, donde se efectuaban conferencias de prensa e interlocuciones de diputados y paristas hacia la multitud al otro lado de las rejas, Jesús Lozano, uno de los voceros del CGH, explicaba:
"Hemos flexibilizado nuestras condiciones. No acordamos con nadie un espacio donde no cupieran nuestros compañeros. Eso no lo acordó nadie. Nuestras condiciones no han sido cumplidas, pero mantenemos nuestra disposición al diálogo, con las garantías mínimas".
Cuando a las 5 de la tarde y con cara de entierro la comisión de rectoría comunicó su decisión de no dialogar con el CGH, el director de la ENEP Acatlán, José Núñez, dijo exactamente lo contrario:
"No era un problema de número, ni de espacio. Era un problema de reglas acordadas".
Abundó en el punto Ricardo Pozas Horcasitas: "No es un problema sólo de nosotros. Ellos (los paristas) no respetaron el acuerdo. Si ellos hubieran planteado otra cosa, la hubiéramos aceptado". Luego de elogiar los valores republicanos de la Cámara de Diputados, Pozas subrayó el "hecho inédito y significativo" de que el Congreso participara en la solución de un conflicto universitario.
Asistidos por Gerardo Dorantes, los comisionados del rector sostuvieron un diálogo no precisamente cordial con la prensa, para dar noticia de su fracaso. Un reportero preguntó que cuánto más podría durar la huelga, y Rafael Pérez Pascual tomó la palabra, tratando de explicar que en este tipo de conflictos esas cuestiones dependían de diversos factores, o algo así. Y bruscamente lo interrumpió Arturo Bouzas, director de Psicología, al otro extremo de la mesa: "La universidad no debe estar cerrada ni un segundo más".
Antes, para mencionar los riesgos de la prolongación de la huelga, Pérez Pascual mencionó como "el principal riesgo, la pérdida de credibilidad del CGH", y Silvia Torres dijo a su vez: "Los paristas han estado como si no hubiera nadie enfrente de ellos", y agregó que "la sociedad tiene su propia realidad".
En la realidad que sea, el fracaso de ayer dejó el siguiente panorama: unos diputados con el síndrome de "trágame tierra", unos directores indignados y casi deliberadamente "derrotados" y un movimiento estudiantil que sigue diciendo: "Nada realmente se ha resuelto para nosotros".
Tan cerca, y tan lejos
En el paquete de documentos que iban a entregar los estudiantes a la Comisión de Encuentro, en primer término venía un mensaje "a la nación mexicana", que dice:
"Nos han difamado y calumniado, nos han llamado porros, vándalos, agitadores profesionales, pseudoestudiantes, pseudouniversitarios. Nada más falso. Los medios de comunicación han faltado a su deber ético, humanitario y constitucional de informar verazmente al pueblo. Dichos medios apuntan sus plumas, cámaras y micrófonos para mostrarnos como sujetos que se niegan a buscar una solución al conflicto por la vía del diálogo; ante ello queremos establecer que aquí los únicos que han solicitado el diálogo hemos sido nosotros".
Junto con el pliego petitorio, una "bitácora negra" y detallada de la represión a los estudiantes y una carta a las autoridades universitarias, el mensaje a la nación dice: "Si las autoridades no tienen nada que ocultar, si creen tener la razón, si consideran que es justo lo que han hecho, que lo digan frente a todos. Nosotros estamos dispuestos a hacerlo". Asimismo, respecto a las recientes declaraciones del presidente Zedillo, los paristas asientan: "A él, igualmente, le decimos que los únicos que han violado la autonomía universitaria son los que autoritariamente quieren aprobar políticas educativas ajenas al carácter de nuestra universidad".
Al ver que los enviados de rectoría no los recibirían, los estudiantes mantuvieron el mitin, y allí fueron leídos los documentos que quedaron sin destinatario. Después, un grupo consideró la posibilidad de mantener un plantón en el vestíbulo de la Cámara (una especie de sit-in), "para que vean que sí queremos el diálogo" como decía un ceceachero. Pero como no había acuerdo de permanecer en San Lázaro, prefirieron suspender esa protesta y regresaron a sus escuelas.
A 71 días de huelga, el desaire a los estudiantes se tiñó nuevamente de gris. Los diputados decían: "la comisión ya no intentará nada". Por entre las rejas, del lado del mitin alguien sacó un papel: "Malos anfitriones. Ustedes invitaron". Y uno de Trabajo Social gritó, más pintorescamente: "Ya ven, pa qué andan de ofrecidos".
En todo momento, los estudiantes reiteraron que su acuerdo, desde hace varios días, era que vendrían los 120 delegados, y sólo 13 estarían autorizados para hablar.
Pero cuando la autoridad dice no, es no. Aunque desde el mediodía, en los corrillos de San Lázaro se aseguraba que el Congreso podía acondicionar muchos espacios, "incluso la explanada", para el encuentro, y los estudiantes habían reducido al mínimo sus exigencias (y todas eran viables), la comisión del rector, siempre intramuros en las oficinas del Congreso, se mantuvo en su negativa. El diputado Carlos Arce Macías comentó al final del fiasco: "Los riesgos son que se enrarezca la situación en la UNAM y eso lleve a una situación que queríamos desactivar, y evitar el uso de la violencia".
En vez de diálogo, los estudiantes dicen haber recibido una andanada de mil 700 desplegados, en diarios y revistas, con "parte del presupuesto de la UNAM". Esto, y un manejo de las noticias totalmente a tono con las versiones oficiales, lleva a los paristas a afirmar que existe una "campaña" para difamarlos: "En el CGH rechazamos rotundamente el calificativo de ultras que mañosamente manejan rectoría y la Secretaría de Gobernación, ya que con ello pretenden confundir a la sociedad, quitarnos su respaldo y reprimir nuestra justa lucha".
En nombre de acuerdos "incumplidos" que no existieron, los estudiantes recibieron en San Lázaro un mal disimulado portazo en las narices.
Un colega, conocedor del Congreso de la Unión y veterano en la fuente, había comentado horas antes: "Si el Congreso ayuda a resolver esto, será lo mejor que haya hecho esta Legislatura en todo su periodo".
De nada sirvió el Cristo Negro de Santa María que una anciana de aspecto muy humilde blandía hacia el gran escudo nacional de piedra de San Lázaro, rodeada por la multitud de estudiantes en la calle, y asomada entre las rejas. "Quiero el milagro para ellos", dijo, al ver que me le quedaba viendo, luego de que me la mostró un amigo fotógrafo. Pues no se le hizo.