Octavio Rodríguez Araujo
UNAM: modelos en conflicto

Parte de la política del neoliberalismo, ``recomendada'' por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Mundial, ha consistido en reducir la intervención del Estado en todo aquello que no sea salvar a los banqueros, esto es en salud, en educación, en servicios públicos y rubros de intervención semejantes que antes eran atendidos para evitar que la concentración de la riqueza hiciera más pobres (en realidad, miserables) a los pobres. Estos, para el neoliberalismo, no importan, como está más que demostrado en la literatura especializada. Y si los pobres no importan a quienes tienen el poder, ¿por qué habría de interesarles que en las universidades se estudien la realidad y sus problemas y sus posibles soluciones?

Convendría recordar el malogrado ejercicio de la Facultad de Arquitectura de la UNAM hace algunos años: había dos planes de estudio, uno para formar arquitectos para las residencias o edificios de los ricos, y otro para formar arquitectos especializados en novedosas concepciones urbanísticas dirigidas a la gente de menores recursos, para que vivieran decorosamente y con dignidad. Esa experiencia se acabó, entre otras razones porque ahora hasta los conjuntos habitacionales promovidos por los sindicatos se hacen en combinación con bancos (privados) y no más en el esquema del llamado estado de bienestar. En otros términos, el plan de estudios para coadyuvar al bienestar de quienes menos recursos tenían se estrelló ante una realidad impuesta por el capital financiero y por el gobierno cómplice de los banqueros para que éstos hicieran negocio con la necesidad de los pobres (no desempleados), de la misma manera que también se hace con los fondos de retiro de los trabajadores. Algo muy semejante está pasando con la medicina, en la medida en que los hospitales estatales tienden a disminuir o a desaparecer. Y en el campo de las ciencias sociales, el ejemplo de la sociología no es muy diferente de los anteriores: se desincentiva su estudio porque la sociología, dicen, es obsoleta, olvidando que alguien tiene que estudiar los terribles efectos del neoliberalismo en los trabajadores fabriles, de servicios y del campo. Pero la intención del poder es que esos efectos no sean estudiados ni, mucho menos, que su diagnóstico sirva para que los trabajadores puedan adquirir armas de conocimiento que los lleve a la rebeldía o al enfrentamiento con quienes tratan de lesionarlos más en su calidad de vida.

Lo que las autoridades de la UNAM han querido imponernos, por varias vías, incluidos los planes de estudio, es una universidad funcional al modelo neoliberal en el que sean los estudiantes, con el tiempo, los que decidan estudiar lo que les puede redituar en el futuro profesional, y no más aquello que estuvo diseñado para servir a la comunidad. Me explico mejor: el supuesto psicológico de las cuotas es que si los estudiantes van a pagar su colegiatura, ésta sea considerada como una inversión... para cobrarla al pueblo como profesionistas. Si una carrera profesional, como sería el caso de varias ciencias básicas (en un país donde no se fomenta la investigación científica, pero sí la importación de ésta), de las humanidades y de no pocas disciplinas de las ciencias sociales, no les van a redituar a los futuros profesionistas o, al menos, a compensarles lo que gastaron en su educación, pues la tendencia será estudiar carreras de moda y funcionales al sistema y, of course, a los mercados. El resultado previsible es que las humanidades, algunas de las ciencias sociales y otras carreras, dejen de tener demanda y mueran por inanición o, peor, que sean estudiadas (y pagadas) por burgueses diletantes que quieren un barniz de cultura y no aburrirse mientras heredan la fortuna de sus padres o se casan. ¿Exagero? ¿Me estoy adelantando mucho a lo que puede suceder si triunfa el proyecto neoliberal de privatización de las universidades públicas? No lo creo, los nuevos planes de estudio, tanto de la licenciatura como del posgrado ya están encaminados a este modelo. Lo que está en el aire, a veces enrarecido del actual conflicto en la UNAM es, precisamente, el antagonismo entre un modelo de universidad que ya se está imponiendo y otro modelo que quiere una universidad para el pueblo y al servicio de éste.