La Jornada sábado 3 de julio de 1999

NIÑEZ EN RIESGO

SOL Hace unos días, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) dio a conocer un estudio, realizado por esa institución con la colaboración del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en el que se señala que 175 mil infantes y adolescentes trabajan en las calles del país, 20 mil de los cuales son menores de 5 años. Según la investigación citada, este fenómeno ha crecido, en fechas recientes, a una tasa de 20 por ciento anual.

Las cifras anteriores son en sí mismas elocuentes y dan cuenta de la grave situación de pobreza y desamparo en que se encuentran miles de menores y de familias mexicanas. Por principio de cuentas, los niños y adolescentes que se ven forzados a salir a las calles para obtener ingresos que apoyen la subsistencia personal o de su grupo familiar se encuentran, de antemano, en una situación de riesgo y vulnerabilidad, pues se exponen a padecer el acoso de la delincuencia y de la extorsión policial, y el desdén, si no es que el desprecio, ambos totalmente injustos, de una parte de la sociedad. Además, los niños en situación de calle resultan en numerosas ocasiones -por el abandono y la falta de apoyos que padecen y por la desesperanza en la que muchos de ellos se encuentran- víctimas de quienes de manera dolosa e intolerable los empujan a la prostitución, al consumo de drogas o a la comisión de actos ilícitos.

Por otra parte, aunque muchos de los menores que laboran en las vialidades de las urbes mexicanas acuden a la escuela, tener que dedicar una parte importante de su tiempo y de su esfuerzo a la búsqueda de los medios para subsistir reduce significativamente sus posibilidades de aprendizaje, circunstancia que, a la larga, socava sus oportunidades de desarrollo educativo y, por ende, sus opciones laborales e intelectuales futuras.

Finalmente, no debe olvidarse que la pobreza que obliga a tantos niños mexicanos a buscar ingresos en las calles tiene su origen en las graves desigualdades económicas, en la falta de educación y empleos, en la insuficiencia de los salarios y, en general, en los efectos de un modelo económico que ha primado al gran capital por encima del desarrollo y la justicia sociales.

El dato de que 175 mil infantes y adolescentes deban salir a apostarse en esquinas y vialidades para contribuir al sustento familiar es una evidencia de que los padres, por encontrarse en el desempleo o por percibir una remuneración insuficiente, no logran cubrir las necesidades más elementales de su familia.

Ciertamente, el fenómeno de los niños en situación de calle no es nuevo, pero los elevados índices de crecimiento de esto -20 por ciento anual, según el estudio del DIF y el Unicef- son un indicador de que las políticas económicas y sociales vigentes no han contribuido a revertir un doloroso e inquietante problema y, por el contrario, lo han agravado. Y aunque numerosas personas y organismos han dedicado de manera honrosa y esforzada tiempo, dedicación y recursos para atender a esta población infantil, todavía es mucho lo que falta por hacerse, sobre todo en lo que toca a las instituciones gubernamentales.

Una nación que abandona a sus niños es una nación con un futuro en riesgo. Por ello, resulta necesario que la sociedad brinde su solidaridad a estos pequeños, que las organizaciones civiles dedicadas a asistirlos reciban apoyos para continuar y ampliar su importante labor y que el Estado se comprometa realmente con el desarrollo social y ponga en práctica políticas efectivas para asistir a los menores que han salido a las calles para ganarse el sustento, para apoyar a sus familias y para revertir, en lo general, el desamparo y la pobreza que agobian a millones de mexicanos, tanto en las urbes como en las áreas rurales.